Ylonka Nacidit-Perdomo: Encuentro a solas con Carmen Natalia
He vuelto a estar a solas con mi alma
y no le he dicho nada.
En silencio, tal vez, le di mi verso
y ella, en silencio, acaso lo guardara.
¿De qué hablaba mi verso?
Nació sólo por ella, por mi alma.
Nació en sus blandas fibras
que tiemblan ante el raro
prodigio de la vida y en ella se desgarran.
Nació porque mi alma, serenamente, ama
todas las cosas buenas,
todas las cosas tristes,
todas las cosas bellas…
Nació en sus blandas fibras
y ha de morir en ellas…
Carmen Natalia, fragmento de «He Vuelto a Estar a Solas con mi Alma». [1]
Un poema premonitorio. Una reflexión, sin dudas, de un alma alejada del concepto terrenal de la muerte, que no percibe en el sepulcro el término de« todo», de todas las cosas buenas, todas las cosas tristes, todas las cosas bellas, porque se abraza a los elementos del orbe, a la belleza par excellence interior, no a la superficialidad de lo corporal; una voz poética que une sus ideas a lo placentero de la quietud con sus versos alegóricos al vuelo espiritual, a la guarda de las horas, no a la prisión sentenciosa del final. Una composición que nos despierta a comprender que el cadáver enterrado de la poeta en una tumba es sólo la representación de su existencia, que aparentemente se clausura cuando el féretro es entregado a todas las criaturas que se encuentran al lado del «prodigio de la vida y en ella se desgarran».
Estos son los versos de Carmen Natalia (1917-1976) que pertenecen, quizás, al contemptu mudi, que la miseria de la condición humana no coloca como un lema, en el pórtico, en la entrada de las sepulturas, para que se entienda que descendemos a la tumba con la inocencia pura en los labios en ese memento mori del ansiado reposo, que significa sueño eterno.
Carmen Natalia falleció en Santo Domingo en la noche del martes seis de enero de 1976. Su cuerpo inerte, amortajado, que no dudo esté en estado de incorruptibilidad reposa en cristiana sepultura en el cementerio Cristo Redentor del sector Los Girasoles, en la misma tumba familiar sencilla donde su madre Carmen Julia Bonilla Atiles fue entregada al misterio de la muerte por sus seres queridos, con una tarja o lápida que recuerda literalmente a la memoria cuándo nació, y cuándo falleció, sin ninguna escritura emblemática, sin exaltar la grandeza de sus valores literarios para cuando los visitantes se encuentren a solas con su alma, rodeada del amor aun presente que inspiran sus poemas, sin mencionar que padeció el destierro de su patria, y el oprobio de una dictadura, sin mayores palabras, sin ninguna vanidad, que no sea la dignidad de su nombre: Carmen Natalia.
Pedro Mir al leer ante la tumba de Carmen Natalia el Panegírico, el poema que le escribiera «Despedida», también hizo una segunda premonición sobre su alma, le dijo entonces a la amiga-poeta que se desprendía a solas de la danza de la vida, estas estrofas: «Ahora nosotros vámonos. La historia triste, lejos de ti, tal vez nos junte. / Y entre tanto la vida que pregunte/ y tú sola contéstale a la gloria. » [2]
Y así fue. La historia -después de andar unidos en ideales, en luchas, y en la literatura entre los vivos, de nacer en el mismo terruño, en San Pedro de Macorís- los juntó en el Cementerio Cristo Redentor. Al morir, Pedro Mir fue sepultado en el mismo camposanto donde está Carmen Natalia, del cual partirá ahora él, es decir, su alma -por decisión de sus familiares- mañana 11 de julio, para dejar a Carmen Natalia allí, sola, a fin de que sea ella que les conteste a los visitantes por los dos, sobre la gloria de ambos.
Ahora, que inicio mi encuentro a solas con Carmen Natalia, me pregunto ¿qué es una tumba?- Y me respondo: ¿Acaso un accesorio a la agotada vida que se fue lejos, que partió de las cosas terrenales con significantes? ¿Acaso una noble sepultura es el último eslabón donde se yace en silencio con boato o sin boato, el encierro, la clausura que nos da la colectividad social como tributo, el espacio que nos acoge para que el rocío continúe sobre las rosas o las yerbas silvestres como un tributo de las lágrimas de los ángeles cuando nos dejan a solas?
¿Qué es una tumba?-¿Un nuevo “trono” para la vanidad de los que quedan, donde la piel que se cansa de su lozanía se hace elemento vegetal, elemento mineral, elemento natural, huésped del frío, del calor, del suelo, de la oscuridad? ¿Acaso es el suelo que nos espera para desvestirnos de las molestias que trae ser corroído al pasar el tiempo, puesto que nos “arruinamos”, y no retoñamos como las plantas al ser cortadas?
¿Qué es una tumba sino la última morada donde se rinde cuentas de la jornada de la vida; donde las aves en acción de gracias se posan, y celebran al espíritu que espera la resurrección prometida? ¿Qué es una tumba sino una armadura para la inclemencia del clima tropical que nos otorgan como un voto de amor un amigo, un ser querido o un familiar que solo espera como atributo para el nicho la solemnidad del silencio, la sencillez sin murmuraciones, sin pedidos de majestad, sin encanto más noble que dejarnos soñar allí, lejos de los cálculos banales materiales que se justifican en la arrogancia?
Sin embargo, hay tumbas que tienen un significado histórico-cultural, y no yerro al decir que una de ellas es la de Carmen Natalia. Su tumba acoge la costumbre de recordarla, de apreciar la luz cuando se descompone para liberar a nuestros ojos del asombro, para que observemos el jardín donde crecen los árboles y se hacen por su verdor motivos para cantarles, porque la conciencia sobre el significado de una tumba no se hace sólo de fines para pedir recompensas. El amor al que se ama se hace sagrado cuando el duelo no se convierte en codicia, en solicitud de rangos o en petición de provechos.
Toda tumba que se piensa, que se hace, o se pretende erigir en base a cálculos materiales, le “arrebata” al fallecido más de la mitad de su gloria. Le quita la tranquilidad de dormir en paz. Lo restablece a los designios de los otros -de los que tienen vida, y están vivos-; lo hace parte del juego del poder, de esa flota de expedicionarios que se hacen a la mar de lo público para “colectar” adulaciones.
Una tumba no es una “tienda” donde se cree que es lo mismo una cruz cristiana, que una escritura pomposa con noticias de su “dueño”. Pulgada a pulgada es un dominio que se consiente, a veces, al vaivén de los tiempos, que se agrieta, que duele.
Quizás sea cierto, y esté equivocada, pero las tumbas de los poetas se cuidan muy pocos como monumento sepulcral, y se olvidan. Al parecer se le atribuye el mismo escaso valor que a cualquier cosa pública que no ofrece plusvalía. En ninguna normativa ni ley está estipulado que las tumbas de los poetas deben reflorecer vivamente por cada aniversario de su nacimiento o muerte. Sólo se sabe que, de ellas se levantan sus almas para encontrarse frente a frente con las más ruines bastardías, y que se dejan oír a través de sus versos, y no esperan como mayor ofrenda que vestirse de la nada, esa misma nada que sí pernota a su lado, que es únicamente su compañera como esfera para elevarse al infinito. Una tumba sólo da el fruto de la eternidad a los que el pueblo hace sus poetas.
Pedro Mir, el Poeta Nacional -cuya alma parte mañana del Cementerio Cristo Redentor para dejar a solas a Carmen Natalia contestándole a la gloria, dijo de ella, nuestra Poeta de la Patria: «Su poesía, no solamente no se alistó en el ejército del absolutismo imperial, sino que consagró sus voces más puras a glorificar a los patriotas que se inmolaban en la lucha contra la tiranía dominicana. De este momento es lo más gallardo, permanente y formidable de su canción. Sus versos volvieron a andar de boca en boca. Su nombre fue otra vez besado como en los días de su infancia por las madres conmovidas. Otra vez, aunque en una nueva dimensión y en una nueva época, su nombre retumbó en esa gran caja de resonancia que es la nacionalidad satisfecha y adoptó la posición de los grandes vuelo por los dominios de la posteridad. » [3]
En este año del centenario del nacimiento de Carmen Natalia se cumple la profecía de Pedro Mir: el nombre de Carmen Natalia vuelve a estar de «boca en boca», y no está muy lejano el día en que « las madres conmovidas» de este país vuelvan a besarlo «en una nueva dimensión y en una nueva época» en «grandes vuelo por los dominios de la posteridad. »
La posteridad de Pedro Mir (el Poeta Nacional) y de Carmen Natalia (la Poeta de la Patria) los unió en el Cementerio Cristo Redentor. Ahora, en aquella ciudad de sueño eterno mi encuentro será a solas con Carmen Natalia, más aun cuando ahora, en el presente, las poetas sufrimos del desencanto, y evocamos al desarraigo como naufragio, como experiencia de catarsis o dolor.
Desde ahí, desde el naufragio, desde esas aguas que se hacen mares, y desde el agua de las lágrimas que nos deja el no comprender los enigmas de la vida, hacemos del oficio un arbusto que florece, una piel que se renueve cuando la estación de la primavera nos atrae a las tonalidades de la luz hecha metáfora o geografía que reúne la síntesis única que sugiere a la naturaleza advertir en ella los senderos por los cuales iremos para evocar al sueño, a la existencia, y cortejar a las canciones que desde la latitud Sur trae el viento. Ya lo dijo, sencillamente, Carmen Natalia en los versos finales de su poema «He Vuelto a Estar a Solas con mi Alma»:
Por eso, cuando quise decirle tantas cosas
no pude decir nada
y le ofrendé, temblando, mi verso silencioso.
¡Quieres saber ahora lo que dice este verso!
¿Tú no sabes que nadie
podría comprenderlo?
No tuvo el viejo molde de las palabras hueras,
ya te lo dije antes,
nació porque mi alma
ama todas las cosas de la vida.
Nació en sus blandas fibras,
por ella y para ella.
Fue un verso silencioso,
sin palabras, sereno…
¡Solamente mi alma podría comprenderlo!
Carmen Natalia
(1917-1976)
NOTAS
[1] Poema publicado por primera vez en el periódico La Nación, el domingo 11 de enero de 1942 «Página Literaria» de “La Nación”. Página 6. Posteriormente aparece en Carmen Natalia, Alma Adentro. Obra poética completa. 1939-1976. (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981): 189-190. Edición con un Prólogo Altamente confidencial ¿«A dónde, a dónde fueron tus gritos vegetales»? de Pedro Mir; «A Manera de Epílogo. C. N. En dos notas telegráficas y dos poemas» por Alberto Baeza Flores y «Carmen Natalia. Datos biográficos» de O. M. (Maricusa Ornes), publicado por Danilo de los Santos, Director de la Colección de la PUCMM, corregido por José Alcántara Almánzar.
[2] El Caribe (8-I-1976): 1, 13.
[3] El Caribe (17-I-1976): 4. María Ugarte compuso para El Caribe una página completa con una nota formada por ella (M. U.) donde reprodujo los poemas de Carmen Natalia: «La miseria está de ronda», «Llanto sin término por el Hijo nunca llegado (Llanto Séptimo) », «Oración Final», «Canto a la Tierra», «Poema de la Eterna Búsqueda» y «Oda Heroica a las Mirabal», así como dos párrafos del prólogo escrito por Pedro Mir para el volumen que recopilaría las poesías completas de la autora recién fallecida que se anunciaba como Versos de Carmen Natalia.
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— acento.com.do (@acentodiario) 10 de julio de 2017
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