OPINIÓN
¿De Monroe a XI?
31/01/2017 12:00 AM - ANDRÉS DAUHAJRE HIJO
La nueva administración que asumió en Estados Unidos el pasado 20 de enero, ha lanzado al debate una especie de métrica para determinar cuándo un acuerdo de libre comercio es bueno y cuándo es malo. Un método sencillo: si luego del acuerdo el resultado de la balanza comercial, la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de bienes, se ha deteriorado, entonces el acuerdo es malo.
En otros términos, si debido a un acuerdo de libre comercio que elimina los impuestos sobre las importaciones, los extranjeros nos entregan más bienes que los que nosotros les enviamos a ellos y para pagar la diferencia invierten en nuestro país o nos prestan dinero, la nueva administración estadounidense concluye que el acuerdo es malo.
La ciencia económica, sin embargo, no lo ve así. Un superávit de la balanza comercial no necesariamente indica que el nivel de bienestar de la población en general aumenta. República Dominicana, por ejemplo, registró en los años 2003 y 2004 un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que además del comercio de bienes, incluye el de servicios y las remesas. ¿Quiere decir que en esos años los dominicanos mejoramos nuestro bienestar? Todo lo contrario. Las importaciones se redujeron considerablemente ante la caída en el ingreso real de la población provocada por la devaluación. Mientras en septiembre del 2002 la pobreza alcanzaba al 33% de la población, en septiembre del 2004 la mitad de los dominicanos eran pobres.
Ningún acuerdo de libre comercio ha recibido más críticas del Presidente Trump que el NAFTA, el cual entró en vigencia en enero de 1994. El año previo EUA exhibía un superávit comercial con México de US$1,663 millones. En el 2015, EUA registró un déficit comercial de US$60,663 millones. Es esto lo que ha hecho pensar a la nueva administración estadounidense que dicho acuerdo ha sido un desastre y, por tanto, debe ser revisado.
Cuando observamos el giro que se ha producido en la balanza comercial de México con EUA, podríamos pensar que el calificativo que el Presidente Trump ha dado a dicho acuerdo es correcto. Sin embargo, cuando analizamos el comportamiento global de ambas economías, no se llega a esa conclusión.
Aunque a un creciente número de analistas no le atrae el uso de PIB per cápita como medida de bienestar debido a que ese indicador no transmite información sobre la dinámica de la distribución del ingreso, no existe un indicador superior para evaluar la evolución del bienestar promedio de la población.
¿Ha beneficiado el NAFTA más a México que a EUA? Mientras el ingreso per-cápita en dólares corrientes ha crecido a una tasa anual promedio de 2% en México durante el período de 23 años de vigencia del mismo, en EUA ha subido en 3.4%, casi el doble del de México.
En 1993 la pobreza en EUA alcanzaba al 15.1% de la población. En el 2015, había bajado a 13.5%, para una caída de 10.6%. En México, la pobreza en 1992 afectaba al 44.2% de los mexicanos. En el 2014, se había reducido ligeramente a 41.2%, arrojando una caída de 6.8%.
Es cierto que mientras la distribución del ingreso ha mejorado ligeramente en México al bajar el Gini de 0.542 en 1992 a 0.491 en 2014, en EUA se ha deteriorado ligeramente: el Gini ha subido de 0.454 en 1993 a 0.479 en el 2015.
La principal crítica que hace la nueva administración estadounidense es que su país ha perdido 4.5 millones de empleos en la industria manufacturera entre 1993 y 2015, mientras que México ha aumentado en 5 millones los empleos manufactureros durante ese período. Parecería casi un juego de suma cero, sólo que hay otros jugadores en el empleo y comercio manufacturero global, pero sobre todo, que es normal que otros sectores desplacen a la manufactura en creación de empleos a medida que los países avanzan en su desarrollo.
EUA ha creado empleos en los sectores de servicios como nunca antes, pasando de 88.6 millones en 1993 a 124.3 millones en 2015, para un aumento de 35.7 millones. México también ha logrado crear una gran cantidad de empleos en el sector de servicios, al pasar de 14.8 millones en 1993 a 31.6 millones en 2015, para un aumento de 16.8 millones de empleos manufactureros. Aquí debe hacerse la salvedad que en el caso de México, la informalidad laboral en el 2016 alcanza a 4 de cada 7 empleados, la mayoría en sectores de servicios, dos veces y media el nivel máximo estimado para EUA.
Parecería más sensato que el balance en materia de empleos se evalúe observando, fundamentalmente, el comportamiento del desempleo. Mientras en México la tasa de desempleo se mantuvo sin cambio en 3.4% entre 1993 y el 2016, en EUA ha bajado de 6.9% en 1993 a 4.9% en el 2016.
Está claro que la principal economía del mundo no parece haber sido afectada negativamente por la apertura al comercio y la inversión, mucho menos por la globalización que tanto se critica hoy.
EUA mantiene acuerdos de libre comercio con otros países de la región. EUA y Chile iniciaron su TLC en enero del 2004. El déficit comercial que tenía EUA con Chile en el 2003 era de US$990 millones. En el 2015, EUA exhibió un superávit de US$6,673 millones. ¿Quiere decir esto que Chile se perdió con este TLC? No. El ingreso per cápita en dólares corrientes de Chile ha aumentado a una tasa anual promedio de 7.9% durante el 2003-2016, superior al crecimiento de 2.9% en EUA en ese período.
El DR-CAFTA entró en vigencia en marzo del 2006. El superávit comercial consolidado que tenía EUA en el año previo a la entrada en vigencia del DR-CAFTA para cada país miembro, era de US$1,073 millones. En el 2015, el superávit de EUA aumentó a US$4,973 millones. ¿Quiere decir esto que el DR-CAFTA ha sido malo para los países centroamericanos miembros y la República Dominicana? No. El ingreso per-cápita en dólares corrientes en los países latinoamericanos miembros de ese TLC ha crecido anualmente en 6.2% durante los años en que ha estado vigente dicho acuerdo, casi 3 veces el crecimiento anualizado promedio de 2.4% en EUA en ese período.
La América Latina y el Caribe, luego de décadas de políticas proteccionistas, fundamentadas en el modelo de sustitución de importaciones, que no contribuyeron a promover un crecimiento sostenido ni a reducir significativamente la pobreza, abrazó la apertura al comercio y a la inversión extranjera a partir de los noventa, aunque algunos países, como Chile, lo hicieron mucho antes.
Mientras en 1995 el arancel promedio efectivo en la América Latina y el Caribe era de 10.2%, veinte años más tarde ha caído a menos de la mitad, 4.7%. Parte por rebajas arancelerias y otra por las decenas de TLC firmados. ¿Resultado? Aceleración del crecimiento y reducción de la pobreza. Como señaló el Presidente Medina en su discurso ante la CELAC, el PIB de la región, medido en US$ corrientes de paridad de poder adquisitivo se multiplicó por 6 entre 1990 y el 2016, mientras que la pobreza se redujo en casi 20 puntos porcentuales.
¿Le fue mal a EUA con las políticas de apertura que impulsó el Consenso de Washington y la Iniciativa de las Américas lanzada en 1990 por el Presidente republicano George Bush padre? Todo parece indicar que no. El PIB de EUA se multiplicó por 6.5 entre 1990 y el 2016.
América Latina y el Caribe deben asumir el papel de predicadores de las bondades que ha tenido para las Américas, incluyendo a los EUA, la apertura y la globalización. El Gabinete del Presidente Trump está conformado por figuras inteligentes y exitosas del mundo de los negocios. Hay que identificar las vías más adecuadas para llegarles con el mensaje y convencerlos de lo dañino que sería para la economía global, que EUA abrace el proteccionismo y fomente las represalias comerciales de sus socios, dando lugar a potenciales guerras comerciales.
EUA no está solo en el mercado global. China está cortejando a todos los países que temen al proteccionismo, lanzando discursos en Davos casi idénticos a los del Presidente Bush en los 90s. Alguien podría querer revivir la Doctrina Monroe pero con otro nombre y otro propietario: la Doctrina Xi, América para los chinos. Y eso, seguramente, no es lo que quiere el Presidente Trump
En otros términos, si debido a un acuerdo de libre comercio que elimina los impuestos sobre las importaciones, los extranjeros nos entregan más bienes que los que nosotros les enviamos a ellos y para pagar la diferencia invierten en nuestro país o nos prestan dinero, la nueva administración estadounidense concluye que el acuerdo es malo.
La ciencia económica, sin embargo, no lo ve así. Un superávit de la balanza comercial no necesariamente indica que el nivel de bienestar de la población en general aumenta. República Dominicana, por ejemplo, registró en los años 2003 y 2004 un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que además del comercio de bienes, incluye el de servicios y las remesas. ¿Quiere decir que en esos años los dominicanos mejoramos nuestro bienestar? Todo lo contrario. Las importaciones se redujeron considerablemente ante la caída en el ingreso real de la población provocada por la devaluación. Mientras en septiembre del 2002 la pobreza alcanzaba al 33% de la población, en septiembre del 2004 la mitad de los dominicanos eran pobres.
Ningún acuerdo de libre comercio ha recibido más críticas del Presidente Trump que el NAFTA, el cual entró en vigencia en enero de 1994. El año previo EUA exhibía un superávit comercial con México de US$1,663 millones. En el 2015, EUA registró un déficit comercial de US$60,663 millones. Es esto lo que ha hecho pensar a la nueva administración estadounidense que dicho acuerdo ha sido un desastre y, por tanto, debe ser revisado.
Cuando observamos el giro que se ha producido en la balanza comercial de México con EUA, podríamos pensar que el calificativo que el Presidente Trump ha dado a dicho acuerdo es correcto. Sin embargo, cuando analizamos el comportamiento global de ambas economías, no se llega a esa conclusión.
Aunque a un creciente número de analistas no le atrae el uso de PIB per cápita como medida de bienestar debido a que ese indicador no transmite información sobre la dinámica de la distribución del ingreso, no existe un indicador superior para evaluar la evolución del bienestar promedio de la población.
¿Ha beneficiado el NAFTA más a México que a EUA? Mientras el ingreso per-cápita en dólares corrientes ha crecido a una tasa anual promedio de 2% en México durante el período de 23 años de vigencia del mismo, en EUA ha subido en 3.4%, casi el doble del de México.
En 1993 la pobreza en EUA alcanzaba al 15.1% de la población. En el 2015, había bajado a 13.5%, para una caída de 10.6%. En México, la pobreza en 1992 afectaba al 44.2% de los mexicanos. En el 2014, se había reducido ligeramente a 41.2%, arrojando una caída de 6.8%.
Es cierto que mientras la distribución del ingreso ha mejorado ligeramente en México al bajar el Gini de 0.542 en 1992 a 0.491 en 2014, en EUA se ha deteriorado ligeramente: el Gini ha subido de 0.454 en 1993 a 0.479 en el 2015.
La principal crítica que hace la nueva administración estadounidense es que su país ha perdido 4.5 millones de empleos en la industria manufacturera entre 1993 y 2015, mientras que México ha aumentado en 5 millones los empleos manufactureros durante ese período. Parecería casi un juego de suma cero, sólo que hay otros jugadores en el empleo y comercio manufacturero global, pero sobre todo, que es normal que otros sectores desplacen a la manufactura en creación de empleos a medida que los países avanzan en su desarrollo.
EUA ha creado empleos en los sectores de servicios como nunca antes, pasando de 88.6 millones en 1993 a 124.3 millones en 2015, para un aumento de 35.7 millones. México también ha logrado crear una gran cantidad de empleos en el sector de servicios, al pasar de 14.8 millones en 1993 a 31.6 millones en 2015, para un aumento de 16.8 millones de empleos manufactureros. Aquí debe hacerse la salvedad que en el caso de México, la informalidad laboral en el 2016 alcanza a 4 de cada 7 empleados, la mayoría en sectores de servicios, dos veces y media el nivel máximo estimado para EUA.
Parecería más sensato que el balance en materia de empleos se evalúe observando, fundamentalmente, el comportamiento del desempleo. Mientras en México la tasa de desempleo se mantuvo sin cambio en 3.4% entre 1993 y el 2016, en EUA ha bajado de 6.9% en 1993 a 4.9% en el 2016.
Está claro que la principal economía del mundo no parece haber sido afectada negativamente por la apertura al comercio y la inversión, mucho menos por la globalización que tanto se critica hoy.
EUA mantiene acuerdos de libre comercio con otros países de la región. EUA y Chile iniciaron su TLC en enero del 2004. El déficit comercial que tenía EUA con Chile en el 2003 era de US$990 millones. En el 2015, EUA exhibió un superávit de US$6,673 millones. ¿Quiere decir esto que Chile se perdió con este TLC? No. El ingreso per cápita en dólares corrientes de Chile ha aumentado a una tasa anual promedio de 7.9% durante el 2003-2016, superior al crecimiento de 2.9% en EUA en ese período.
El DR-CAFTA entró en vigencia en marzo del 2006. El superávit comercial consolidado que tenía EUA en el año previo a la entrada en vigencia del DR-CAFTA para cada país miembro, era de US$1,073 millones. En el 2015, el superávit de EUA aumentó a US$4,973 millones. ¿Quiere decir esto que el DR-CAFTA ha sido malo para los países centroamericanos miembros y la República Dominicana? No. El ingreso per-cápita en dólares corrientes en los países latinoamericanos miembros de ese TLC ha crecido anualmente en 6.2% durante los años en que ha estado vigente dicho acuerdo, casi 3 veces el crecimiento anualizado promedio de 2.4% en EUA en ese período.
La América Latina y el Caribe, luego de décadas de políticas proteccionistas, fundamentadas en el modelo de sustitución de importaciones, que no contribuyeron a promover un crecimiento sostenido ni a reducir significativamente la pobreza, abrazó la apertura al comercio y a la inversión extranjera a partir de los noventa, aunque algunos países, como Chile, lo hicieron mucho antes.
Mientras en 1995 el arancel promedio efectivo en la América Latina y el Caribe era de 10.2%, veinte años más tarde ha caído a menos de la mitad, 4.7%. Parte por rebajas arancelerias y otra por las decenas de TLC firmados. ¿Resultado? Aceleración del crecimiento y reducción de la pobreza. Como señaló el Presidente Medina en su discurso ante la CELAC, el PIB de la región, medido en US$ corrientes de paridad de poder adquisitivo se multiplicó por 6 entre 1990 y el 2016, mientras que la pobreza se redujo en casi 20 puntos porcentuales.
¿Le fue mal a EUA con las políticas de apertura que impulsó el Consenso de Washington y la Iniciativa de las Américas lanzada en 1990 por el Presidente republicano George Bush padre? Todo parece indicar que no. El PIB de EUA se multiplicó por 6.5 entre 1990 y el 2016.
América Latina y el Caribe deben asumir el papel de predicadores de las bondades que ha tenido para las Américas, incluyendo a los EUA, la apertura y la globalización. El Gabinete del Presidente Trump está conformado por figuras inteligentes y exitosas del mundo de los negocios. Hay que identificar las vías más adecuadas para llegarles con el mensaje y convencerlos de lo dañino que sería para la economía global, que EUA abrace el proteccionismo y fomente las represalias comerciales de sus socios, dando lugar a potenciales guerras comerciales.
EUA no está solo en el mercado global. China está cortejando a todos los países que temen al proteccionismo, lanzando discursos en Davos casi idénticos a los del Presidente Bush en los 90s. Alguien podría querer revivir la Doctrina Monroe pero con otro nombre y otro propietario: la Doctrina Xi, América para los chinos. Y eso, seguramente, no es lo que quiere el Presidente Trump
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