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16 junio, 2015 2:00 am
Cien por ciento de acuerdo con el presidente del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), el colega Olivo de León: la muerte, en un intercambio de disparos, del recluso José Miguel Rodríguez (Job), rodea de mayores dudas y cuestionamientos el asesinato del periodista Blas Olivo, pues como los muertos no hablan ahora no hay manera de saber si fue mandado a matar, como sospecha su familia, o fue víctima de un robo que salió mal, como sostiene la versión ofrecida hasta ahora por la Policía. Sobre todo porque ya antes había caído abatido, en otro intercambio de disparos, el “peligroso delincuente” al que los investigadores policiales señalan como el jefe operativo de la banda que “Job” dirigía desde la cárcel de Monte Plata, donde cumplía 30 años de prisión, coincidencia que ha puesto a pensar a la familia de Olivo en que hay alguien interesado en eliminar los cabos sueltos que permitirían el esclarecimiento de su muerte. El problema está en que, como se sabe, ambos sicarios murieron a manos de la Policía, lo que lleva, necesariamente, a la pregunta. ¿Tiene algún interés la Policía, o algunos de sus miembros, en impedir que se llegue hasta la verdad? Hasta ahora no parece haber ninguna razón para creer o sospechar que ese interés exista, pero sea porque le resulte imposible deshacerse de sus viejos métodos para enfrentar a la delincuencia como son los desacreditados intercambios de disparos, o producto de su afán de cerrar un caso de alta resonancia mediática, lo cierto es que hay demasiadas cosas alrededor de la muerte de Job que la Policía, junto a las autoridades penitenciarias, están obligadas a explicar de manera convincente, empezando por responder la pregunta que se hizo todo el mundo cuando se conoció la noticia de que enfrentó a los agentes que pretendían realizar un pesquisa en su celda. ¿Cómo llegó el arma de fuego hasta el “área restringida” donde se encontraba recluido? http://hoy.com.do/cabos-sueltos-3/autor/claudio-acosta/
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