domingo, 16 de agosto de 2015

Resacas de la Guerra de Abril | Por Fernando Casado

Por FERNANDO CASADO 
15 agosto, 2015 2:00 am
areito
Entré en mi auto por la puerta trasera que da al patio de Radio Santo Domingo. Mientras estacionaba, se acercó un oficial ordenándome abrir el baúl, e igualmente, la gavetita interior. Luego, me concedió permiso de entrar. Le insinué: “¿Y a mí… no me va a registrar?… Respondió, con la formalidad de quien sencillamente cumple un servicio: “No, no… está bien”. Veníamos de una guerra, las heridas estaban aún en carne viva. Respondí inconsecuente: “Pues yo no vuelvo más a esta vaina hasta que ustedes no se vayan de aquí”. Me fui a casa.
Dos días después recibí llamada de Rafael Rivas Jerez desde Puerto Rico, con la propuesta de actuar en el suntuoso hotel “Ponce Intercontinental” y el acreditado programa de televisión “San Juan de Noche”. Aceptamos. Rivas había pertenecido a “Romance Campesino”, era un viejo conocido, pero se le había señalado, junto a Reyes Cerda, Fernando Muñiz, Licinio Valerio, entre otros “sindicalistas”, activistas de derecha, afiebrado “anticomunista” y sindicado colaborador de la Embajada Americana. La coincidencia no era casual, la intención era, obviamente: “sacarme de juego”, con Caamaño sublevado en la montaña, todo “constitucionalista” era un guerrillero en potencia. Aunque nunca pasó por mi mente tan desorbitado paso… Me honra la sospecha.
Las razones fundamentales fueron otras, y esto pude analizarlo años después. En ocasión de mi participación en el “Festival de México”, había compartido con Hamlet Herman, quien ampliaba sus estudios allí. Igualmente con Héctor Lachapelle, quien fungía como agregado militar en la Embajada dominicana y mi entrañable amigo, el cantor Julio César Defilló.
Hamlet y su hermano Dardo habían sido mis compañeros desde el bachillerato en la Normal “Presidente Trujillo”, formado parte del equipo oficial de béisbol y luego en la Universidad, en ocasión en que Horacio Martínez me seleccionara como sustituto de infilder del espectacular short-stop que siempre fue Luisito Schecker, cuando participamos en el Campeonato Nacional. Nombres como Juan Marichal, Manuel Mota, Mateito y Jesús Rojas Alou calibran el nivel de aquel béisbol. Hamlet siempre fue y sigue siendo el hermano afectuoso querido, para quien nosotros fuimos, desde siempre y sin estridencias… “Fernandito”. Lachapelle era respeto y amistad, el heroico oficial con quien compartimos el momento de la Revolución de Abril. Talentoso compañero, quien siempre hizo notorio el afecto sincero y la estimación de su amistad honesta y su integridad de militar marcado por la Historia. Había sido designado “agregado militar” en México.
Julio César Defilló, parte del grupo de artistas que conformó Solano en épocas de la “Hora del Moro”, había sido enviado a Méjico por “La Tabacalera” junto a José Augusto Thomén, a estudiar Publicidad. Fusil en mano, Defilló había sido un agresivo soldado de la Revolución, brazo feroz en el estratégico Comando “San Carlos”. Hermanito del alma.
Sin embargo, hay un sensible denominador común entre los tres: “¡¡Francis Caamaño y la Revolución de Abril!!”. En cuanto a Lachapelle, su relación con Caamaño y la “Revolución” vienen desde los cuarteles donde se fraguaron los compromisos Constitucionalistas. No podía extrañar nuestra amistad. Sin embargo, en un viaje anterior a Madrid, habíamos aceptado gustosos otra singular invitación, esta vez Montes Arache, en su apartamento de la capital española, donde se sumó Milito Fernández. Exiliados a raíz del incidente del Matum y nombrados en París, se habían movido a Madrid por ser esta una ciudad menos costosa. “Montearache” era también un amigo especial y querido. La alegría contagiosa de Montes y el “moro” a la dominicana de aquella noche, nos hizo recordar, el inevitable “Chao” martilleante del hotel Comercial, con su estrafalario “bacagorgojos con papas”, en los tiempos tórridos de la guerra, para los que no teníamos alternativa.
Lachapelle me invitó a visitar las famosas Pirámides de México. En el camino y en la confianza de quien sabe que todos los constitucionalistas compartíamos en principio los mismos riesgos, comentamos la delicadeza desprotegida de su estadía “diplomática” y otros temas sensibles, no sin antes, prudentemente, subir los vidrios de su pequeño Volkswagen en plena marcha, no fuera a ser que la “tecnología atrevida” pudiese estar fisgoneando nuestra conversación.
Igualmente, en ocasión en que fuera contratado para actuar en el programa de “Don Francisco” desde Santiago de Chile, sorpresivamente sonó el teléfono; era el consecuente amigo capitán Mario Peña Taveras, quien fungía como agregado militar en la embajada dominicana en la capital chilena. Me contactó tan pronto llegué y compartimos en un elegante night-club una noche cargada de anécdotas y el afecto comprometido de compañeros de guerra. El valeroso Peña Taveras había sublevado el primer grupo en las afueras de la ciudad, desencadenando la “Revolución” el 24 de abril.
El guerrillerismo que se incubaba enturbió de sospechas el carácter de estos encuentros, asumiendo el rol comprometido de militares “claves” y el enigma de Caamaño y su destino. En esa fecha, Francis había “desaparecido” abandonando su cargo diplomático y era “ignorada” su ubicación. El malicioso FBI sabía de Hamlet, Defilló y Caamaño, mucho más que mi afectuosa ignorancia.
Lo que más tensa la sospecha es, evidentemente, mis encuentros con Hamlet Hermann en México. Gratamente entusiasmado, Hamlet me invitó a visitar el pequeño “hotel” donde convivían algunos dominicanos, entre ellos mi buen amigo José Augusto Thomén, flamante dueño del “Show del Mediodía” y mi compañero de escenario Julio César Defilló. Allí estuvimos. Días después recibí llamada de su esposa, excusándole:
–“Hamlet había tenido repentinamente que viajar a Mérida, pero estaría de regreso en unos tres días; tan pronto regrese se comunicará contigo”–.
No volví a tener noticias de Hamlet hasta que se denunciara su presencia en las guerrillas de Caamaño. Evidentemente, había viajado a Cuba. Ya en Santo Domingo, su esposa confirmó mi espinosa curiosidad.
Lo que completa el alérgico expediente tiene que ver con el enigmático y temerario Julio César Defilló. Descubrí, años después, en la obra de Cayetano A. Rodríguez del Prado, “Notas Autobiográficas”, fotos en Cuba y un párrafo heroico donde aparecían, además de mi entrañable hermano “Cuqui”, amigos como el notable cantor Frank Lendor y el brillante actor Pepito Guerra:
“En este ambiente ingresamos a un campamento de entrenamiento militar en los primeros días de agosto, en una hacienda situada a unos cuantos kilómetros de La Habana y que se llamaba Rancho o Granja “Tabaré”, casi enteramente sembrada de toronjas rosadas y otros cítricos y, como es común en la isla de Cuba y en la nuestra, palmas reales por doquier. Un modesto barracón y algunas instalaciones de la hacienda serían nuestro alojamiento y nuestro hogar durante algunos meses. El grupo del MPD incluía a Baldemiro Castro, Leopoldo Grullón, René Sánchez Córdoba y a mí, que éramos miembros del Comité Central y a otros militantes y simpatizantes de nuestra organización o del 14 de Junio”, como Héctor Báez Tisol, Julio César Defilló, Leonte Brea, Frank Lendor, Maximiliano Gómez (El Moreno), Pepito Guerra, Braulio Torres, a uno que recuerdo con el apodo de “El Tíguere de la Cañita”, Valentín Giró y otros”. (p.126).
Cuando medimos el vértigo revolucionario de estos nombres, con Julio César Defilló alineado en ese contexto, la dimensión guerrillera de Hamlet Hermann, y las trincheras “Caamañistas” de Montes Arache, Héctor Lachapelle y Peña Taveras, no puede extrañar que los sensibles lentes de aumento del FBI se posaran golosos en Fernando Casado.
http://hoy.com.do/resacas-de-la-guerra-de-abril/

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