25 de marzo de 2015
Con cariño y respeto a los pastores Nino Ramos y Mario Serrano (católicos), José Rafael Dúnker (evangélico), y Milcíades Pérez (diácono), porque hacen el bien a su pueblo con mucho desprendimiento, sin aspavientos ni afán de notoriedad.
En un escrito titulado “Sobre la historia del cristianismo originario” (1894), Federico Engels, sugiere que esa corriente fue socialista en las condiciones histórico-sociales en que desarrolló. Eran los tiempos en que se manifestaba como una práctica e ideas diversas para combatir el colonialismo romano; y todavía no era una concepción rígida, única, inapelable, sino que se nutría de varias tradiciones y formas, unidas en la lucha contra ese poder.
El cristianismo era en consecuencia una idea y práctica revolucionaria.
Fue el emperador romano Constantino (285- 337), a sabiendas de la fuerza religión oficial de ese imperio, hasta que su sucesor Teodosio la hizo mediante decreto en el año 380.
El cristianismo fue cooptado, y a la larga, aquella idea y práctica anticolonialista se convirtió en un arma espiritual en favor de los conquistadores.
Con esa arma llegaron Colón y sus tres carabelas a “cristianizar” a nuestros aborígenes, y como dice Neruda en su poema Versainograma a Santo Domingo: “Enarbolando a Cristo con su cruz, los garrotazos fueron argumentos tan poderosos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos”.
Los militantes cristianos, que en sus tiempos primigenios andaban descalzos o con pantuflas; montaban en burros y dormían sobre esteras en cuevas o debajo de árboles, fueron sustituidos por príncipes de la iglesia, alojados en palacios.
Desde luego, que todo se desdobla en dos, y así como hay príncipes que actúan en nombre del cristianismo, en este también hay por todas partes, y por supuesto en nuestro país, una cantidad amplia de servidores a esa fe, con opción por los pobres.
Estos cristianos militan en la vida, por eso su implicación directa, horizontal con la realidad del pueblo más pobre, que mal vive, y precisa de orientaciones y acompañamientos terrenales, aquí y ahora; para conquistar un medioambiente sano, mejores salarios, salud, educación de calidad; en general, una distribución más equitativa de la riqueza que el trabajo ha venido generando. Se trata de la conquista de una situación de vida “que merezca ser vivida”, de disfrute material y espiritual.
Es esa opción de vida la que les permite encontrarse sin prejuicios con toda suerte de banderías políticas e ideológicas, incluyéndonos a los marxistas leninistas, y caminar con estas como iguales.
Conscientes o no, estos cristianos son dialécticos al asumir la cruz; que más que símbolo de la muerte de Cristo, simboliza la vuelta de este a la vida.
La conquista de una vida “que merezca ser vivida” es un punto esencial en este momento del pueblo, nación y país.
Dice el informe Chardón (Sociedad de bibliófilos, 1976) que hace apenas 75 años nuestras riquezas naturales eran tales que cuestionados los campesinos de varias zonas sobre sus necesidades inmediatas, respondieron unánimes: ”nosotros vivimos con sal y candela…”Añade que “todo lo demás lo tenían de sus tierras: maíz, arroz, yuca, frijoles, batatas, manteca de cerdo, carne, etc”.
Solo necesitaban sal y candela, lo único que les faltaba en su entorno, y debían traerlos de otros sitios.
Aquel era un país con vida y el pueblo de entonces tenía satisfechas sus necesidades perentorias. Ese país y pueblo deben volver a nosotros, con el concurso militante de los cristianos comprometidos con la causa de las mayorías, hermanados en la práctica con otras creencias.
http://acento.com.do/2015/opinion/8233742-el-cristianismo-tuvo-y-tiene-compromiso-social/
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