sábado, 27 de diciembre de 2014

La firma de la paz con las FARC en Colombia se resiste un año más

Las negociaciones con la guerrilla en Cuba marcan la actualidad política del país, que también lloró la muerte de García Márquez y vibró con su actuación en el Mundial de Brasil

James Rodríguez, en el momento de marcarle a Uruguay / AP
En el instante en que James Rodríguez bajó con el pecho el balón, metió ese zurdazo que pegó en el travesaño y entró a las espaldas del portero de Uruguay, Colombia no solo se paralizó. Ese gol y el pase a los octavos de la Copa del Mundo de Brasil fueron un bálsamo para un país que vivió toda suerte de convulsiones en el 2014, un año marcado políticamente por las idas y venidas de las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC que se celebran en Cuba y por la reelección del presidente Juan Manuel Santos.
El equipo cafetero no ganó el campeonato, pero dejó una huella imborrable en los aficionados que festejaron como nunca después de 16 años de ausencia mundialista. Los colombianos volvieron con un juego brillante que hizo recordar el toque que era más propio del anfitrión. James fue la estrella, el mejor gol y la bota de oro de Brasil. Pero ese sólo sería el principio. Este muchacho de 23 años pasó a ser el número 10 del Real Madrid por una suma nunca antes vista para un jugador nacional -100 millones de dólares-, y de nuevo volvió a paralizar a un país que ha seguido desde entonces cada uno de sus juegos. Lo de la selección colombiana fue un salto exponencial para un equipo que había estado en un tercer plano en el fútbol mundial.
A esa satisfacción se sumó el primer lugar en el Giro de Italia del potente Nairo Quintana, una prueba que por primera vez no solo se la llevó un colombiano sino un latinoamericano, lo que desató una fiebre rosa en todo el país.
Las alegrías por estos deportistas contrastaron con el duelo que provocó la partida del único premio Nobel que ha tenido Colombia. Aunque Gabriel García Márquez, el colombiano más universal, vivió medio siglo en México, su muerte se sintió como si nunca se hubiera ido del país. Gabo, que murió en su casa de Ciudad de México el Jueves Santo, después del mediodía, fue uno de esos pioneros en poner el nombre de Colombia en boca de todo el mundo. Su despedida fue planetaria y la de México multitudinaria. Hasta el Palacio de Bellas Artes llegaron miles de sus lectores sin importar la larga fila.
México y Colombia se llenaron de mariposas amarillas para darle el último adiós a Gabo, las mismas que inmortalizó en Cien años de Soledad
Gabo murió a los 87 años y con su partida, el mundo de las letras puso en lo más alto su legado. Los colombianos leyeron en voz alta El Coronel no tiene quién le escriba, lo despidieron en la fría Bogotá con música de Mozart y vallenato, mientras en su natal Aracataca le hicieron un funeral simbólico. El presidente Santos lo llamó “el más grande exponente del alma colombiana”. México y Colombia se llenaron de mariposas amarillas para darle el último adiós, las mismas que inmortalizó en Cien años de Soledad.
Así, de la alegría a la tristeza, esos fueron los tres hechos con los que Colombia hizo un paréntesis a su agitada vida política. El 2014 fue un año en el que Santos, un consumado jugador de póker, le apostó todo su capital político a resolver por la vía del diálogo un conflicto armado que cumple medio siglo y que tiene el macabro récord de 220.000 muertos y siete millones de víctimas. Lo hizo, a pesar de que los colombianos no son muy optimistas de que el proceso de paz llegue a buen término.
Esa obstinación de Santos casi le cuesta la reelección presidencial, en uno de las elecciones más reñidas de los últimos años. Óscar Iván Zuluaga, un casi desconocido exministro, por poco le arrebata la presidencia gracias a ser el protegido del popular expresidente Álvaro Uribe, quien se estrenó como senador y fundó su propio partido político que hoy funge como la oposición más fuerte que tiene Santos en el Congreso.
Zuluaga ganó la primera vuelta presidencial pese a estar envuelto en un escándalo por la captura de un colaborador suyo acusado de estar espiando y filtrando información del proceso de paz. Su bandera, siempre arropado por Uribe, fue prometerle al electorado que si era elegido tendría mano dura contra las FARC, ya que Santos, según el pensamiento uribista, le estaba entregando el país a la subversión y negociando una paz que traería impunidad. Sin embargo, en la segunda vuelta, sectores de izquierda como el Polo Democrático, también en la oposición, se sumaran a Santos solo para sacar adelante el proceso de paz y le dieron el empujón necesario para lograr su segundo mandato.
Aun así, la poca diferencia en el número de votos -Santos con el 50,9% y Zuluaga con 45%- dejó en evidencia la polarización que desata las negociaciones con la guerrilla y que el camino que le espera a Santos, quien le apuesta a que los colombianos refrenden los acuerdos con las FARC, no será fácil.
Durante el 2014, los diálogos con la guerrilla avanzaron como nunca antes había ocurrido con otros intentos. Ya hay acuerdos en tres de los seis puntos de negociación (desarrollo agrario, participación política y narcotráfico), las víctimas se vieron por primera vez cara a cara con sus victimarios para hablar de cómo esperan que sean resarcidas -algo inédito en un proceso de esta naturaleza- y cada vez más los diálogos cuentan con el apoyo de la comunidad internacional. Todo esto a pesar de que los colombianos siguen rechazando, por ejemplo, que los guerrilleros participen en política una vez dejen las armas o no paguen con cárcel sus delitos.
Los diálogos también superaron la mayor crisis que han tenido en dos años, por cuenta del secuestro, a manos de la guerrilla, de un general del Ejército, lo que obligó a Santos a suspender las negociaciones hasta que no lo liberaran, rompiendo la premisa de negociar en medio de la guerra. Aun así, las partes pactaron rápidamente la liberación y sobre la mesa quedó la urgente necesidad de apaciguar el conflicto.
En estos días, las FARC sorprendieron con el anuncio de un alto al fuego unilateral e indefinido que está en la mira de todos los colombianos, ya que aunque en apariencia es una buena noticia, podría terminar si la fuerza pública ataca a la guerrilla, algo que es factible que suceda porque se ha descartado una tregua bilateral. Pero un Santos optimista, también ha dicho que este es un buen inicio para buscar la paz.
Por eso, en el 2015, los diálogos de paz seguirán siendo, como ocurrió en este 2014, el hecho que marcará al país. Se vienen las decisiones más difíciles como qué verdad y justicia recibirán las víctimas, qué castigos tendrán los guerrilleros y cómo entregarán las armas. Los más optimistas apuestan a que el 2015 será el año de la paz.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/24/actualidad/1419377820_339768.html
 

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