Sean Spicer, secretario de Prensa de Trump: ‘Este trabajo no es para hacer amigos’
En su primera semana en la Casa Blanca, a Spicer lo regañó su jefe, lo acusaron de mentiroso, recibió críticas de los periodistas y fue parodiado por Stephen Colbert. En esta entrevista habla de la relación entre los medios y el gobierno estadounidense.
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WASHINGTON — En su primera semana como secretario de Prensa del presidente Donald Trump, a Sean Spicer lo regañó su jefe, lo acusaron de mentiroso, recibió críticas de los periodistas y fue parodiado por Stephen Colbert. En pocas palabras, se ha convertido en el epítome de una administración que se toma ciertas libertades con los hechos.
No en vano andaba buscando su chaleco antibalas.
“¿Es a prueba de balas?”, preguntó Spicer una tarde de la semana pasada mientras curioseaba en un clóset de su oficina en el Ala Oeste. Buscaba el chaleco de combate que, por una tradición un tanto jocosa, se pasa de un vocero presidencial a otro.
Hasta hace poco, Spicer era la voz pública y el principal estratega del Comité Nacional Republicano, la personificación de la clase dirigente de Washington. Ahora, es el rostro de una administración empeñada en cambiar por completo el statu quo y librar una guerra contra los medios, en la que ha sorprendido a sus colegas por su inmediata aceptación de la ira de Trump hacia la prensa.
El día después de la toma de posesión, desfiló hacia la sala de conferencias de la Casa Blanca por órdenes de Trump y arremetió contra los reporteros llamándolos “deshonestos” mientras alegaba, contra toda la evidencia disponible, que la ceremonia de posesión había sido la más concurrida de la historia (posteriormente dijo que su recuento incluía a todos aquellos que la estaban mirando por internet). El irónico hashtag #spicerfacts no tardó en convertirse en una tendencia.
Días más tarde, Spicer defendió las falsas acusaciones de Trump sobre un rampante fraude electoral, haciendo alusión a estudios que no respaldan esa afirmación y diciendo que el presidente “cree lo que cree”. El jueves tuvo que cambiar su versión de que Trump le impondría un fuerte impuesto a las importaciones mexicanas, una declaración que sacudió los mercados mundiales.
La reacción ha sido dura.
“No hay una curva de aprendizaje en lo que respecta a la guía moral”, comentó John Weaver, estratega republicano que ha asesorado a John McCain, el senador de Arizona y al gobernador John Kasich de Ohio. “No se necesita una curva de aprendizaje para distinguir la verdad de la ficción”.
Si le molestan esas dificultades, Spicer, quien tiene 45 años y desde hace mucho tiempo había soñado con su cargo en la Casa Blanca, lo está disimulando bien.
“La prensa es libre, lo entiendo”, dijo la semana pasada durante una entrevista en su oficina, donde una enorme televisión transmite cuatro canales de noticias al mismo tiempo. “Pero a la prensa no le gusta cuando uno señala sus errores, así como ellos lo hacen con todos los demás”.
Spicer argumenta que las declaraciones de la Casa Blanca debería contar con la misma flexibilidad que el contenido noticioso de los medios. “No sé cuántas correcciones hay en The New York Times un día cualquiera”, comentó Spicer. “Pero no me levanto todos los días y les digo: ‘Bueno, ustedes son unos mentirosos’”.
Durante una charla de media hora, en la que comió helado de un envase con el sello presidencial, a ratos se mostró a la defensiva y otras veces relajado, pero sin duda todavía parece estar emocionado por la novedad de trabajar en el Ala Oeste de la Casa Blanca. Tomó un libro de historia, lo abrió en una página con la lista de los anteriores secretarios de prensa y dijo: “¡Diane Sawyer ocupó este puesto!”, visiblemente emocionado.
Una fotografía suya parado en el atril de la Casa Blanca descansaba sobre la repisa de la chimenea. Se podía ver una nota del anterior secretario de prensa del presidente Barack Obama, Josh Earnest. “Fue muy… ‘un gran honor’”, comentó Spicer.
Al preguntarle si le molestaban los impredecibles tuits de Trump, Spicer se encogió de hombros. “Uno desarrolla la capacidad de levantarse y exponer un tema o una idea en un segundo”, comentó. “Eso es algo tremendo”.
El presidente “conoce las noticias”, dijo Spicer. “Yo le ayudo a actualizarlas”.
Spicer, un corpulento reservista de la Marina estadounidense que creció en un hogar de clase media en Rhode Island, se enorgullece de su perseverancia. Asistió a una prestigiosa secundaria católica con una beca; solicitó por correo los folletos informativos de esa escuela sin que sus padres lo supieran. Después de graduarse en la Universidad de Connecticut trabajó en varias campañas, e incluso vivió por un breve periodo en una casa rodante sin calefacción ni agua caliente.
Hace años, una pelota le golpeó la mandíbula durante un juego de softball y se la fracturó, por lo que debió usar cables que la mantuvieron cerrada durante varias semanas. “Tengan cuidado”, su compañero de equipo le advirtió a los paramédicos mientras lo trasladaban al hospital. “Se gana la vida hablando”.
Poco a poco, ascendió cada peldaño de la jerarquía de Washington y representó a los republicanos en el congreso antes de aterrizar en la oficina del representante de comercio de Estados Unidos en la administración de George W. Bush. Su mandíbula se recuperó bien: The Washington Post informó que Spicer mastica, y traga, más de 20 chicles de canela Orbit al día.
Todavía está buscando su lugar en el círculo íntimo de Trump. Spicer, una figura experimentada de la política en Washington que ahora es parte de un gobierno de novatos, se unió a la campaña de Trump en agosto, a pesar de los consejos de sus amigos que le advirtieron que no se vinculara a un candidato impredecible.
En la víspera de la elección, Spicer le dijo a varios periodistas que Trump tenía pocas posibilidades de ganar. Ventilar sus dudas podría haber sido una táctica para suavizar el golpe en caso de la derrota de Trump, pero fue el tipo de deslealtad que en el mundo de Trump resulta repugnante.
“Algunas veces se mostraba poco entusiasta por la dirección que tomábamos”, manifestó Stephen Bannon, estratega principal de Trump. “Pero se quedó”.
Bannon, expresidente de Breitbart News, rara vez habla oficialmente con los reporteros. Sin embargo, se acercó espontáneamente a uno para alabar a Spicer después de enterarse de esta reseña, como símbolo del apoyo de la Casa Blanca a Spicer tras una primera semana turbulenta.
Trump criticó la exaltada primera aparición de Spicer en la sala de conferencias de la Casa Blanca, exhortándolo a usar un traje más elegante y mostrar mayor seguridad, según contó alguien que escuchó la conversación. “Estaba decepcionado por el rumbo que había tomado el ciclo noticioso en general”, dijo Spicer en la entrevista, negándose a dar más detalles.
No obstante, Trump estuvo complacido con la conferencia del 23 de enero, y lo calificó como una “superestrella”.
Spicer, quien era poco conocido fuera de Washington, todavía se está adaptando a la fama nacional. Más de cinco millones de personas sintonizaron su primera conferencia de prensa que fue transmitida en vivo por algunos canales de noticias y redes de difusión.
Mientras terminaba su helado, Spicer se encogió de hombros. “Este trabajo no es para hacer amigos. Estás aquí para comunicar la agenda presidencial”, dijo acerca de su trabajo. “Y si piensas que será algo malo, entonces este trabajo no es para ti”.
Sin embargo, al preguntarle sobre su primera semana cuando atacó a los medios bajo instrucciones de su jefe ofendido, Spicer dejó escapar una mueca. “No pensé que el sábado empezaría así”, dijo.
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