Editorial
Desde el arranque de la larga campaña preelectoral que empieza, el gobierno y sus voceros no han cesado de cantar las maravillas de la recuperación económica y de la exitosa salida de España de la crisis. Incluso ha habido quien ha tenido la osadía de pintar al Reino de España como ejemplo de recuperación para Europa. Pero más allá de ridículos ditirambos y gratuitos encomios, la cruda realidad espera agazapada. Y, según esa innegable materialidad, la economía crecerá en los próximos cinco años a un ritmo muy inferior al anterior a la crisis. No solo en España. Según un informe del Fondo Monetario Internacional tal debilidad es consecuencia del derrumbe del sistema financiero hace seis años, del menor aumento actual de la productividad y de la débil inversión privada. Y también, por supuesto, de la debilidad de la demanda.
Aparte de la necesidad de debatir la visión que se tiene del crecimiento como 'el motor', incluso en la más ortodoxa concepción del mismo, por debajo del 3 % de crecimiento no se crea empleo. Y no parece que los augurios indiquen que ese índice o superior se vaya a dar.
Otrosí, instituciones internacionales (como el citado FMI) e informes de investigación económica promovidos por diversas entidades y asociaciones constatan una y otra vez la pequeñez del crecimiento actual y que las perspectivas de crecimiento futuro son moderadas o muy moderadas.
Pero en cualquier caso, no se tiene en cuenta una cuestión principal. No se puede hablar de recuperación ni de salida de la crisis si la actividad económica no redunda en beneficio de la mayoría de la población. Y no parece que sea el caso cuando, por ejemplo, según estudio de la fundación Primero de Mayo, el 62% de los trabajadores españoles ha visto mermado considerablemente su poder adquisitivo, mientras en 2014 la tasa de ahorro de las familias ha sido la segunda más baja de los últimos años según el Instituto Nacional de Estadística. Por no citar también los reiterados estudios y avisos que indican que crecen, imparables por ahora, la pobreza y la desigualdad.
De todo lo anterior cabe concluir que las cifras macroeconómicas no expresan la verdad de las cosas ni de las gentes. No es verdad que hayamos salido de la crisis ni global ni localmente. Pero sí se cierne sobre la gente común una nueva amenaza, muy grave: la firma del TTIP (por sus siglas en inglés), el tratado de presunto libre comercio e inversión entre la Unión Europea y los EEUU. Una carga de profundidad nuclear contra la democracia y la soberanía de los estados, además de ser una patente de corso para esquilmar a las ciudadanías de Europa y EEUU, suprimiendo todo control y cualquier enfoque social.
De que pelaje es tal tratado lo indica que su negociación continúa manteniéndose en riguroso secreto y que incluso se trata como sospechosos a los europarlamentarios al permitirles una lectura rápida de los términos de las negociaciones en una habitación cerrada,bajo vigilancia y sin poder tomar notas ni grabar datos. ¿Qué protegen con tanto afán?
Cuanto más se sabe de la indignidad de esas negociaciones, más crece la necesidad de
frenarlas, de detener y enterrar ese tratado. Y puede hacerse. Se recomienda leer:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario