Lo que queda del Estado Islámico
Por BEN HUBBARD y ERIC SCHMITT 10 de julio de 2017
Felipe Dana/Associated Press
BEIRUT, Líbano – Hace tres años, un clérigo vestido de negro de nombre Abu Bakr al Baghdadi subió al púlpito de una mezquita en la ciudad iraquí de Mosul y declaró la creación de un nuevo Estado terrorista.
Su anuncio del autoproclamado califato marcó un punto culminante para los combatientes extremistas del Estado Islámico. La violencia exhibicionista y la ideología apocalíptica del grupo le ayudó a tomar por la fuerza vastas porciones de terreno en Siria e Irak, a atraer legiones de combatientes extranjeros y a crear una administración con burócratas, juzgados y pozos petroleros.
Ahora, su Estado se está derrumbando.
En Siria, las milicias que apoyan Estados Unidos rodearon Al Raqa, la capital del califato, y penetraron sus históricos muros. Del otro lado de la frontera, las fuerzas iraquíes se apoderaron de los restos de la mezquita de Mosul donde se declaró el califato y sitiaron a los yihadistas que quedaban en unas pocas cuadras de la ciudad.
Sin embargo, analistas y funcionarios estadounidenses y de Medio Oriente indican que la pérdida de sus dos ciudades más grandes no implica la derrota final para el Estado Islámico —también conocido como EI, Dáesh, o ISIS e ISIL en inglés—. El grupo regresó a sus raíces como una fuerza insurgente, pero ahora tiene alcance internacional y una ideología que sigue motivando a atacantes en todo el mundo.
“Por supuesto que son grandes derrotas para el EI, porque se terminó su proyecto de construcción de un Estado, no hay más califato, y esto reducirá el apoyo y los reclutamientos”, afirmó Hassan Hassan, asociado principal del Instituto Tahir para la Política en Medio Oriente, quien es coautor de un libro sobre el grupo. “Pero en la actualidad, el EI es una organización internacional. Siguen presentes su liderazgo y capacidad para volver a crecer”.
El Estado Islámico ha eclipsado a sus precursores yihadistas como Al Qaeda, no solo al mantener el control del territorio, sino al gobernar las ciudades y el interior de los países durante un periodo largo, con lo cual el grupo ganó credibilidad en el mundo miliciano y pudo construir una organización compleja.
Así que, a pesar de que su alcance físico ha disminuido, la estructura que sobrevive —gerentes intermedios, técnicos especialistas en armas, propagandistas y otros agentes— invertirá esa experiencia en las operaciones futuras del grupo. Y aunque los centros urbanos importantes se hayan librado de su control, el Estado Islámico aún no está para nada desvalido.
En Irak, el grupo sigue teniendo el control de Hawija y gran parte del desierto occidental. En Siria, durante los últimos seis meses, la mayoría de sus agentes de alto nivel han huido de Al Raqa a otras ciudades del valle del río Éufrates, según los ejércitos de la coalición que combate al grupo y funcionarios antiterrorismo, quienes han recibido información de inteligencia.
La mayoría de los agentes se ha reubicado en Mayadin, una ciudad que se encuentra 170 kilómetros al sureste de Al Raqa, cerca de instalaciones petroleras, y cuenta con líneas de suministro en todo el desierto circundante. Se han llevado con ellos las funciones más importantes del grupo en cuanto a reclutamiento, financiamiento, propaganda y operaciones externas, afirmaron funcionarios estadounidenses. Otros líderes salieron de Al Raqa gracias a una red de ayuda que es leal al EI.
Está empezando un nuevo capítulo en la historia de un grupo cuyas raíces se encuentran en la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003.
Bajo varios nombres y líderes, el grupo miliciano sunita asesinó a muchas tropas iraquíes y estadounidenses antes de que combatientes tribales sunitas pagados por Estados Unidos lo diezmaran y, para cuando los estadounidenses se retiraron de Irak en 2011, ya se habían ocultado todos los miembros restantes.
No obstante, nuevos conflictos brindan nuevas oportunidades. Después del estallido de la guerra civil en Siria en 2011, el grupo envió agentes a ese país para construir la fuerza que posteriormente tomaría el control del este de la nación, incluida Al Raqa, la cual se convirtió en su capital administrativa.
Entonces, el EI volvió la vista de nuevo hacia Irak, y en 2014 tomó la ciudad de Mosul, donde Baghdadi dejó claro cuál era la diferencia entre sus seguidores y los de Al Qaeda: no eran solo insurgentes, sino también fundadores de un Estado infundido de una ideología extremista.
Agentes de inteligencia de alto rango estadounidenses y los funcionarios de antiterrorismo aseguran que más de 60.000 combatientes del Estado Islámico han sido abatidos desde junio de 2014, entre ellos la mayoría de sus líderes, y que el grupo ha perdido casi dos tercios de su territorio más importante.
Con todo, estos funcionarios también reconocieron que el Estado Islámico ha mantenido gran parte de su capacidad para inspirar, posibilitar y ordenar ataques terroristas.
“Después del daño que les hemos ocasionado, siguen en operaciones, siguen siendo capaces de lograr los ataques que hemos visto a nivel internacional, por lo cual concluimos que no hemos valorado totalmente la escala o la fuerza de este fenómeno”, señaló el teniente general Michael K. Nagata, uno de los oficiales sénior de Operaciones Especiales del ejército estadounidense, en una entrevista que publicó a finales de junio el Centro de Combate al Terrorismo.
El Estado Islámico ha realizado casi 1500 ataques en 16 ciudades de Irak y Siria desde que estas fueron liberadas del control de los milicianos, lo cual demuestra que el grupo ha regresado a sus raíces insurgentes y lo que presagia más amenazas a la seguridad a largo plazo, según un estudio que también publicó el centro.
A nivel internacional, el Estado Islámico ha compensado parcialmente sus derrotas en casa con filiales en el extranjero —sobre todo en Libia, Egipto, Yemen, Afganistán, Nigeria y Filipinas— y activando operativos en otros lugares.
Se cree que de finales de 2014 a mediados de 2016 se han introducido a Europa entre 100 y 250 extranjeros con la ideología del grupo, casi todos a través de Turquía, después de cruzar una frontera que ahora es cuidadosamente controlada, aseguran funcionarios europeos de inteligencia.
Sin embargo, mientras la ideología del Estado Islámico siga motivando a los atacantes, esos extranjeros tal vez no sean la amenaza más peligrosa que enfrenten las autoridades de Europa.
En un estudio reciente que realizaron el Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington y el Centro Internacional para el Contraterrorismo, se examinaron 51 ataques exitosos en Europa y el norte de África de junio de 2014, después de la declaración del califato, hasta junio de 2017. Los resultados revelaron que se tenía conocimiento de que solo el 18 por ciento de los 65 atacantes había peleado en Irak o Siria.
La mayoría eran ciudadanos de los países en los que atacaron.
Desde el ascenso del Estado Islámico, Estados Unidos y sus aliados se han concentrado en acabar con el control territorial del grupo, pero se ha realizado bastante menos planeación para determinar cómo se reconstruirán y gobernarán las comunidades dañadas por el gobierno yihadista después de su partida. De hecho, la salida de los yihadistas podría acelerar otros conflictos.
Hay muchas personas que temen que los gobiernos deficientes y el sectarismo que aún dominan Siria e Irak provoquen que una forma reconstituida del islamismo sunita extremo del EI pueda obtener apoyo.
“Al final, todas estas condiciones forman un medioambiente clave para el grupo”, dijo Hassan Abu Haniyeh, experto jordano en grupos extremistas. “Crearon el entorno para que empezara y se extendiera, y en este momento están creciendo, no disminuyendo”.
El califato también continúa en el ámbito virtual, porque sus agentes y simpatizantes producen a destajo propaganda, manuales para hacer bombas, guías encriptadas y sugerencias de cómo asesinar con camiones al mayor número posible de personas. Sus miembros han restado importancia a sus derrotas; las consideran meros contratiempos en la batalla mundial y a largo plazo en contra de aquellos que rechazan su ideología.
No obstante, muchos sirios e iraquíes cuyas vidas fueron arruinadas por los yihadistas están contentos de ver que han huido, a pesar de las preocupaciones acerca del futuro.
“Estoy feliz de que este muriendo Dáesh, pero el miedo de lo que pueda venir mata esta felicidad”, comentó Ahmed Abdul-Qadir, originario de Al Raqa, quien dirigía un grupo de medios antiyihadistas en Turquía cuando le dispararon en la mandíbula unos hombres armados que piensa que pertenecen al Estado Islámico. En la actualidad, se encuentra en Francia y se comunicó por medio del chat de Facebook porque está entre operaciones y tiene dificultades para hablar.
“La situación me hace desear que toda esta organización desaparezca y que nadie que crea en su doctrina permanezca con vida”, afirmó.
https://www.nytimes.com/es/2017/07/10/lo-que-queda-del-estado-islamico-mosul/?smid=tw-espanol&smtyp=cur
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