El discurso presidencial: Del mundo de la palabra al de los hechos
Decía mi entrañable primo, el poeta Abel Fernández Mejía, hijo de Abigail Mejía, que hay dos realidades: el mundo de la palabra y el de la experiencia. Como la palabra precede a los hechos, esta puede influir sobre más que la propia experiencia. En política esa paradoja se manifiesta cuando se utilizan mentiras, promesas y amenazas de forma premeditada para alcanzar el poder, conservarlo, o abusar de este sin mayores escrúpulos.
Lo más grave de esto es que estas, palabras contribuyen a una percepción que puede producir efectos políticos perversos, como ganar elecciones, justificar actos represivos y hasta provocar guerra. Incluso llegando más lejos, o callar verdades, cuando se trata de funcionarios con atribuciones deliberativas en l justicia, Congreso y Poder Ejecutivo, con efectos devastadores en la vida política , por delitos de omisión.
Tales son los casos de un Presidente de la República que en una rendición de cuentas o declaraciones públicas, hace promesas que sabe no puede cumplir, informa sobre ejecutorias mendaces, o amenaza con acciones punitivas cuyo objetivo es amedrentar a los que exigen sus derechos o servicios. ¿Qué cabe esperar de congresistas que aprueban contratos y concesiones a su favor y por contratos que no han justificado racionalmente, así como jueces y procuradores que no informan con relación a procesos judiciales de interés público o que afectan a ciudadanos del país? Todo eso tiene su nombre: Prevaricación y actos de corrupción que generan la impunidad en que se ha caído por numerosos delitos por obras públicas, fraudes y negocios sucios.
Pasando a situaciones más concretas, resulta inconcebible que en medio del escándalo internacional suscitado por los sobornos pagados por la empresa brasileña Odebrecht, por valor de US$92 millones, para obtener contratos sobrevaluados, según confesó el presidente de esa compañía, quien señaló a dos personas cercanas al Presidente de la República: el “asesor Electoral” Joao Santana y el “agente financiero” Ángel Rondón. El Presidente dice que “no habrá vacas sagradas, caiga quien caiga”; en tanto que el procurador general de la República, puesto en ese cargo sin formación ni experiencia conocida, pretende “transar” la situación con el pago de una multa, mientras se designa una comisión controlada por personas interesadas en la ejecución de esas obras; y “adelanta” que hay intereses que quieren se suspenda la construcción de la inefable planta de Punta Catalina.
No quiero tener que enumerar la larga lista de falsos éxitos, promesas incumplidas y silencios culpables del Presidente, pero estoy seguro de que si no se permite a la ciudadanía conocer toda la verdad, sin tapujos; si no se hace justicia, con fiscales y jueces verdaderamente independientes, no caerán todos los que deben caer, pero los justifican el mantenimiento en el poder de los que se han enriquecido de forma obscena durante estos años, con el obvio apoyo de la alta dirección del PLD, que han hecho multimillonarios…
Lo más grave de esto es que estas, palabras contribuyen a una percepción que puede producir efectos políticos perversos, como ganar elecciones, justificar actos represivos y hasta provocar guerra. Incluso llegando más lejos, o callar verdades, cuando se trata de funcionarios con atribuciones deliberativas en l justicia, Congreso y Poder Ejecutivo, con efectos devastadores en la vida política , por delitos de omisión.
Tales son los casos de un Presidente de la República que en una rendición de cuentas o declaraciones públicas, hace promesas que sabe no puede cumplir, informa sobre ejecutorias mendaces, o amenaza con acciones punitivas cuyo objetivo es amedrentar a los que exigen sus derechos o servicios. ¿Qué cabe esperar de congresistas que aprueban contratos y concesiones a su favor y por contratos que no han justificado racionalmente, así como jueces y procuradores que no informan con relación a procesos judiciales de interés público o que afectan a ciudadanos del país? Todo eso tiene su nombre: Prevaricación y actos de corrupción que generan la impunidad en que se ha caído por numerosos delitos por obras públicas, fraudes y negocios sucios.
Pasando a situaciones más concretas, resulta inconcebible que en medio del escándalo internacional suscitado por los sobornos pagados por la empresa brasileña Odebrecht, por valor de US$92 millones, para obtener contratos sobrevaluados, según confesó el presidente de esa compañía, quien señaló a dos personas cercanas al Presidente de la República: el “asesor Electoral” Joao Santana y el “agente financiero” Ángel Rondón. El Presidente dice que “no habrá vacas sagradas, caiga quien caiga”; en tanto que el procurador general de la República, puesto en ese cargo sin formación ni experiencia conocida, pretende “transar” la situación con el pago de una multa, mientras se designa una comisión controlada por personas interesadas en la ejecución de esas obras; y “adelanta” que hay intereses que quieren se suspenda la construcción de la inefable planta de Punta Catalina.
No quiero tener que enumerar la larga lista de falsos éxitos, promesas incumplidas y silencios culpables del Presidente, pero estoy seguro de que si no se permite a la ciudadanía conocer toda la verdad, sin tapujos; si no se hace justicia, con fiscales y jueces verdaderamente independientes, no caerán todos los que deben caer, pero los justifican el mantenimiento en el poder de los que se han enriquecido de forma obscena durante estos años, con el obvio apoyo de la alta dirección del PLD, que han hecho multimillonarios…
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