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De tarde en tarde sacan una estrella del cielo, tachonado de diamantes, para destacarla sin que ello aumente el refulgir del astro ni disminuya la claridad y belleza de una noche estrellada.
En “Próceres de la Restauración” el Emilio Rodríguez Demorizi consigna: “Peguero, Santiago, natural de Santo Domingo, firmó un manifiesto en favor de la Restauración”.
En 1965 la proceridad familiar fue replicada por su nieto, el doctor Luis Enrique Lembert Peguero, quien con su escopeta de dos cañones, animaba a los combatientes a continuar la lucha por el rescate de la constitucionalidad y el retorno del gobierno de 1963.
Me provoca pena y tristeza ver cómo se reparten placas y diplomas de heroicidad entre participantes en la Guerra de Abril de 1965, como si se tratara de un intercambio como aquel que inmortalizó Mario Moreno, Cantinflas, cuando en reciprocidad condecoró al dignatario de la película con una tapita de Coca Cola.
Héroe era “entre los antiguos paganos el hijo de un dios o una diosa, con un humano por ejemplo, Aquiles. El varón ilustre por sus hazañas y virtudes. El que lleva a cabo una acción heroica”.
Los pueblos saben quiénes y cuáles son sus héroes. Pero aquí nos empeñamos en distribuir mercedes sin que tengamos calidad para ello.
Algunos ayuntamientos del país, la Cámara de Diputados, el Senado de la República y no recuerdo, aunque no lo dudo, si algún gobierno también fabricó héroes por decreto.
Es risible el empeño de algunos por ponerse donde el policía los vea, a ver si se le pega una heroicidad huérfana de acciones que merezcan tal calidad.
En la historia de los galardones conferidos por autoridades de los gobiernos, hay tanta tela que cortar que la podredumbre no permite removerla.
Un sábado de 1965 almorzábamos Juan Bosch, Ramón Manuel Monte Arache y yo, Bosch, refiriéndose a las hazañas de los ya legendarios miembros del Cuerpo de Hombres Rana de la Marina de Guerra, comentó: el héroe es el artista de la acción”, frase que había escrito en sus “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos” del mismo autor.
La condición de héroe no la decide un Congreso, un gobierno, el héroe gana tal condición con sus acciones en favor del pueblo en cualquier actividad humana.
La acción puede ser algo tan sublime como Santa Isabel, reina de Hungría, lamiéndoles las úlceras a los leprosos, como cita Angel Lacalle en su texto de literatura.
Dejemos las mezquindades, no regateemos al pueblo su condición de héroe ganada en todos los frentes
Héroes de Abril de 1965 son todos y también aquellos a quienes el poeta Bermúdez llamó: “vosotros, los humildes, los del montón salidos” porque sin ellos no hubiera sido posible la epopeya que vivimos entonces.
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