miércoles, 31 de mayo de 2017

Noriega ha muerto: ¿muere una era?

AMÉRICA LATINA

Noriega ha muerto: ¿muere una era?

Pocas muertes en América Latina dejan tantas preguntas sin respuesta. La más importante tiene que ver con el presente y el futuro de Panamá: con la muerte de Noriega, ¿terminan los funestos efectos de su legado?
Manuel Antonio Noriega, Ex Diktator Panama Urteil Geldwäsche (picture-alliance/dpa)
Si el General Torrijos colocó a la tranquila Panamá en el centro del interés mundial de fines del siglo XX, por obligar a Estados Unidos a devolver el Canal, Noriega volvió a poner al país en el centro de las noticias internacionales, pero tristemente mediante una dictadura y por sus escandalosos vínculos con el narcotráfico y el lavado de dinero internacional.
"Todo lo que Noriega toca, se corrompe"
Figura altamente controvertida, ya desde su ascenso al poder en tiempos del general Omar Torrijos, el más prestigioso de los intelectuales y periodistas panameños, Guillermo Sánchez Borbón, se refería a él como el Rey Midas de la Corrupción: "todo lo que Noriega toca, se corrompe", escribía en los años 80. Sin embargo, esos vínculos que fue acumulando desde que ejerció como el Gran Hermano que vigilaba cada paso del pueblo panameño, en los tiempos en que dirigía el Servicio de Inteligencia, le permitieron llegar al poder eliminando uno a uno a sus rivales y crear una telaraña de influencias que se expandió a todos los rincones de la sociedad panameña.
Manuel Antonio Noriega (picture-alliance/dpa/Us Marshall)
Guillermo Sánchez Borbón, se refería a él como el Rey Midas de la Corrupción: "todo lo que Noriega toca, se corrompe."
Sus partidarios elogiaban sus vínculos cercanos y sus maniobras políticas para apoyar a los movimientos revolucionarios de la región, aplaudían sus cercanos contactos con "mitos" de la izquierda como Fidel Castro y pregonaban que Panamá en su época había navegado en la prosperidad económica y financiera. No mencionaban, claro está, que parte de esta prosperidad se debía al lavado de dinero y a la permisividad de Noriega para que el país se convirtiera en un paraíso fiscal.
Sus críticos lo culpan de abominables asesinatos desde que se ganó la confianza del general Torrijos en los 70 hasta que fue depuesto por la invasión de Estados Unidos en 1989. Una larga lista de crímenes políticos: el sindicalista Heliodoro Portugal, el mayor Moisés Giroldi y los ajusticiados en la llamada "Masacre de Albrook", los capitanes León Tejada, Juan Arza, Edgardo Sandoval y Eric Murillo, el teniente Jorge Bonilla, los subtenientes Ismael Ortega y Francisco Concepción, y los sargentos Feliciano Muñoz y Deóclides Julio.
Y aunque existen fundadas sospechas de su participación en el raro accidente en el que murió Torrijos en 1982, el crimen más sonado y terrible, que se considera el inicio del fin de la dictadura norieguista (1983-1989), fue el secuestro y decapitación en 1985 del médico Hugo Spadafora, ídolo de los panameños, cuyo cuerpo apareció en un río de Costa Rica, sin que hasta la fecha ninguno de los criminales, incluido el propio Noriega, haya querido decir dónde arrojaron su cabeza.
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Sin escrúpulos
En diciembre de 1989, derrotado por la invasión norteamericana, se refugió en la Nunciatura de Panamá, donde permaneció hasta que decidió entregarse el 3 de enero de 1990. Comenzaron así los juicios: 20 años en una cárcel de Florida por narcotráfico, dos años en Francia por lavado de dinero del cartel de Medellín y cinco años en el centro penitenciario El Renacer, en Ciudad Panamá, a la que arribó en 2011 con 71 años para cumplir seis condenas de 30 años por homicidio, asociación ilícita, corrupción y peculado, además de enfrentarse a un juicio aún pendiente por la desaparición de Heliodoro Portugal.
Manuel Antonio Noriega (picture-alliance/AP Photo)
Manuel Antonio Noriega, apresado por la agencia del Departamento de Justicia de Estados Unidos para el control de drogas (DEA) en enero de 1990.
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En su comparecencia televisiva en 2015, supuestamente para pedir perdón, dejó a los panameños con el mal sabor de que sus palabras eran parte de una estrategia para que le concedieran casa por cárcel. Y salvo por su cara picada por la viruela, no quedaba ya mucho de aquel orgulloso general Manuel Antonio Noriega que aterrorizó a su país, que manejó en contubernio con la CIA los hilos de la diplomacia centroamericana en los años 80, y que trató por igual y sin escrúpulos a Pablo Escobar, Fidel Castro, los comandantes sandinistas y los jefes mercenarios de la Contra nicaragüense.
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En numerosas ocasiones personalidades panameñas como el activista político Mauro Zúñiga, el periodista Guillermo Sánchez Borbón y el abogado Miguel Antonio Bernal, entre otros muchos intelectuales, han alertado que "la era Noriega parece no terminar", pues permanece peligrosamente un entramado de corrupción generado durante su dictadura, que todavía hoy impide el verdadero despegue de la democracia en Panamá.
Autor: Amir Valle
 
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Escándalo fiscal: ¿cuán fiable es Panamá? (23.10.2016)

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