El cuidado de la Casa Común y de sus habitantes (1)
En definitiva, tanto la Carta de la Tierra como la Encíclica sobre el Cuidado de la Casa Común, nos ayudan a entender la gravedad del problema ambiental, y de la ruptura de las relaciones armónicas entre los seres vivos en el Planeta Tierra.
El pasado sábado concluyó el encuentro mundial sobre el cambio climático en París, Francia. Los puntos acordados son realmente importantes. Ahora el desafío está en cumplirlos y en hacerlos cumplir. Esto ayudaría a que se retrasen las desgracias naturales, fruto de la degradación ambiental, con su secuela de muerte y de dolor.
En este y en próximos escritos queremos compartir con las y los lectores de Acento, y más concretamente con quienes siguen los artículos del Observatorio Ético y Ciudadano, que coordina la Red de Educación Ética y Ciudadana (REDETYC), algunas reflexiones sobre el cuidado de la Casa Común que es el ambiente, pero también de sus habitantes: los seres humanos, los animales, las plantas, los árboles y los seres vivos en general.
Utilizaremos para el análisis y la reflexión los aportes de dos documentos importantes sobre el tema del cuidado ambiental, la Carta de la Tierra (2000) y la Encíclica del Papa Francisco sobre el Cuidado de la Casa Común (2015).
La Carta de la Tierra es una declaración internacional orientada a la protección de nuestro Planeta y sus habitantes, surgida en el seno de las Naciones Unidas (2000), que afirma, como tesis fundamental, que el cuidado ambiental, los derechos humanos y la cultura de paz son interdependientes e indivisibles.
La Carta de la Tierra hace un certero diagnóstico de las condiciones de sostenibilidad de la vida de todos los seres vivos sobre nuestro planeta, cuando señala: “Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies. Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injusticia, la pobreza, la ignorancia y los conflictos violentos se manifiestan por doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables”.
En la Carta Encíclica sobre el Cuidado de la Casa Común se amplía el diagnóstico de los problemas ecológicos, sociales, económicos y políticos que deterioran la vida de los seres vivos y dificultan una convivencia armónica entre los mismos, en el Planeta Tierra. Según este texto los principales problemas que influyen en el deterioro de la Casa Común son:
1. Contaminación ambiental. Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. Entre éstas podemos señalar: la exposición a los contaminantes atmosféricos por altos niveles de humo provenientes de los combustibles que se utilizan para el transporte, para mantener en operación las industrias, para cocinar, y, en muchos países, para las calefacciones en tiempos de invierno. A esto se añade la contaminación por los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general. Es necesario, además, considerar la contaminación producida por basura y por los residuos de la construcción, incluyendo los desechos peligrosos y tóxicos presentes en distintos ambientes.
2. Deterioro del agua que consumimos. Un problema principalmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muertes todos los días. Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la contaminación que producen algunas actividades agrícolas e industriales, sobre todo en países en donde no hay una reglamentación y controles suficientes.
3. Pérdida de la biodiversidad. Los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. Cada año desparecen miles de especies vegetales y animales que que ya no podremos conocer, que nuestros hijos e hijas ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana depredadora.
4. Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social. El crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas de transporte y a la contaminación visual y acústica. Muchas ciudades y barrios son grandes estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso.
5. Inequidad planetaria. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a las y los más débiles del planeta. La inequidad no afecta solo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una nueva ética de las relaciones internacionales.
6. La indiferencia y la inconsciencia ante el deterioro de la vida planetaria.Un grave problema sigue siendo la indiferencia y la inconsciencia de las personas, las comunidades, los pueblos, los gobiernos, los sistemas económicos y políticos ante el gravísimo problema ambiental. Estas situaciones provocan el gemido de la Madre Tierra, que se une al gemido de las y los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo.
En definitiva, tanto la Carta de la Tierra como la Encíclica sobre el Cuidado de la Casa Común, nos ayudan a entender la gravedad del problema ambiental, y de la ruptura de las relaciones armónicas entre los seres vivos en el Planeta Tierra. Ambos documentos plantean sobre todo la responsabilidad de los seres humanos en el deterioro de la vida planetaria. Esta situación nos demanda cambiar de mentalidad y de rumbo, para evitar, o al menos retardar, un desastre mayor a nivel planetario. Sobre esta importante temática seguiremos reflexionando en las futuras entregas.
http://acento.com.do/2015/opinion/8309587-el-cuidado-de-la-casa-comun-y-de-sus-habitantes-1/
El cuidado de la casa común y sus habitantes (2)
No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay nueva visión ecológica sin una adecuada antropología.
El tiempo navideño es propicio para encontrar la familia, los amigos y amigas, tanto a quienes no encontramos con frecuencia como quienes vinieron del exterior; es tiempo para conversar, contar experiencias, para dar abrazos y reconciliar afectividades. Es tiempo propicio para soñar con otro mundo posible, con la gestación de nuevas relaciones entre los seres humanos y de éstos y éstas con todos los seres vivos del planeta Tierra.
En nuestro artículo pasado hacíamos un diagnóstico de la gravedad del problema de relaciones y de convivencia entre los seres vivos que viven en el Planeta Tierra y sobre todo las consecuencias de una actuación irresponsable del ser humano con relación a la tierra y a los demás seres vivos. Ahora nos dedicaremos a ver algunas de las causas o raíces del grave problema ambiental a nivel nacional e internacional. Nos ayudaremos para el análisis de los aportes de la Carta sobre el Cuidado de la Casa Común (2015), del Papa Francisco. Naturalmente si intentamos buscar las raíces de la grave problemática ambiental y de relaciones en el planeta es con la finalidad de buscar líneas de acción y estrategias, proyectos y acciones concretas que con tribuyan con el cuidado de la Casa Común.
La Carta sobre el Cuidado de la Casa Común, se refiere a “la raíz humana de la crisis ecológica”. Entre los elementos que presenta están: el mal uso de la tecnología al servicio de los intereses de grupos económicos y poderosos, la globalización del paradigma tecnocrático, el antropocentrismo moderno y la falta de valoración del trabajo humano. Tal como se afirma en esta carta: “No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica. Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla. ¿Por qué no podemos detenernos a pensarlo?”.
La humanidad ha ingresado en una era en la que el poderío tecnológico nos pone en una gran encrucijada. Usarlo al servicio de mejorar la calidad de vida de las mayorías o al servicio de los proyectos e intereses de grupos económicos y partidarios minoritarios. La energía nuclear, la biotecnología, la informática y otras capacidades dan un tremendo poder a quienes tienen el conocimiento y el poder económico para utilizarlas, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y el mundo entero. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, así como el gran despliegue tecnológico utilizado por el nazismo, el fascismo, el capitalismo, el comunismo y otros regímenes que tienen en la construcción y venta de armas, así como en la promoción de violencia interna y de conflictos bélicos fuera de su territorio, una de sus principales fuentes económicas.
Hoy se ha globalizado el paradigma tecnológico; el mismo se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica. En el mundo se desarrolla una tendencia a constituir la metodología y los objetivos de la tecnociencia en un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las personas y el fundamento de la sociedad.
El paradigma tecnocrático tiende también a ejercer su dominio sobre la economía y el ejercicio del poder político. La macro-economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. La macro-economía ahoga a la micro-economía, de los sectores de clase media y sobre todo de los sectores más empobrecidos. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado.
El antropocentrismo moderno, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad cotidiana, sin reconocer el valor en sí mismo de los demás seres vivos que habitan el planeta. Si el ser humano se declara autónomo de los demás seres vivos y de la naturaleza se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona. No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay nueva visión ecológica sin una adecuada antropología.
La crítica al antropocentrismo desviado tampoco debería colocar en un segundo plano el valor de las relaciones entre las personas. Si la crisis ecológica es una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano. De hecho la apertura a un “tú” capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo el gran reto de cada persona humana, de las familias y las comunidades.
En cualquier planteo sobre una ecología integral, es indispensable incorporar el valor del trabajo humano. El relato bíblico del libro del Génesis señala que la divinidad colocó al ser humano en el jardín del Edén para que lo cultivase y lo cuidase (Gen 2,15). No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. De hecho la orientación de la economía capitalista ha propiciado un tipo de avance tecnológico para reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de trabajo, que se reemplazan por máquinas. El gran objetivo de la actividad económica debería ser permitir una vida digna para todas las personas trabajadoras y no para acumular bienes en pocas manos.
En definitiva no basta solo con analizar los problemas ambientales describiéndolos y buscando sus raíces y causas, es necesario buscar la manera de aportar a su solución, como un compromiso ético y responsable indelegable. Sobre esta temática reflexionaremos en la próxima entrega.
http://acento.com.do/2015/opinion/8311057-el-cuidado-de-la-casa-comun-y-sus-habitantes-2/
El cuidado de la casa común (3)
El proceso requerirá un cambio de mentalidad y de corazón; de prácticas comprometidas; requiere también de un nuevo sentido de interdependencia global, de responsabilidad y cuidado universal.
Estamos estrenando el año 2016. Al encontrarnos con familiares, amigos y amigas, nos hemos felicitado y nos hemos deseado lo mejor. Sobre todo que el año que comienza sea venturoso y lleno de bienestar. Sin embargo, el año por sí mismo no será capaz de mejorar las relaciones entre las personas y los seres vivos sobre el Planeta Tierra. Por eso las felicitaciones conllevan el compromiso con el mejoramiento de la calidad de vida en cada territorio y espacio vital y socio-comunitario en donde hacemos vida.
Nada mejor que al principio del año para examinar y evaluar las actitudes, principios, valores y acciones prácticas que promueven el cuidado de la Casa Común en el territorio en donde vivimos, que es donde establecemos relaciones con todo lo existente: de armonía, de cuidado, o de violencia y desinterés hacia la Madre Tierra y todos los seres vivos que ella habitan.
En nuestros dos artículos anteriores habíamos presentado las problemáticas principales que dificultan la vida en la Casa Común, así como las raíces o causas que provocan el deterioro ambiental y de relaciones sobre el Planeta Tierra. En este artículo queremos proponer algunas líneas de acción que deben ser asumidas a nivel local, nacional y mundial para preservar la vida amenazada de todos los seres vivos, habitantes de nuestro Hogar Común.
Dos documentos importantes – La Carta de la Tierra (2000) y la Carta sobre el Cuidado de la Casa Común (2015)- nos plantean algunos principios, líneas de acción y estrategias para el Cuidado de la Casa Común. Éstos nos pueden servir de orientación para definir las prácticas que pueden ser asumidas desde nuestras familias, grupos y comunidades organizadas y a nivel de las políticas públicas que deben asumir los diferentes gobiernos. Entre los principios y grandes compromisos que deben guiar nuestra acción, podemos señalar:
1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad.
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
3. Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas.
4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y
futuras.
Para poder realizar estos cuatro compromisos generales, es necesario promover:
A. Una ecología integral: ambiental, económica y social.
-Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial
preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
-Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea
limitado, proceder con precaución.
-Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades
regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.
-Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la
extensa aplicación del conocimiento adquirido.
B. Justicia social y económica y priorización del Bien Común.
-Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social, político y ambiental.
-Asegurar que las actividades e instituciones económicas, a todo nivel, promuevan el
desarrollo humano de forma equitativa y sostenible.
-Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y
asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.
-Defender el derecho de todos y todas, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de
los pueblos indígenas y las minorías.
C. Fortalecimiento de la cultura democrática y pacífica
-Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y
rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y
acceso a la justicia.
-Integrar en los diferentes niveles del sistema educativo y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para promover un modo de vida sostenible.
-Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.
-Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.
En definitiva, estamos ante un momento crítico en la historia de la humanidad, con relación a nuestro descuido con la Casa Común. Como nunca antes en la historia, la necesidad de orientar nuestros pasos hacia un objetivo común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo, a emprender nuevas iniciativas, ante los inmensos desafíos que tenemos por delante. El proceso requerirá un cambio de mentalidad y de corazón; de prácticas comprometidas; requiere también de un nuevo sentido de interdependencia global, de responsabilidad y cuidado universal. Debemos desarrollar y aplicar imaginativamente la visión de un modo de vida sostenible y responsable a nivel local, nacional, regional y global. Esta puede ser una perspectiva pertinente para comenzar el nuevo año.
http://acento.com.do/2016/opinion/8312701-el-cuidado-de-la-casa-comun-3/
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