domingo, 17 de septiembre de 2017

Estados Unidos sopesa cerrar su embajada en Cuba por el misterioso caso de los ataques sónicos

Estados Unidos sopesa cerrar su embajada en Cuba por el misterioso caso de los ataques sónicos

El secretario de Estado Rex Tillerson califica lo ocurrido de "muy grave"

La embajada de EE UU en La Habana. 
Un misterio de novela de espías ha puesto de nuevo en peligro las delicadas relaciones entre EE UU y Cuba. Los problemas de salud sufridos por 21 diplomáticos americanos y cinco canadienses por causas desconocidas –atribuidos a un posible ataque sónico pero sin resultados concluyentes aún en la investigación liderada por el FBI– han llevado a la Casa Blanca ha sopesar incluso la posibilidad de cerrar su embajada en La Habana, reabierta en el verano de 2015 tras más ce medio siglo de anatagonismo diplomático. "Lo tenemos bajo evaluación"; ha dicho Rex Tillerson.
El secretario de Estado entreabrió la puerta a esta drástica decisión este domingo en una entrevista en televisión. Tillerson calificó el asunto de "muy grave". Este viernes cinco senadores republicanos, entre ellos el poderoso cubanoamericano con potencial presidencial Marco Rubio, enviaron una carta al Departamento de Estado en la que urgían a exigir a Cuba una explicación de lo ocurrido y proponían clausurar la legación si el gobierno de la isla no aclaraba lo sucedido con premura.
Washington de momento no ha culpado de nada a La Habana y el presidente Donald Trump no se ha manifestado al respecto, un hecho llamativo dada la tendencia del presidente a entrar el tapo de las controversias y a su aversión al régimen cubano. En junio el mandatario anunció una reversión parcial –por concretarse sobre el papel– de la política de acercamiento a La Habana de Obama.
Cuba ha aseverado que no tiene nada que ver con los supuestos ataques. La inteligencia cubana está colaborando con el FBI y la Real Policía Montada de Canadá en la investigación y el presidente Raúl Castro se ha reunido con el jefe de la diplomacia de EE UU en Cuba, Jeffrey DeLaurentis, para darle su palabra de que los suyos son inocentes. Los analistas coinciden en que es inverosímil pensar que los altos mandos cubanos hayan decidido atacar a la diplomacia estadounidense cuando desde 2014 están inmersos en un proceso de restablecimiento de las relaciones bilaterales. El turismo y el potencial inversor de EE UU son claves para el desarrollo económico de la isla.
Tillerson se ha referido al enigmático caso con la palabra "incidentes". El Departamento de Estado ha empleado el término "ataques a la salud". Todo es vago porque el FBI es incapaz de averiguar qué pasó. Los hechos tuvieron lugar, salteados, entre noviembre de 2016 y primavera de 2017 en las residencias de funcionarios estadounidenses y canadienses, provistas por el Gobierno cubano. El personal afectado y sus familias fueron trasladados de vuelta a sus países. Entre los estadounidenses se han registrado daños en el sistema nervioso, lesiones auditivas y lagunas de vocabulario, además de otros síntomas como mareos o náuseas.
La principal hipótesis ha sido hasta ahora la del ataque sónico. De acuerdo con las fuentes de la investigación citadas por medios americanos, se baraja que se haya podido tratar de una agresión con algún aparato de infrasonidos –ondas por debajo del especto audible– pero también se ha contemplado la opción de que fueran ultrasonidos –por encima de lo audible–. Algunas víctimas han asegurado que oyeron sonidos extraños. También se menciona la posibilidad de que se haya empleado un arma electromagnética. Pero a estas alturas no se sabe lo que ocurrió ni quién es culpable.
Sobre los responsables, se maneja la hipótesis de que haya podido ser una facción de la inteligencia cubana contraria al acercamiento a EE UU o un tercer país rival de EE UU –se mencionan Rusia, Irán y Corea del Norte– por su cuenta o aliado a tales agentes boicoteadores del régimen.
El exanalista de la CIA especializado en Cuba Brian Latell afirma: "Nunca había visto nada igual y no soy capaz de explicármelo. Una posibilidad es que fuera una operación de inteligencia cubana que salió mal, y otra que estén detrás elementos que quisieran hacer descarrilar el proceso con Washington. En caso de que se tratara de esto último supongo que el Gobierno cubano tendrá que encargarse de ellos, pero si fuera así y lo hacen nunca se hará público y nunca nos enteraremos", razona el profesor e investigador de la Florida International University (FIU). William LeoGrande, experto en asuntos cubanos de la American University de Washington, subraya que el caso no tiene precedentes, que Cuba nunca pasó de "hostigar sin daños" al personal americano en la isla y apuesta por un desenlace similar: "Probablemente no sabremos quién, por qué ni cómo lo hizo".
Pese a este turbulento episodio sin resolver –que en mayo llevó a la expulsión de dos diplomáticos cubanos de EE UU como represalia– y a la declaración de hostilidad de Trump hacia La Habana, las relaciones impulsadas por la administración de Obama prosiguen. El viernes funcionarios de ambos países se reunieron en Washington para tratar la colaboración bilateral en materia de seguridad, justicia y combate al crimen organizado. "La reunión transcurrió en un clima de respeto y profesionalidad", resume la nota de Granma, el órgano de prensa del Partido Comunista de Cuba. https://elpais.com/internacional/2017/09/17/estados_unidos/1505666740_202342.html

EEUU: “Si Corea del Norte mantiene su temeraria conducta, será destruida”

EEUU: “Si Corea del Norte mantiene su temeraria conducta, será destruida”

El presidente Trump llama “hombre cohete” al líder del régimen norcoreano

La embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, el viernes pasado en la Casa Blanca.
La embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley, el viernes pasado en la Casa Blanca. AP
La presión no deja de subir. En la antesala de la Asamblea General de la ONU, Washington ha vuelto a responder con pólvora verbal a la escalada balística y nuclear del régimen de Pyongyang. “Si Corea del Norte mantiene su temeraria conducta, los Estados Unidos deberán defenderse y defender a sus aliados, Corea del Norte será destruida; es algo que ninguno de nosotros quiere, no queremos la guerra”, afirmó este domingo en CNN la embajadora de EEUU ante la ONU, Nikki Haley.
Sus palabras remachan una semana en la que Washington ha vuelto a chocar con el tiránico Líder Supremo, Kim Jong-un. Tras lograr que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobase por unanimidad una octava ronda de sanciones contra Corea del Norte, el régimen totalitario respondió con una nueva prueba. Un cohete que sobrevoló Japón y recordó al mundo que su programa balístico y nuclear avanza a marchas forzadas. No es sólo que haya ensayado con éxito una bomba de hidrógeno de 250 kilotones o que la base militar estadounidense de Guam ya esté al alcance de sus misiles, sino que ante cualquier movimiento para frenar su expansión atómica, Kim Jong-un muestra una inveterada disposición a apretar el acelerador.
“Nuestra meta es establecer el equilibro de fuerza real con Estados Unidos y hacer que los gobernantes estadounidenses no se atrevan a hablar de una opción militar para la República Democrática Popular de Corea”, ha llegado a decir el dictador.
Ante este pulso, EEUU juega contrarreloj. Confía en el estrangulamiento económico, pero teme que sus efectos no sean lo suficientemente rápidos como para impedir que Pyonyang complete su objetivo de disponer de un misil nuclear intercontinental. La consecuencia de esta incertidumbre ha sido doble. Primero, ha empujado a Washington a redoblar la presión en la ONU. “Les hemos limitado el 30% del petróleo y el 90% del comercio, y se notará. Esto es solo el inicio de lo que podemos hacer. Y ahora hay un cambio; tenemos a Rusia y China de nuestra parte”, recordó el viernes Haley. Pero al mismo tiempo, ha sacado a relucir la opción militar. La disuasión por la fuerza. No como respuesta prioritaria, pero sí como recurso final. “Queremos ser responsables y agotar todas las vías diplomáticas. Pero si esto no funciona, el jefe del Pentágono, el general Jim Mattis, se hará cargo del asunto”, dijo hoy Haley.
En este tira y afloja, el presidente Donald Trump ha mantenido ambas espadas en alto. Igual ha amenazado con “fuego y furia” a Corea del Norte, que ha redoblado sus conversaciones con los presidentes de China, Japón y Corea del Sur. Con este último volvió a hablar el sábado por la noche en preparación de la reunión que celebrarán en Nueva York este miércoles aprovechando la Asamblea de la ONU. En el diálogo, como hizo público Trump en Twitter, halló un nuevo modo de referirse a su archienemigo, el líder norcoreano Kim Jong-un: “el hombre cohete”. Una forma gráfica de sintetizar cómo el presidente de la nación más poderosa del mundo ve la explosiva cuestión. https://elpais.com/internacional/2017/09/17/estados_unidos/1505667465_842791.html

Políticos, promesas y cumplimiento - por PAUL KRUGMAN

OPINIÓN

Políticos, promesas y cumplimiento

Bernie Sanders, senador y precandidato demócrata en las elecciones de 2016.
Bernie Sanders, senador y precandidato demócrata en las elecciones de 2016. GETTY
El miércoles, Donald Trump exigió al Congreso que actuara con celeridad para aprobar su plan de reforma tributaria. Pero lo cierto es que, hasta el momento, no ha presentado ningún plan. No solo no hay una propuesta legislativa detallada, sino que su Gobierno no ha acordado siquiera las líneas básicas de lo que quiere. Por otro lado, 17 senadores demócratas —más de un tercio del grupo— firmaron el llamamiento de Bernie Sanders para ampliar la sanidad pública a toda la población. Por el momento, sin embargo, Sanders tampoco ha presentado un cálculo de cuánto costaría hacerlo, ni una propuesta específica de cómo pagarlo. No insinúo que se trate de casos comparables: la característica mezcla trumpiana de ignorancia y fraude no tiene parangón entre los demócratas. Aun así, ambas noticias plantean la duda de cuánto influye, si es que influye algo, la claridad política en la capacidad de los políticos para ganar las elecciones y, quizá más importante, para gobernar.
Respecto a las elecciones: el hecho de que Trump esté en la Casa Blanca da a entender que los políticos pueden contarle al electorado casi cualquier cosa que suene bien. Al fin y al cabo, Trump prometió bajar los impuestos, proteger la Seguridad Social y el Medicare para mayores frente a los recortes, proporcionar un seguro sanitario a todos los estadounidenses y saldar la deuda, y no ha pagado ningún precio por la evidente incongruencia de estas promesas. Pero claro, la aritmética tiene un sesgo liberal bien conocido, y el compromiso de los medios de comunicación convencionales con el ‘equilibrio’ garantiza suficiente equivalencia falsa como para oscurecer hasta la mentira más obvia.

Por otro lado, el ignominioso fracaso del Trumpcare muestra que a veces la realidad sí tiene importancia. Es cierto que los republicanos llevan mucho tiemposin pagar precio alguno por mentir acerca del Obamacare; de hecho, aquellas mentiras les ayudaron a hacerse con el control del Congreso. Pero cuando obtuvieron también el control de la Casa Blanca, y la perspectiva de revocar la Ley de Atención Sanitaria Asequible se hizo real, las mentiras les pasaron factura. En cuanto la ciudadanía comprendió que con los planes de los republicanos decenas de millones de personas perderían su cobertura, se produjo una enorme reacción; tal vez esa reacción les permita a los demócratas recuperar la Cámara de Representantes el próximo año, a pesar de la manipulación de las circunscripciones electorales y las demás desventajas estructurales a las que se enfrentan.
Tener una visión de futuro es bueno, pero ser conscientes de las dificultades, también. Aviso a los demócratas
La historia de la reforma tributaria empieza a parecer un poco similar. Durante la campaña, Trump pudo presentarse como un populista económico y al mismo tiempo ofrecer un plan fiscal que añadiría seis billones de dólares al déficit, y la mitad de cuyo beneficio iría a parar al 1% más rico de la población. Pero lo de dar gato por liebre tal vez no funcione cuando el proyecto de ley real esté sobre el tapete. De hecho, el propio Trump parece estar experimentando disonancia cognitiva. “Los ricos no ganarán nada con este plan”, declaró el miércoles. Al igual que las afirmaciones de que su reforma sanitaria no harían que nadie perdiese la cobertura, esta declaración suscita dudas acerca de qué le pasa por la cabeza: ¿no tiene ni la más remota idea, está mintiendo, o ambas cosas a la vez? Pero, en cualquier caso, las declaraciones como estas van a dificultar todavía más la aprobación de cualquier cosa: la diferencia entre lo que él afirma y aquello que los congresistas republicanos estén dispuestos a respaldar es tan grande que prácticamente invita al ridículo y a otra reacción popular. Y yo añadiría que las rebajas de impuestos a las multinacionales y a los ricos tienen poco respaldo popular. Incluso muchos que se identifican como republicanos, especialmente entre los votantes de la clase trabajadora que apoyaron a Trump, responden en los sondeos que las multinacionales y los ricos pagan demasiado poco, no demasiado. Por lo visto, Trump se imagina que puede reunir un amplio apoyo de los votantes a sus planes tributarios, pero resulta difícil ver cómo.
La pregunta es si la apuesta de los demócratas por una sanidad pública de pagador único está llevándoles por un camino similar. A diferencia de prácticamente todo lo que Trump y compañía proponen, un Medicare para todos es una idea básicamente buena. Pero el hacerla realidad en la práctica probablemente supondría afrontar un grave revés político. Para empezar, porque exigiría un aumento considerable de los impuestos. Y también porque significaría decirles a millones de estadounidenses que contratan una póliza sanitaria privada a través de sus empleadores, y están en general satisfechos con su cobertura, que deben renunciar a ella y aceptar algo distinto. Pueden decirles que el nuevo sistema será mejor, pero ¿se lo creerán?
Es posible que estas preocupaciones no parezcan muy destacables ahora mismo: teniendo en cuenta que los republicanos controlan la Casa Blanca, lo del pagador único será en el mejor de los casos una mera aspiración durante tres años largos. Pero ¿y si el apoyo rígido al pagador único frente a un respaldo relativamente flexible a la cobertura universal, sin importar cómo se obtenga, se convierte en una prueba de fuego? En ese caso, los demócratas podrían acabar encontrándose con una debacle parecida a la del Trumpcare, incapaces tanto de aplicar su sueño irrealista como de abandonarlo. Lo que quiero decir es que, si bien las promesas poco realistas tal vez no perjudiquen a uno durante las elecciones, pueden convertirse en un gran problema cuando intenta gobernar. Tener una visión de futuro es bueno, pero ser realista acerca de las dificultades, también. Demócratas, tenedlo en cuenta. https://economia.elpais.com/economia/2017/09/15/actualidad/1505488566_608241.html
Las ofertas poco realistas tal vez no son perjudiciales en la campaña electoral pero son un problema a la hora de gobernar
PAUL KRUGMAN ES NOBEL DE ECONOMÍA.
©THE NEW YORK TIMES COMPANY 2017.
TRADUCCIÓN DE NEWS CLIPS.

La bomba de Kim Jong-un - por MARIO VARGAS LLOSA

La bomba de Kim Jong-un

¿Cómo es posible que un ser inculto, de inteligencia primaria, que parece una caricatura de sí mismo, llegue a tener la capacidad de extinguir la civilización?

La bomba de Kim Jong-un
Hijo y nieto de tiranos, tirano él mismo y especialista en el asesinato de familiares, nadie se preocupó demasiado cuando el joven gordinflón y algo payaso Kim Jong-un (tiene ahora 33 años y pesa 130 kilos) tomó el poder en Corea del Norte. Sin embargo, en la actualidad, el mundo reconoce que quien parecía nada más que un pequeño sátrapa mozalbete y malcriado ha materializado el sueño de su abuelo, Kim Il-sung, fundador de la dinastía y de Corea del Norte, pues tiene en sus manos la llave de una catástrofe nuclear de dimensiones apocalípticas que podría retroceder el planeta a la edad de las cavernas o, pura y simplemente, desaparecer en él toda forma de vida. Sin dejar de temblar, hay que quitarse el sombrero: ¡vaya macabra proeza!
Cuando en octubre de 2006 Corea del Norte llevó a cabo su primera prueba nuclear nadie le hizo mucho caso y los científicos occidentales ningunearon aquel experimento ridiculizándolo: tener bombas atómicas estaba fuera del alcance de esa satrapía miserable y hambrienta. Y, en todo caso, si las cosas se ponían serias, China y Rusia, más realistas que su perrito faldero norcoreano, lo pondrían en vereda. En aquella época todavía hubiera sido posible parar en seco a Kim Jong-un mediante una acción militar limitada que pusiera fin a sus sueños de convertir a su país en una potencia nuclear y sirviera de escarmiento preventivo al “Brillante Camarada”, como llaman los norcoreanos al amo del país.
Hoy día ya no es posible aquella acción militar, por más que el presidente Trump haya amenazado a Corea del Norte con “una furia y un fuego jamás vistos en el mundo”. Y no lo es por la sencilla razón de que, en primer lugar, aquella acción ya no sería “limitada” sino de gran envergadura —lo que significa miles de muertos—, y, en segundo, porque la respuesta de Kim Jong-un podría causar otra matanza gigantesca en los propios Estados Unidos, o en Corea del Sur y Japón, y quién sabe si desatar una guerra generalizada en la que todo el siniestro polvorín nuclear en que está convertido el mundo entraría en actividad. Perecerían así millones de personas.
Esta perspectiva parecerá absurda y exagerada a mucha gente racional y sensata, que está a años luz de ese joven extremista que goza de poderes absolutos en su desdichado país, y al que, probablemente, la condición de dios viviente a que ha sido elevado por la adulación y el sometimiento de sus veinticinco millones de vasallos hace vivir una enajenación narcisista demencial que lo induce a creer aquello de lo que alardea: que la minúscula Corea del Norte, dueña ahora de una bomba varias veces más poderosa que las que se abatieron sobre Hiroshima y Nagasaki, puede, si lo quiere, herir de muerte a Estados Unidos. Podrá no desaparecerlo, pero sí infligirle daños monumentales si es verdad que su bomba de hidrógeno es capaz de ser acoplada a uno de esos misiles que, por lo visto, ya podrían alcanzar las costas norteamericanas.
La racionalidad y la sensatez llevaron a los países occidentales a responder al desafío nuclear norcoreano con sanciones, que, aprobadas por las Naciones Unidas, han ido aumentado en consonancia con los experimentos nucleares de Pyongyang, sin llegar, sin embargo, por la oposición de Rusia y China, a los extremos que quería Estados Unidos. En todo caso, convendría reconocer la verdad: esas sanciones, por duras que sean, no servirán absolutamente para nada. En vez de obligar al líder estalinista a dar marcha atrás le permitirán, como las sanciones económicas de Estados Unidos a Cuba, que, al igual que lo hacía Fidel Castro, responsabilice a Washington y al resto de países occidentales de la penuria económica que sus políticas estatistas y colectivistas han acarreado a su nación. Pues, gran paradoja, las sanciones sólo son eficaces contra sistemas abiertos, donde hay una opinión pública que, afectada por aquellas, reacciona y presiona a su Gobierno para que negocie y haga concesiones. Pero, contra una dictadura vertical, cerrada a piedra y lodo contra toda actividad cívica independiente, como es Corea del Norte, las sanciones —que, por otra parte, jamás llegan a materializarse por completo, pues abundan los Gobiernos que las violan, además de los contrabandistas— no afectan a la cúpula ni a la nomenclatura totalitaria, sólo al pueblo que tiene que apretarse cada vez más el cinturón.
Las sanciones no sirven: le permitirán culpar a EE UU de la penuria que sus políticas acarrean
Quienes creen que las sanciones pueden amansar a Kim Jong-un citan el ejemplo de Irán: ¿acaso allí no funcionaron? Sí, es verdad, las sanciones hicieron tanto daño económico y social al régimen de los ayatolás, que la jerarquía se vio obligada a negociar y poner fin a sus experimentos nucleares a cambio de que las sanciones fueran levantadas. Aunque se trate en ambos casos de dictaduras, la iraní está lejos de ser un régimen unipersonal, dependiente exclusivamente de un sátrapa. Irán tiene una estructura dictatorial religiosa que permite una acción cívica, dentro, claro está, de los parámetros rígidos de obediencia a la “legalidad” emanada del propio sistema. En el mismo régimen hay diferencias, a veces grandes, y una acción cívica es capaz de manifestarse.
Si las cosas son así ¿qué cabe hacer? ¿Mirar a otro lado y, por lo menos los creyentes, rezar a los dioses que las cosas no vayan a peor, es decir, que un error o accidente no ponga en marcha el mecanismo de destrucción que podría generar una guerra atómica? Esto es, en cierto modo, lo que está ocurriendo. Basta ver la prensa. Si lo que está en juego es, nada más y nada menos, la posibilidad de un cataclismo planetario, el tema debería seguir ocupando las primeras planas y los comentarios centrales en el mundo de las comunicaciones. El experimento de una bomba de hidrógeno ocupa uno o dos días las primeras planas de los diarios y las televisiones; luego pasa a tercer o cuarto lugar y, por fin, un ominoso silencio cae sobre el asunto, que sólo lo resucitará con un nuevo experimento —sería el séptimo—, que acarrearía nuevas sanciones, etcétera.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? En muchísimos sentidos el mundo ha ido mejorando en las últimas décadas, dando pasos gigantescos en los campos de la educación, de los derechos humanos, de la salud, de las oportunidades, de la libertad, dejando atrás las peores formas de la barbarie que a lo largo de tantos siglos causaron sufrimientos atroces a la mayor parte de la humanidad. Para una mayoría de seres humanos, el mundo es hoy menos cruel y más vivible. Y, sin embargo, jamás ha estado la humanidad tan amenazada de extinción como en esta era de prodigiosos descubrimientos tecnológicos y donde la democracia —el régimen menos inhumano de todos los que se conocen— ha dejado atrás y poco menos que desaparecido a los mayores enemigos que la amenazaban: el fascismo y el comunismo.
No tengo ninguna respuesta a esa pregunta que formulo con un sabor de ceniza en la boca. Y temo mucho que nadie tenga una respuesta convincente sobre por qué hemos llegado a una situación en la que un pobre diablo seguramente inculto, de inteligencia primaria, que en las pantallas parece una caricatura de sí mismo, haya sido capaz de llegar a tener en sus manos la decisión de que la civilización siga existiendo o se extinga en un aquelarre de violencia.
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© Mario Vargas Llosa, 2017. https://elpais.com/elpais/2017/09/15/opinion/1505469812_048331.html