martes, 6 de octubre de 2015

Cuando la sangre salpique los apellidos | Por José Luis Taveras

Cuando la sangre salpique los apellidos

Por José Luis Taveras. 6 de octubre de 2015 - 12:12 am -  3
Una cruzada nacional con sombrillas negras arroparía, con su sombra, la vida dominicana. Se celebrarían misas semanales durante un mes en todas las iglesias.
José Luis Taveras

José Luis Taveras

Abogado corporativo y comercial, escritor y editor.
¡Coño!… a eta vaina le van a hacei caso cuando le arranquen la vida a uno de lo grande. Y ahora quién me devueive a mi hijo… ¡maidita policía, maidito gobierno¡… ¡Hagan aigo!… ¡coooñooo…!
Era el grito desgarrador preñado en las entrañas de una madre mientras destrozaba el féretro de su hijo con las uñas de la impotencia. Un joven de 19 años yacía pálido en un barato ataúd mientras las cámaras de los noticieros recogían testimonios de la vecindad que se agolpada en la maltrecha casucha. Todos decían que era un estudiante meritorio y que le dieron dos balazos para quitarle una pasola; una estampa rutinaria de las hostilidades barriales; cifra estadística o nota policial de un día, nada más.
¿Qué pasaría si la osadía del crimen arrebatara, con sádica insolencia, a uno de los apellidos cimeros de nuestra hidalguía?: Los editoriales de la prensa calificarían como “abominables” y “execrables” los actos de la delincuencia. El tema coparía dos meses de torturante vigencia en los medios. No faltarían enérgicos comunicados de condena de los burós empresariales y fundaciones subsidiarias. El Presidente convocaría a los sectores “vivos de la nación” a una cumbre de tres días en el Hard Rock Hotel, de Bávaro, bajo la más alta coordinación clerical, para “consensuar” las bases de un “programa integral e inclusivo” de seguridad ciudadana al que se le buscaría un nombre provocador. Se designaría una comisión de “juristas” (reciclados y amoratados) para que en el término de un mes elabore una reforma al Código Procesal Penal, la cual se aprobaría de urgencia a través de una comisión bicameral. Se emitirían títulos soberanos de deuda para sostener programas al vapor de reforma policial y seguridad ciudadana, con los consabidos negocios colaterales. Los candidatos anunciarían compromisos solemnes con la nación para establecer, como alta prioridad, la atención a este “acuciante” mal. Las encuestas presentarían la delincuencia como el principal problema en la percepción de los dominicanos. Se lanzaría a las Fuerzas Armadas a las calles. Se clamaría con vehemencia por la pena de muerte. Los operativos “preventivos” de la Policía Nacional aumentarían en número y en sobornos. Las ejecuciones policiales serían bendecidas. La catedral primada de América se erigiría en tribuna profética de implacables admoniciones litúrgicas. Los teóricos de siempre analizarían el impacto de la delincuencia en los sectores de incidencia en el PIB, en el factor “riesgo-país” así como en las condiciones de “competitividad” del país y otros clichés más corroídos. Una cruzada nacional con sombrillas negras arroparía, con su sombra, la vida dominicana. Se celebrarían misas semanales durante un mes en todas las iglesias. La televisión nacional pondría en negro por un minuto la señal de ajuste en contra de la violencia.
Podrán calificarme de insensible y mordaz; ya lo han hecho tantas veces, pero difícilmente puedan rebatir mis conjeturas. En esta sociedad de dobleces, ser franco es pecaminoso. Nos cuesta admitir que vivimos una quimera y que cualquiera que nos despierte es un resentido o un idealista.
Seamos sinceros y estemos a cuentas: mientras la sangre no manche las finas alfombras de las villas o perturbe la placidez de los que socialmente valen, no habrá cambio en las respuestas. Cuestión de espera. Lo demás serán números de expedientes y notas estadísticas que alimentarán índices. El consuelo de los parias seguirá siendo el mismo grito del infortunio: ¡coño!, hasta un día… http://acento.com.do/2015/opinion/8288812-cuando-la-sangre-salpique-los-apellidos/

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