domingo, 16 de agosto de 2015

¿Hacia dónde va LA EDUCACIÓN SUPERIOR? Una reflexión 1 2 3 | Por MU-KIEN ADRIANA SANG

¿Hacia dónde va LA EDUCACIÓN SUPERIOR? Una reflexión 1
Por 
mu-kiensang[@]pucmm.edu.do 
01 agosto, 2015 2:00 am

Se reconoce desde hace tiempo que las instituciones de educación superior, en especial las universidades, se cuentan entre las instituciones sociales más estables y resistentes al cambio que hayan existido durante los últimos 500 años. Con arreglo al modelo del campus físico, los alumnos residentes, la interacción cara a cara entre alumno y profesor, las disertaciones y un fácil acceso a los textos escritos, estas instituciones han desarrollado y transmitido eficazmente el acopio de conocimientos, de una generación a otra. Han cumplido con su responsabilidad en medio de las conmociones políticas y sociales, la evolución de la sociedad y el adelanto tecnológico, manteniéndose al mismo tiempo esencialmente sin modificación alguna, tanto de estructura cuanto de método. ¿Retendrá este modelo ya comprobado su flexibilidad y su pertinencia en el siglo XXI? En este documento se tratará de responder estos interrogantes especulando acerca de la forma en que se definirá la pertinencia de la educación superior en relación con demandas futuras de estudiantes y empleadores, con las formas institucionales que se usarán para impartir la educación superior y los cambiantes requerimientos de una civilización en transformación. Michael Gibbons, Pertinencia de la educación superior en el siglo XXI, 1998.
Esta primera entrega busca situar la discusión en el espacio de nuestro mundo universitario. Es un hecho que intelectuales de todos los países, y las mismas universidades, se han abocado a hacer una reflexión introspectiva profunda sobre su quehacer de cara al siglo XXI. Los cambios que se han producido en Europa, después del largo Acuerdo de Bologna, han obligado a las universidades europeas a aliarse, a redefinirse, a re-pensarse y a internacionalizarse. Los Estados Unidos llevan la delantera en todos los rankings mundiales. Europa, aunque todavía destaca por calidad, no ha podido superar al coloso norteño ni a algunos países de Asia. América Latina está tratando de colocarse a la altura de las exigencias, pero no lo ha logrado, salvo algunas experiencias exitosas en Brasil, Chile y en menor medida Argentina.
El mercado y la universidad
Una realidad indiscutible, como plantea Peter Jarvis en un novedoso e interesante libro que se titula “Universidades Corporativas, que las universidades se han visto obligadas a cambiar. Algunos incluso plantean la existencia de una crisis porque no hay acuerdos sobre cuál debería ser el camino correcto hacia donde encaminar a la educación superior. Asegura el autor que es inmensa la presión que existe sobre las universidades porque están expuestas a los nuevos y cambiantes paradigmas del conocimiento mismo. La velocidad de los cambios es tan rápida, permanente y sorprendente que genera tensiones en las instituciones de educación superior ¿Tienen, tenemos, la capacidad las universidades de responder con la presteza del mercado?
Sostiene Jarvis que las universidades han cambiado su rol. Ya no forman profesionales que tienen como principal objeto servir al Estado para dirigir la sociedad, sino que educa, capacita y entrena para servir a la industria y el comercio a fin de garantizar empleo a las personas, hecho este que se ha convertido en el símbolo de pertenencia a la sociedad, casi semejante a la ciudadanía. Las universidades facilitan una ruta hacia la pertenencia plena. El planteamiento de Jarvis sitúa a la universidad del lado de los sectores productivos, de sus necesidades y sus requerimientos.
En la misma línea de pensamiento se encuentra Roberto Rodríguez Gómez, quien afirma en un interesante trabajo que el mercado ha obligado a variar la esencia de la educación superior. En sus palabras:
Los procesos de crecimiento, expansión, diversificación, especialización y diferenciación de los sistemas de educación superior, aunados a la generalización de la informática y de las telecomunicaciones, y vinculados a las tendencias de modernización productiva y globalización de los mercados, han dado lugar a nuevos escenarios y configuraciones en el panorama de la educación superior contemporánea. Un aspecto fundamental en la dinámica de cambios experimentada por los SES en el mundo se deriva de su papel en la formación de recursos intelectuales, con la capacidad de producir riqueza a medida que participan en la materialización de tecnologías, organización, inteligencia, productividad y consumo racional. Las tesis en boga sobre el crecimiento económico resaltan el vínculo micro y macroeconómico entre el incremento de la base de conocimientos, la productividad y la competitividad. En las economías desarrolladas hay suficiente evidencia como para demostrar que los sectores que utilizan sistemáticamente insumos de conocimiento científico y fuerza laboral educada crecen más rápidamente y generan mayores ganancias.
En esa misma tesitura, el investigador Roberto Rodríguez Gómez, del Colegio de México, sostiene que en los modelos nacionales de crecimiento y desarrollo, el conocimiento y la información tienen mucho más valor en la sociedad de hoy como factores de productividad y competitividad. Esto así, según el autor, porque, por una parte, del sector moderno de la economía requiere en forma creciente competencias profesionales de nivel universitario, y muy especialmente de postgrado. Y, por la otra, sigue diciendo, los jóvenes, y por qué no, también los adultos, perciben en la formación universitaria una vía privilegiada para acceder a las oportunidades de empleo que ofrecen los segmentos más dinámicos de la economía formal. ¿Qué resultado ha traído esta situación? Según el autor, se pueden definir los siguientes:
1. Expansión de la matrícula en todos los niveles y modalidades del sistema.
2. Diversificación de tipos institucionales, funciones y fuentes de financiamiento.
3. Presencia creciente de inversión privada en la oferta educación superior.
4. Procesos de privatización y mercantilización de los servicios educativos.
5. La instauración de modelos empresariales y corporativos.
6. Contratación de proveedores privados para realizar tareas complementarias a las funciones académicas (outsourcing).
7. Alianzas estratégicas entre universidades, corporaciones y sector público.
8. Convergencia (nacional e internacional) de modelos, respuestas y soluciones a través de la adopción o adaptación de lineamientos de política educativa recomendados y apoyados por organismos supranacionales, principalmente la banca multilateral.
9. Instancias de coordinación de nivel nacional y regional. Reformas de gobierno universitario y otros cambios normativos. Nuevos modelos de distribución de recursos en las instituciones. [5]
Después de leer a Jarvis y a Rodríguez surgen muchos cuestionamientos. ¿Puede la universidad de hoy estar de espaldas a la sociedad y al mercado? ¿Debe la universidad someterse pura y simplemente a la ley de la oferta y demanda que impone la sociedad occidental? ¿Debe olvidar la universidad su papel reflexivo y de referente crítico de la sociedad? Seguimos en la próxima
1 Michael Gibbons, Pertinencia de la educación superior en el siglo XXI, 1998, Conferencia Mundial de La UNESCO sobre educación superior, 1998,
http://www.humanas.unal.edu.co/contextoedu/docs_sesiones/Gibbo_victor_manuel.pdf
2 Cf. Peter Jarvis, Universidades Corporativas. Nuevos modelos de aprendizaje en la sociedad global, Narcea Ediciones, Madrid, 2006. Pp. 14 y siguientes
3 Ibídem, pp. 18 y 19
4 Roberto Rodríguez Gómez La educación superior en el mercado: configuraciones emergentes y nuevos proveedores, http://firgoa.usc.es/drupal/files/configuraciones.pdf
5 Ibidem
http://hoy.com.do/hacia-donde-va-la-educacion-superior-una-reflexion-1/autor/mukienadriana/

¿Hacia dónde va LA EDUCACIÓN SUPERIOR? Una reflexión. 2

Por 
mu-kiensang[@]pucmm.edu.do 
08 agosto, 2015 2:00 am
El siglo XXI ha traído consigo una enorme cantidad de transformaciones en muchas esferas de la vida social, educativa, tecnológica, científica y familiar. Estas transformaciones han tocado de manera particular el ámbito educativo, con reformas en sus modelos educacionales y con ello los estudiantes universitarios hacen una ruptura con paradigmas de corte positivista en donde el alumno era visto como una fuente restringida por los arreglos contingenciales del profesor programador, los cuales se establecen incluso antes de la situación instruccional. Aquel sujeto cuyo desempeño y aprendizaje escolar podía ser arreglado desde el exterior, se encuentra en un proceso de emancipación y toma conciencia ahora participa activamente en su propio aprendizaje. Muchas universidades en México trabajan para dar un giro decisivo proporcionando autonomía en sus estudiantes, mediante modelos como el constructivista, al mismo tiempo que se requiere tengan un pensamiento crítico, pero; esa autonomía no es auténtica, los estudiantes se subsumen al currículo de su institución y generan aprendizajes que se limitan a lo que se les evaluará, aun así el estudiante es reificado. María Zúñiga Sánchez[1]
Ante los cambios que acontecen en el mundo, se impone una revisión crítica del estudiante que ingresa a la universidad, tanto en el nivel de grado como en el de postgrado. El universitario que queremos, o que estamos obligados a recibir, debe tener determinadas características. Josefina Espinoza Jara y Mónica Ylizaliturri Montemayor sostienen, en un trabajo interesante dirigido a la universidad mexicana, que el mundo de hoy impone a los profesionales que van al mercado poseer como condición necesaria y suficiente, las habilidades y competencias que exige el entorno globalizado de la economía mundial. Esta necesidad supone, al mismo tiempo, un cambio profundo en el profesorado universitario. Esta afirmación nos lleva a la pregunta clave: ¿Tienen las universidades profesores capacitados y actualizados pedagógica y disciplinarmente? ¿Están preparadas las universidades para responder a los cambios?
Las autoras sostienen que en la década de 1980 con terminar la preparatoria, tener la papelería en regla, tener los recursos necesarios, contar con el deseo de estudiar como forma de sobresalir en su ambiente, solicitar el ingreso a la institución y ser admitido, parecían bastar para inscribirse y ponerse a estudiar la carrera universitaria seleccionada, y por si quedaba alguna duda o deseo de cambio, solicitarlo e ingresar a la otra carrera que se consideraba era mejor o conveniente[2]. Sin embargo, afirman las académicas, hoy en día las políticas y el perfil de ingreso de los estudiantes han tenido que cambiar, por lo que las instituciones de educación superior se han visto en la necesidad de definir procesos de admisión más rigurosos y a considerar aspectos importantes del entorno. Se ha producido esto en RD? Lo dudo!!!!
Muchas universidades, dicen las autoras, buscan evaluar de forma integral la admisión a las universidades, contemplando aspectos académicos, escolares, económicos, de política institucional, de desarrollo nacional, de comunidad, de valores, del entorno y de la globalización. A juicio de Josefina Espinoza Jara y Mónica Ylizaliturri Montemayor, de esta realidad se derivan dos situaciones. La primera se refiere a las políticas y decisiones propias de la institución educativa; y la segunda abarca al entorno donde se ve inmerso tanto la institución educativa como el propio alumno interesado en su educación universitaria.[3] Las profesoras mexicanas señalan las características ideales que debe tener el nuevo estudiante universitario:
1. Capacidad de análisis e investigación.
2. Saber enfrentar y resolver retos y desafíos.
3. Uso de tecnología de medios
4. Capacidad para cursar materias en modalidad escolarizada y no escolarizada (virtual).
5. Intercambio de ideas en la propia cultura y otras culturas.
6. Diversidad cultural y respeto y conocimiento por la propia.
7. Dominio de un segundo idioma, al menos.
8. Capacidad para tener acceso y decisión de intercambio a otras ofertas educativas a nivel global.
9. Demostrar cualidades y valores adquiridos y desarrollarlos como alumno universitario.
10. Desarrollo de habilidades, de liderazgo y riqueza de conocimiento.
11. Disciplina y creatividad.
12. Demostrar habilidad para dominar nuevas tecnologías.
13. Capacidad para resolver problemas tanto científicos como analíticos.
14. Gusto por la responsabilidad social, el trabajo comunitario y el desarrollo sustentable.
15. Manejo apropiado del conocimiento, la información, el aprendizaje, y lo que se derive propio de su conocimiento e intelecto.
16. Capacidad para trabajar en equipos de alto rendimiento.
17. Gusto por la actualización profesional y personal.
18. Reconocer las transformaciones a nivel nacional e internacional y adaptarse a los tiempos que estas exigen.
19. Reconocer que se vive en una era globalizada, con exigencias a nivel personal, profesional y laboral.
20. Dominio del conocimiento necesario y previo a la carrera universitaria seleccionada.
21. -Contar con los recursos necesarios, principalmente económicos y de tiempo, para enfrentar los trámites administrativos, financieros y académicos. O bien tener la capacidad de conseguir alternativas de financiamiento o becas.
22. Gusto y hábito por la documentación y probación de actividades y resultados alcanzados. [4]
Esas características son las ideales. La pregunta lógica que surge de estas 22 características que debe tener el estudiante universitario es la siguiente ¿No serán esas las condiciones de salida, y no las de entrada?
Más aún, la institución de educación superior debe buscar un equilibrio forzoso entre lo que aspira y la realidad que se le adviene; teniendo a veces que sortear una serie de dificultades, que le obliga a renunciar a algunas de esas maravillosas características. Josefina Espinoza Jara y Mónica Ylizaliturri Montemayor señalan, entre otras las siguientes:
1. Oferta y demanda educativa.
2. Políticas sobre el desarrollo nacional.
3. Los planes estratégicos de la institución educativa.
4. Los requerimientos o demandas de los diversos sectores sociales, de mercado, políticos, económicos, de crecimiento sustentable y de derechos humanos.
5. La globalización y el intercambio internacional sin fronteras, como los tratados de libre comercio y Unión Europea.
6. Aplicación de pruebas de rendimiento institucionales, locales, nacionales e internacionales.
7. Mantener el prestigio institucional balanceado con la oferta y demanda educativa. [5]
Así pues, la universidad del siglo XXI debe mirar hacia el futuro y entender que los jóvenes que acuden a ella llegan con una visión distinta del mundo. Finalizo este ensayo con una hermosa frase de Ortega y Gasset:
Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñes.
[1] María Zúñiga Sánchez, LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS DEL SIGLO XXI EN MÉXICO: DE LA PASIVIDAD A LA AUTONOMÍA Y AL PENSAMIENTO CRÍTICO, http://www.cite2011.com/Comunicaciones/Escuela/166.pdf
[2]Josefina Espinoza Jara M.A y C.P. Mónica Ylizaliturri Montemayor, El nuevo perfil del alumno universitario en México y las características del entorno actual, http://www.ilustrados.com/tema/11752/nuevo-perfil-alumno-universitario-Mexico-caracteristicas.html
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Cf. Ibídemhttp://hoy.com.do/hacia-donde-va-la-educacion-superior-una-reflexion-2/

¿Hacia dónde va la educación superior? Una reflexión 3

Por 
mu-kiensang[@]pucmm.edu.do 
15 agosto, 2015 2:00 am

Hay que preservar, reforzar y fomentar aún más las misiones fundamentales de los sistemas de educación superior (a saber, educar, formar, llevar a cabo investigaciones y, en particular, contribuir al desarrollo sostenible y al mejoramiento del conjunto de la sociedad) especialmente a fin de formar diplomados altamente cualificados y ciudadanos responsables y de constituir un espacio abierto que propicie la formación superior y el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Además, la educación superior está desempeñando funciones sin precedentes en la sociedad actual, como componente esencial del desarrollo cultural, social, económico y político, y como elemento clave del fortalecimiento de las capacidades endógenas, la consolidación de los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la democracia y la paz, en un marco de justicia. La educación superior ha de velar por que prevalezcan los valores e ideales de la cultura de paz. UNESCO, Conferencia Mundial de Educación Superior, 1998.
Antes de que iniciara el siglo XXI, la UNESCO realizó en París en octubre de 1998 un Conferencia Mundial sobre Educación Superior en la cual se dieron citas los responsables de dirigir los destinos de las universidades de todo el mundo. Por supuesto que las universidades de América Latina estaban presentes. Han pasado 17 años de este importante encuentro, y todavía la región, con excepciones, sigue rezagada, muy rezagada, más que rezagada.
En los rankings mundiales de universidades, muy pocas universidades latinoamericanas ocupan lugares entre las 100 mejores. Excepciones hay, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Pontificia Universidad Católica de Chile, así como algunas universidades de Brasil.
En términos globales, el país del continente latinoamericano que mayor desarrollo ha tenido es Brasil, siendo un país referente en el orden de la medicina, especialmente la estomatología. Chile sigue ocupando también un lugar importante como sistema, aunque destacan a nivel mundial solo algunas.
Hurgando en la información que nos ofrece la cibernética podemos encontrar muchas informaciones interesantes. En Perú se realizó en el 2010 un censo universitario que arrojó la existencia de 56,358 estudiantes de postgrado, cifra que se ha multiplicado con respecto al primer censo universitario que se realizó 14 años antes. Otro datos interesante es que arroja que el 56% cursaba sus estudios en universidades privadas, mientras el 43.6% lo hacía en universidades públicas. El censo también mostró que el 59% de estudiantes son mujeres y un 41% varones. Una tendencia que, como sabemos, existe en nuestro país, República Dominicana. El estudio también reveló que el 47.8% cursaba un postgrado porque le daba mayores posibilidades de empleo; el 38.4% lo hacía para mejorar sus expectativas económicas y solo un 15.4% por motivos de superación personal. Otros datos interesantes que arroja el censo es que el 79.1% cursaba la primera maestría, el 7.2% un doctorado, y el 13.7% estaba cursando su segunda especialización. [1]
El caso de Chile es el más interesante. El Consejo de Rectores de Universidades Chilenas publicó en su página oficial una serie de estadísticas muy ilustrativas, que refleja la misma tendencia: ampliación de los estudiantes en el nivel de Postgrado; énfasis en las maestrías de las áreas de negocios y ciencias; escasez de oferta y demanda en maestrías humanísticas; un mayor número de ofertas a nivel de maestrías que de doctorados; y, como se podrá observar en el último cuadro que se muestra en las páginas que siguen, una decisión bastante avanzada de acreditación de sus programas en acreditadoras internacionales. Un sueño que todavía tenemos en nuestro país y nuestra institución. Destaco los desafíos propuestos por el CRUNCH refiriéndose a su país:
Articulación pregrado /postgrados. Maestrías profesionales
Movilidad estudiantil en Chile e internacional
Definir mecanismos que potencien los programas de maestrías en el país.
Aseguramiento de la calidad: acreditación por agencias
Su decisiva política de acreditación de las carreras y de los programas de Postgrado con agencias acreditadoras internacionales, coloca a esas universidades en peldaños superiores al resto de América Latina. Sin lugar a dudas, ese lejano país latinoamericano es un ejemplo a seguir. La sociedad chilena en su conjunto decidió un plan de desarrollo, que incluía no solo las metas económicas, sino también las educativas. A nivel de la educación superior, se definieron las prioridades y se establecieron las metas sobre formación profesional. En la próxima década han decidido formar doctores que compitan con los europeos y norteamericanos. Si nos fijamos en otro de los desafíos, Chile ha definido como un elemento clave el vínculo entre grado y postgrado; y en segundo lugar, la definición de maestrías profesionalizantes.
En torno al rumbo que están tomando las universidades latinoamericanas, Roberto Rodríguez Gómez sostiene que las transformaciones que han ocurrido y están ocurriendo, no cabe duda de que transcurren en un escenario “de relativa retracción de las funciones estatales de rectoría económica y provisión de los satisfactores sociales. Es un hecho reconocido que, en los países en desarrollo, la demanda actual de educación superior supera con creces la capacidad de respuesta de los gobiernos. Si se toma como referencia a la región latinoamericana, se advierte que en solo veinte años los SES nacionales transitaron de una condición de claro predominio público a otra en que el financiamiento mixto es una pauta general. “ [2]
La opinión del profesor Rodríguez se confirma con el informe que elaboró UNESCO y el IESALC, cuando afirma que en el continente se está produciendo un fenómeno tan interesante como peligroso, pues las universidades no han dado respuestas a la demanda de los nuevos tiempos, y sin embargo han crecido de manera exponencial, en número de ofertas como en su población:
Las profundas transformaciones ocurridas en las universidades latinoamericanas, expresadas en un proceso de masificación, feminización, privatización, regionalización, diferenciación y segmentación, sumado a los propios cambios de esas sociedades sumidas en un proceso de urbanización, de cambio demográfico, de transformación productiva y de apertura económica, cambiaron sustancialmente el rol y las características de los estudiantes. La masificación estudiantil ha sido el eje protagónico de ese proceso dado que ello ha sido causa y efecto de la propia diferenciación. Tal proceso de expansión matricular se ha producido desde fines de los ochenta, y se ha acelerado desde mediados de los noventa.[3]
En efecto, las cifras que nos ofrece este estudio son alarmantes. El gran crecimiento de las universidades se ha producido a partir del año 2000. Los expertos aseguran que se ha producido un ingreso anual de casi 835 mil nuevos alumnos. A partir de ese año el incremento anual en la región en términos absolutos es de unos 835 mil alumnos, una cifra bastante elevada si se compara con los 700 mil del período 94-99. Afirman que entre 1994 y el 2003, la matrícula universitaria en toda la región aumentó en 83%, alcanzando la astronómica cifra de 15 millones de estudiantes latinoamericanos de educación superior en el año 2005. Una cifra para alarmarse, si se toma en cuenta que las universidades del continente y sus islas, con sus excepciones, no se han transformado cualitativamente acorde a las exigencias de los nuevos tiempos.
Una realidad incuestionable es que para que las universidades de América Latina puedan alcanzar los niveles que establecen los Rankings internacionales, especialmente el más famoso, el de Londres, se necesita que se afronte el tema de la educación superior como parte de un todo. No es posible abordarlo, sin antes analizar en toda su complejidad la educación como conjunto. Por eso es indispensable que exista un proyecto de nación. Abordar el problema de desarrollo desborda el tema educativo, de eso no hay dudas. Seguimos en la próxima.
[1] http://noticias.universia.edu.pe/en-portada/noticia/2011/01/28/785290/mas-50-estudiantes-desean-cursar-estudios-postgrado-extranjero.html
[2] Roberto Rodríguez Gómez La educación superior en el mercado: configuraciones emergentes y nuevos proveedores, http://firgoa.usc.es/drupal/files/configuraciones.pdf
[3] UNESCO-IESALC, Informe sobre la educación superior en América Latina y El Caribe, http://www.oei.es/salactsi/informe_educacion_superiorAL2007.pdf

http://hoy.com.do/hacia-donde-va-la-educacion-superior-una-reflexion/autor/mukienadriana/

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