Abandonar la mentalidad archipiélago y actuar como continente
El lastre fragmentario que ha arrastrado nuestra sociedad durante tanto tiempo, ha logrado crear una mentalidad tan individualista en casi todas las áreas con influencias o capacidad de decisión, que se han constituido muchas islas. Eso ha dado paso a una especie de Archipiélago Nacional. Esas contradicciones existentes dentro de los diferentes sectores del país, sean políticos, económicos, sindicales, profesionales, etc., se debe desgraciadamente al germen de la disgregación, o al afán protagónico.
Se ha hecho difícil que se acepten los unos a los otros. Los funcionarios gubernamentales quisieran que la oposición se expresara y actuase como a ellos les conviene. La oposición quisiera que los funcionarios gubernamentales fueran los que ellos quieren y actuasen como ellos prefieren. Pero igual ocurre en la mayoría de los sectores, como dentro de las mismas agrupaciones, sin muchas excepciones.
Se ha desarrollado un grado tal de desconfianza, que cada quien juzga por sus propias condiciones. Casi nadie confía en los otros, porque entienden que los otros tampoco confían en ellos. Dicen que caminan hacia el mismo destino, pero prefieren hacerlo por rutas diferentes.
Se puede presumir que eso ocurre, por existir mentalidad de archipiélago y no de continente. Y por más esfuerzos que se intenten, mientras sus análisis se sustenten desde el punto de vista del individualismo, arraigado profundamente en parte importante de la cúpula nacional, no habrá resultados positivos.
Solo con sentido comunitario y humanista, podría abrírsele paso al entendimiento. Pero lamentablemente ellas escasean en estos tiempos. Y lo peor de todo es que se hace difícil, a partir de cierto nivel. Porque además de ser un asunto de toma de conciencia, forman parte de la educación, fundamentalmente en la infancia. Comenzando en las familias, escuelas, universidades, centros de trabajo y en cada una de las actividades humanas.
Esas actitudes que tanta falta hacen, no es solo saber en qué consisten ni llamarse así, sino que hay que inclinarse espontáneamente hacia ellas. Borrar todo lo que signifique egoísmo e individualismo. Darle vigor y convertirlos en realidad. No esperar a que el otro los practique. Practicarlo todos. Especialmente, cuando existe conciencia de su valor, y sobre todo, cuando se comprende que se eleva al máximo, en la medida que se es capaz de sacrificar las propias preferencias para lograr lo que resultaría en provecho de la nación.
Aparte de los escándalos de Odebrecht que consume la nación, están en agenda varios proyectos importantes para el fortalecimiento de nuestra débil institucionalidad democrática. Parte de las Altas Cortes, leyes de partidos y electoral, así como otros asuntos de vital importancia para la institucionalidad democrática.
Para conversar y dialogar, sobre todo, cuando está de por medio el país, al cual se deben todos los sectores y dirigentes, incluyendo al gobierno, los partidos de oposición, especialmente los que cuentan representación nacional, las cúpulas empresariales y otros de importancia, no deberían poner condiciones. Para lograr entendimientos, transparentes, solo hacen falta voluntad, decisión, sentido comunitario y humanista. Ojalá que la sensatez se imponga. Pero también, que la ley actúe.
Se ha hecho difícil que se acepten los unos a los otros. Los funcionarios gubernamentales quisieran que la oposición se expresara y actuase como a ellos les conviene. La oposición quisiera que los funcionarios gubernamentales fueran los que ellos quieren y actuasen como ellos prefieren. Pero igual ocurre en la mayoría de los sectores, como dentro de las mismas agrupaciones, sin muchas excepciones.
Se ha desarrollado un grado tal de desconfianza, que cada quien juzga por sus propias condiciones. Casi nadie confía en los otros, porque entienden que los otros tampoco confían en ellos. Dicen que caminan hacia el mismo destino, pero prefieren hacerlo por rutas diferentes.
Se puede presumir que eso ocurre, por existir mentalidad de archipiélago y no de continente. Y por más esfuerzos que se intenten, mientras sus análisis se sustenten desde el punto de vista del individualismo, arraigado profundamente en parte importante de la cúpula nacional, no habrá resultados positivos.
Solo con sentido comunitario y humanista, podría abrírsele paso al entendimiento. Pero lamentablemente ellas escasean en estos tiempos. Y lo peor de todo es que se hace difícil, a partir de cierto nivel. Porque además de ser un asunto de toma de conciencia, forman parte de la educación, fundamentalmente en la infancia. Comenzando en las familias, escuelas, universidades, centros de trabajo y en cada una de las actividades humanas.
Esas actitudes que tanta falta hacen, no es solo saber en qué consisten ni llamarse así, sino que hay que inclinarse espontáneamente hacia ellas. Borrar todo lo que signifique egoísmo e individualismo. Darle vigor y convertirlos en realidad. No esperar a que el otro los practique. Practicarlo todos. Especialmente, cuando existe conciencia de su valor, y sobre todo, cuando se comprende que se eleva al máximo, en la medida que se es capaz de sacrificar las propias preferencias para lograr lo que resultaría en provecho de la nación.
Aparte de los escándalos de Odebrecht que consume la nación, están en agenda varios proyectos importantes para el fortalecimiento de nuestra débil institucionalidad democrática. Parte de las Altas Cortes, leyes de partidos y electoral, así como otros asuntos de vital importancia para la institucionalidad democrática.
Para conversar y dialogar, sobre todo, cuando está de por medio el país, al cual se deben todos los sectores y dirigentes, incluyendo al gobierno, los partidos de oposición, especialmente los que cuentan representación nacional, las cúpulas empresariales y otros de importancia, no deberían poner condiciones. Para lograr entendimientos, transparentes, solo hacen falta voluntad, decisión, sentido comunitario y humanista. Ojalá que la sensatez se imponga. Pero también, que la ley actúe.
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