Aquí está "En defensa de lo(s) político(s)", originalmente publicado en Clave Digital en 2006. https://t.co/8KMolq1xlr— Nassef Perdomo 🍕+🍍 (@NassefPerdomo) 28 de febrero de 2017
En defensa de lo(s) político(s)
Hace más de diez años (específicamente el martes 8 de agosto de 2006) publiqué en el desaparecido Clave Digital un artículo sobre la tendencia de los dominicanos a creer que los políticos son la causa de todos nuestros males. Creo que mantiene vigencia hoy.
En defensa de lo(s) políticos(s)
En los últimos años ha ido tomando fuerza en el debate público nacional una preocupante tendencia.. Se trata del ataque constante, y desde múltiples frentes a los políticos en particular y la política en general.
Es como si todo lo relacionado con la política es malo y los políticos son leprosos a los que hay que evitar a como dé lugar. Todo se empaña cuando se le agrega el calificativo de “político”: intereses “políticos”, visión “política”, decisiones “políticas”. Al parecer, ese adjetivo afea las cosas.
No pretendo aburrir con el argumento ubicuo de que para los griegos inventores de la democracia la palabra idiota señalaba al ciudadano que renunciaba a su condición de tal, que no intervenía en los asuntos de la polis, es decir, en la política. Aunque es un ejemplo de una cualidad ilustrativa innegable, es más útil observar cómo suceden las cosas en nuestro tiempo y espacio.
Los políticos dominicanos conforman uno de los sectores peor considerados de toda la sociedad. Les condenamos por corruptos, por incompetentes y por vagos. Pero esos males no son privativos de la clase política. Ya sea por necesidad o por comodidad, los dominicanos hemos aprendido a engañarnos mutuamente (y a nosotros mismos) con el fin de lograr cualquier meta.
Mentimos en el trabajo, hacemos trampa en las universidades, engañamos en nuestra vida personal, desobedecemos todas las leyes que podemos. En fin, la corrupción forma parte de nuestro tejido social, y no son los políticos los más corruptos. No olvidemos que una importantísima parte del gran, mediano y pequeño empresariado dominicano se mantiene gracias a los sobornos y las evasiones.
Lo grave es que según un estudio sobre competitividad presentado hace unos meses por el economista Augusto López-Claros en el Foro Económico Mundial, los dominicanos sabemos que la corrupción es un problema generalizado y, además, el principal obstáculo a nuestro desarrollo.
¿Por qué entonces sólo la queremos ver en los políticos? Después de todo, éstos no son más que el reflejo de nuestros propios problemas. Son el espejo amplificador en el que vemos nuestras arrugas, verrugas y –nunca mejor dicho– puntos negros. No son ajenos a la realidad en que se mueven, sino tan sólo su producto.
La política como actividad pública también está mal vista. Uno puede dedicarse a la música, la pelota, a ser megadivo, a quebrar bancos, a insultar gente, a ser un dandy o a chupar cámaras. Lo que no puede uno hacer nunca es dedicarse a la política. Ahí mismo muere para los administradores de la moral pública. Lo político es visto como actividad de gente “poco seria” que aspira a vivir del otro. Ante cualquier manifestación de unidad en torno a una idea se acusa de “grupismo” a quienes la hacen, como si reunirse con quienes piensan igual sea censurable.
Manifestar de manera pública los intereses personales es el equivalente de suicidio. Como si no fuera legítimo tener intereses (o como si fuera posible no tenerlos). Olvidamos que es imposible determinar cuál es el interés público si desconocemos los intereses particulares. Pero nada de eso importa porque en el país los intereses del otro son espurios y sólo los propios son “sanos” y “nacionales”.
La consecuencia de esta línea de pensamiento es el fomento del sectarismo, el rechazo absoluto del derecho ajeno a sostener posiciones distintas a las propias. Destruida así cualquier posibilidad de diálogo significativo, se hace más difícil la construcción de un proyecto común. Esto no es irónico; después de todo, los proyectos comunes son indefectiblemente proyectos políticos.
¿Qué hay detrás de todo esto? Estoy convencido de que, al final del día, el rechazo no es tanto a lo político o a los políticos. La razón es simple: el ámbito público no desaparecerá nunca, existe dondequiera que hay una sociedad. Pero tampoco desaparecerán los políticos porque siempre existirán personas que debatan y tomen las decisiones. Al final, me convenzo de que lo que molesta es el proceso mismo de intercambio y toma de decisiones. En una sociedad moderna, el rechazo de la política y los políticos, sobre la base de convertirlos en chivos expiatorios, se traduce en un rechazo a la democracia misma.
Ciertamente existen muchísimas cosas criticables en las actuaciones de los políticos dominicanos. Pero una cosa es criticarles por eso y otra es descalificarlos a ellos y el sistema político ignorando que señalamos la paja en el ojo ajeno sin fijarnos en la viga que hay en el propio. Ignoramos la verdad irrefutable que donde hay corrompidos hay corruptores.
Esta filosofía de gatita de María Ramos lleva a una conclusión alarmante, pero a la que nos hemos ido acostumbrando paulatinamente: la necesidad de sacar las decisiones “importantes” de las manos de los políticos haciendo “autónomas” las instancias que las toman. En buen español, hay que privatizar la toma de decisiones públicas. Esto sólo tiene sentido si nos creemos la idea de que el sector privado es menos incompetente y corrupto que el sector público. La historia bancaria reciente y pasada de nuestro país demuestra lo contrario. Pero la apatía creada por el martilleo constante contra los políticos y la política hace posible que todos ignoremos ese enorme elefante en el medio de la sala.
Ni la política es mala ni los políticos son los peores dominicanos. Si no nos gustan los resultados de la primera, nuestro deber es involucrarnos cada vez más, convertirnos en ciudadanos militantes sin conformarnos con las migajas que nos dejan caer de cuando en vez y de vez en cuando. Si no nos gustan las acciones de los segundos, no debemos dejarles entonces el campo libre. Hay que participar.
Organizarnos en asociaciones barriales y vecinales, culturales, religiosas, deportivas, ambientales: es ahí donde debemos buscar la solución a nuestros problemas sociales. Hacer política ciudadana e incluso integrarnos a la política partidista Lo que nos hace falta son más y mejores ciudadanos. Sin ellos no habrá ni políticas ni políticos que valgan la pena.
https://nassefperdomo.wordpress.com/2017/02/28/en-defensa-de-los-politicos/
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