La UASD un coloso encadenado
La UASD, no es Prometeo, pero es una entidad con una fuerza ciclópea en Dominicana, está distribuida en toda la geografía nacional y sirve de soporte para llevar esperanzas a más 200,000 jóvenes que no pertenecen a la vasta legión de los (ni-ni) (ni estudian, ni trabajan). Pese a su notable corpulencia la UASD del presente se evidencia timorata, y no se sacude con el ímpetu del pasado para enfrentar la actitud de aquellos que pretenden socavar su existencia. Se muestra como un gigante encadenado.
Con una matrícula que alcanza el 50% de la población estudiantil universitaria, de modo permanente debemos recorrer el viacrucis de implorar a los dioses estatales para que se conmuevan y abran un poco la llave de paso del presupuesto para que esta institución que languidece no zozobre. Desde las altas instancias del Estado se considera que su labor es insignificante, y se asisten sus necesidades con puro desdén: si gritan mucho les damos algunas migajas, como computadoras y guaguas y unos chelitos para su déficit, pero no pueden pretender que eliminemos nuestros proyectos suntuosos prioritarios para patrocinar que los del “montón” se hagan profesionales.
La fanfarria reeleccionista levantó como una de sus banderas electorales primordiales una denominada “revolución educativa”, que se manifiesta hasta el presente con la construcción de locales escolares, los bachilleres siguen llegando a la universidad con graves deficiencias, pero lo que es peor esta “revolución educativa”, tiene sus límites en el bachillerato, vamos a suponer que en el futuro próximo esos bachilleres terminen bien formados, pero que les espera, ingresar a una universidad con enormes carencias que cada día atentan contra la calidad de la enseñanza, todo por las restricciones económicas que recibe esta institución recipiendaria de los bachilleres egresados de los liceos públicos. “¡Entonces que viva, que viva la revolución educativa!”.
La tolerancia desde la universidad es injustificable, porque la situación actual amenaza gravemente con el deterioro de la enseñanza, vamos a poner nuestro propio ejemplo como profesor con trece secciones de Historia Social Dominicana y Dominicana II: en la sección 10 tenemos 47 estudiantes, la 24 tiene 60, la 151 con 60, B6 tiene 60, 203 con 69, 204 tiene 72, 205 con 72, 01 con 46, 26 con 60, 105 con 60, 27 con 60, Dominicana II tiene 49. Debo agregar que uso un micrófono portátil para lograr comunicarme en un aula calurosa con más del doble de los estudiantes llamados a recibir docencia, además sin escritorio y muchas veces sin silla donde sentarme. Este es el drama de la mayoría de los profesores universitarios que subvencionamos la educación superior, aun en detrimento de nuestra salud, en la escuela de historia y antropología tenemos por lo menos tres maestros con graves problemas laríngeos, porque debemos “desgañotarnos” en las aulas. Lo peor es que desde la universidad, sus diversas instancias dirigenciales la mantienen encadenada, soslayando que nuestra Alma Mater es el propio pueblo, y que es ese pueblo que se llama UASD es quien debe reclamar sus derechos.
Es risible observar los minúsculos grupos que salimos a las calles a reclamar los derechos de la universidad, yo admiro su tenacidad, pero por ese derrotero no llegaremos a ningún camino. Recuerdo la lucha del medio millón en 1969, entonces cursábamos el bachillerato en el injustamente desaparecido Liceo Manuel Rodríguez Objío de Santo Domingo, la universidad no tenía un solo centro regional, pero la lucha fue a nivel nacional porque los estudiantes secundarios, intermedios y primarios nos empoderamos del asunto y aquel gobierno intolerante se vio obligado a ceder. Hoy la universidad está distribuida en toda la geografía nacional, sin embargo la lucha se circunscribe a declarar “huelgas”, ¿Contra quién? ¿Acaso esto afecta la maquinaria productiva del Estado? No, sencillamente perjudica a los más necesitados los estudiantes sedientos de aprender, en el pasado glorioso de la UASD nunca existió la huelga contra los estudiantes, la estrategia siempre fue: estudio y movilización. Hoy tenemos una fuerza extraordinaria sembrada en todo el territorio nacional, sin embargo solo amagamos con débiles escaramuzas, que luego son desnaturalizadas por algunos desalmados encapuchados que insisten en presentar una imagen deformada de la universidad ante el país. Abandonemos las posiciones genuflexas, se impone convocar a la movilización simultánea en todos los recintos de la universidad a nivel nacional por lo menos una vez a la semana, todos a la calles desde Higüey y a Mao, desde Samaná a Neiba y Barahona. Empecemos una vez a la semana, para ir incrementándolas en la medida que persista la sordomudez gubernamental. Ya lo sentenció el inmenso José Martí: ¡Los derechos se toman, no se piden, se arrancan, no se mendigan!.
Con una matrícula que alcanza el 50% de la población estudiantil universitaria, de modo permanente debemos recorrer el viacrucis de implorar a los dioses estatales para que se conmuevan y abran un poco la llave de paso del presupuesto para que esta institución que languidece no zozobre. Desde las altas instancias del Estado se considera que su labor es insignificante, y se asisten sus necesidades con puro desdén: si gritan mucho les damos algunas migajas, como computadoras y guaguas y unos chelitos para su déficit, pero no pueden pretender que eliminemos nuestros proyectos suntuosos prioritarios para patrocinar que los del “montón” se hagan profesionales.
La fanfarria reeleccionista levantó como una de sus banderas electorales primordiales una denominada “revolución educativa”, que se manifiesta hasta el presente con la construcción de locales escolares, los bachilleres siguen llegando a la universidad con graves deficiencias, pero lo que es peor esta “revolución educativa”, tiene sus límites en el bachillerato, vamos a suponer que en el futuro próximo esos bachilleres terminen bien formados, pero que les espera, ingresar a una universidad con enormes carencias que cada día atentan contra la calidad de la enseñanza, todo por las restricciones económicas que recibe esta institución recipiendaria de los bachilleres egresados de los liceos públicos. “¡Entonces que viva, que viva la revolución educativa!”.
La tolerancia desde la universidad es injustificable, porque la situación actual amenaza gravemente con el deterioro de la enseñanza, vamos a poner nuestro propio ejemplo como profesor con trece secciones de Historia Social Dominicana y Dominicana II: en la sección 10 tenemos 47 estudiantes, la 24 tiene 60, la 151 con 60, B6 tiene 60, 203 con 69, 204 tiene 72, 205 con 72, 01 con 46, 26 con 60, 105 con 60, 27 con 60, Dominicana II tiene 49. Debo agregar que uso un micrófono portátil para lograr comunicarme en un aula calurosa con más del doble de los estudiantes llamados a recibir docencia, además sin escritorio y muchas veces sin silla donde sentarme. Este es el drama de la mayoría de los profesores universitarios que subvencionamos la educación superior, aun en detrimento de nuestra salud, en la escuela de historia y antropología tenemos por lo menos tres maestros con graves problemas laríngeos, porque debemos “desgañotarnos” en las aulas. Lo peor es que desde la universidad, sus diversas instancias dirigenciales la mantienen encadenada, soslayando que nuestra Alma Mater es el propio pueblo, y que es ese pueblo que se llama UASD es quien debe reclamar sus derechos.
Es risible observar los minúsculos grupos que salimos a las calles a reclamar los derechos de la universidad, yo admiro su tenacidad, pero por ese derrotero no llegaremos a ningún camino. Recuerdo la lucha del medio millón en 1969, entonces cursábamos el bachillerato en el injustamente desaparecido Liceo Manuel Rodríguez Objío de Santo Domingo, la universidad no tenía un solo centro regional, pero la lucha fue a nivel nacional porque los estudiantes secundarios, intermedios y primarios nos empoderamos del asunto y aquel gobierno intolerante se vio obligado a ceder. Hoy la universidad está distribuida en toda la geografía nacional, sin embargo la lucha se circunscribe a declarar “huelgas”, ¿Contra quién? ¿Acaso esto afecta la maquinaria productiva del Estado? No, sencillamente perjudica a los más necesitados los estudiantes sedientos de aprender, en el pasado glorioso de la UASD nunca existió la huelga contra los estudiantes, la estrategia siempre fue: estudio y movilización. Hoy tenemos una fuerza extraordinaria sembrada en todo el territorio nacional, sin embargo solo amagamos con débiles escaramuzas, que luego son desnaturalizadas por algunos desalmados encapuchados que insisten en presentar una imagen deformada de la universidad ante el país. Abandonemos las posiciones genuflexas, se impone convocar a la movilización simultánea en todos los recintos de la universidad a nivel nacional por lo menos una vez a la semana, todos a la calles desde Higüey y a Mao, desde Samaná a Neiba y Barahona. Empecemos una vez a la semana, para ir incrementándolas en la medida que persista la sordomudez gubernamental. Ya lo sentenció el inmenso José Martí: ¡Los derechos se toman, no se piden, se arrancan, no se mendigan!.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario