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Es un necio. A veces me dan deseos de liquidarlo pero, como estoy obligada a convivir con él, lo perdono y dejo a un lado el recelo que por momentos siento. ¿Cómo odiar algo que es parte de ti? No hay manera.
La historia entre mi útero y yo es larga. Aunque data de hace 41 años, los últimos 28 han sido los más intensos. Antes, la verdad, no significaba nada. Con el tiempo, sin embargo, hemos terminado siendo tan íntimos que pocos pueden entendernos. Sólo yo sé qué necesita.
Para un hombre, que no puede imaginar lo que implica lidiar con el llanto de mi útero porque jamás lo sentirá, es muy fácil tomar decisiones en nombre de él. Tan simple resulta que los curas insisten en vestirlo con sus sotanas y obligarnos a actuar bajo su dogma en caso de que quede embarazada por violación o mi vida esté en riesgo por un embarazo.
La última carta de la Pastoral de la Familia es clara: la vida de un feto, aunque llegue a la fuerza o me mate, debe primar sobre la mía. Pero, ¡qué fácil es decirlo cuando no son ustedes los que tendrán que asumir las consecuencias! Hablar desde el púlpito es muy bonito. En la vida real, sin embargo, las cosas son muy distintas. Cada mujer tiene una historia personal. Por tanto, sólo ella sabe qué decisión debe tomar.
En honor a ello, y porque el Estado no está para complacer sotanas sino para gobernar con laicismo, yo espero que el Congreso acoja las observaciones que le hizo el presidente Danilo Medina al Código Penal. Al hacerlo, no lo olviden, el mandatario habló en nombre de las mujeres dominicanas. Nosotras necesitamos y merecemos elegir.
http://hoy.com.do/por-que-no-dejan-las-sotanas-fuera-de-nuestro-utero/
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