Por GUILLERMO CARAM
28 diciembre, 2014
28 diciembre, 2014
Nuestro problema económico no es ni debería seguir refiriéndose al crecimiento del PBI. Nadie debe dudar de ese dinamismo respondiendo a la pujanza de nuestros agentes y factores de producción. El problema radica en cómo se financia y distribuye ese crecimiento, hasta ahora sustentado en endeudamientos y una especulación financiera originada en un gasto público elevado, carente de prioridad y calidad.
Corregir esta distorsión constituye una tarea inaplazable inmediatamente, partiendo del próximo año, a fin de preservar y perfeccionar el ordenamiento seguido durante casi medio siglo.
Seguir sosteniendo el crecimiento en el endeudamiento lo supedita a obtención de financiamientos en función de nuestra capacidad de pago y de los intereses, muchas veces geopolíticos, de proveedores de recursos. Una capacidad de pago que se reduce en la medida que nos sigamos endeudando, pudiendo llegar el caso, en la medida que nos aproximemos al límite, de taponarse la válvula proveedora de recursos, sobre todo que la deuda actual se está amortizando con enganches.
Teniendo en cuenta que todas las inversiones presentes se están efectuando con endeudamientos, este taponamiento pudiera traducir incapacidad del gobierno para incrementar el acervo de capital que necesita la economía para mantener su dinamismo así como atender las urgencias sociales en educación, salud, energía y transporte.
En otras palabras, un gobierno que no podrá hacer nada, incrementando las insatisfacciones sociales.
Los déficits presentes llevan al gobierno a atraer recursos nacionales mediante altas tasas de intereses condicionantes del mercado financiero, elevando costos crediticios ofrecidos a actividades productivas. Y también determinan que recursos nacionales (bancos e inversionistas) prefieran invertirse especulativamente para cubrirlos en lugar de dirigirlos a actividades productivas. Ambas consecuencias disminuyen la generación de puestos de trabajo, principal mecanismo de distribución de la riqueza, magnificando las insatisfacciones sociales.
No hay otra forma de corregir este cuadro que no sea racionalizando el gasto público: (1) reduciéndolo, para generar excedentes que reduzca la necesidad de endeudamiento; (2) priorizándolo, para incrementar riquezas y prestar servicios; y (3) mejorando su calidad: no malgastarlos en conceptos improductivos ni estimuladores de la corrupción.
Todos los dominicanos genuinamente interesados en la suerte nacional debemos animar al gobierno, responsable de racionalizar el gasto, a que implemente estas previsiones.
Para que las implemente en el 2015, cuando todavía existen condiciones para ello sin que se generen acciones que escapen del control de autoridades hasta afectar paz y orden públicos ante reducción de burocracia hipertrofiada, corte de privilegiados subsidios y tajadas de corrupción, que acogotan nuestra fiscalidad.
Diferir esta acción, continuando vorágine de déficits y endeudamientos, expondría nuestra ya sociedad insatisfecha por degradación de servicios sociales e indefensión ciudadana, a peligrosas detonaciones futuras.
http://hoy.com.do/tarea-inaplazable-2015-racionalizar-el-gasto/
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