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27 ENE 2017, 12:00 AM
¿Quién le pone el cascabel al gato?
La marcha cívica del pasado domingo mostró la creciente indignación que la sociedad dominicana está experimentando frente al persistente deterioro moral que se observa en la gestión pública.
PEDRO SILVERIO ALVAREZ
“Desde hace tiempo ha habido un consenso académico que la corrupción y la desigualdad están cercanamente interrelacionadas. Estos dos fenómenos interactúan en un círculo vicioso: la corrupción conduce a una distribución desigual de poder en la sociedad, lo que, a su vez, se convierte en una distribución desigual de la riqueza y las oportunidades. (...) La corrupción y la desigualdad social están verdaderamente conectadas y proveen una fuente para el descontento popular. Sin embargo, el récord de los líderes populistas en la lucha contra este problema es deprimente; ellos usan el mensaje de la corrupción-desigualdad para recabar soporte, pero no tienen intención de atacar seriamente el problema.” Finn Heinrich, Transparencia Internacional, 2017
La marcha cívica del pasado domingo puso de manifiesto la creciente indignación que la sociedad dominicana está experimentando frente al persistente deterioro moral que se observa en la gestión pública. Ha sido una marcha celebrada por casi todos, desde líderes de la oposición hasta funcionarios públicos. Y da la impresión –por lo que unos y otros dicen- que esa protesta pacífica no estuvo dirigida contra algún estamento de la sociedad o del Estado dominicano. Pero indudablemente, se trata de una falsa impresión. La movilización ciudadana ha sido un acto contra quienes ostentan los controles de los poderes públicos y no han hecho el esfuerzo para detener el proceso degenerativo de corrupción pública que amenaza con quebrar a la propia estabilidad social.
La corrupción es una fuente inaceptable de desigualdad social, que por lo regular está acompañada de un discurso político cargado de populismo con el propósito de convertir la pobreza en un activo electoral. De esta forma, los pobres son victimizados dos veces: a través del robo –enriquecimiento ilícito- y, luego, como presas políticas.
Ha sido necesario un escándalo internacional -con pruebas irrefutables y admitidas- para que nuestras autoridades se hayan visto forzadas a poner en marcha la acción pública para identificar y penalizar a quienes fueron parte -¿o son?- de la trama criminal que montó Odebrecht con el apoyo eficiente de líderes políticos en Brasil, Venezuela, República Dominicana, Ecuador y Perú, entre otros. Pero aun estando en marcha la acción pública muchos dudan que la complicidad política permita establecer con claridad las responsabilidades penales de quienes se asociaron como malhechores para defraudar al Estado dominicano.
Ese escándalo -en el ámbito regional- ha sido catalogado como el mayor caso de corrupción en la historia de América Latina. Sin embargo, en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada esta semana en Punta Cana, los mandatarios asistentes dieron una muestra de solidaridad política y ninguno osó mencionar un tema -como el de la corrupción- que hubiera incomodado a unos cuantos de los asistentes. Pero muestra, también, el distanciamiento que de sus electores van tomando sus gobernantes. Mientras hablaban de la pobreza se les olvidó que la corrupción es una de las causas fundamentales en la generación de los niveles de pobreza que padece una alta proporción de la población latinoamericana. Heinrich -de Transparencia Internacional- plantea que la desigualdad y la corrupción son dos fenómenos que interactúan en un círculo vicioso; esto es, la corrupción conduce a una distribución desigual del poder en una sociedad, lo que a su vez se refleja en una distribución desigual de la riqueza y de las oportunidades.
En su reciente informe sobre el Índice de Percepción de la Corrupción, Transparencia Internacional destaca que los países clasificados con altos niveles de corrupción -como es el caso de la República, que ocupa el lugar 120 de 170 países evaluados- están “plagados de instituciones públicas no confiables y de mal funcionamiento, como son la policía y la justicia. Aun cuando las leyes anti-corrupción están en los libros, en la práctica son a menudo burladas o ignoradas. Las gentes frecuentemente enfrentan situaciones de soborno y extorsión, dependen de servicios básicos que han sido descuidados por malas apropiaciones de fundos, y confrontan funcionarios indiferentes cuando buscan las correcciones por autoridades que están a cargo.”
Asimismo, Transparencia Internacional considera que la trama de corrupción montada por Odebrecht con la complicidad de los políticos muestra cómo la colusión entre ellos ha provocado el desvío de fondos públicos hacia los bolsillos de unos pocos. “Esta clase de gran corrupción sistémica viola los derechos humanos, previene el desarrollo sostenible y alimenta la exclusión social”, remata el organismo internacional.
Es en ese contexto que la concluida reunión de la CELAC se ha realizado “exitosamente” sin tratar el tema de la corrupción, el más apremiante en las presentes circunstancias; sobretodo, con la presencia de gobernantes o cancilleres de los países latinoamericanos peor colocados en el ranking de 2016, recién publicado. Muchos de ellos -como candidatos- encantaron a sus electores con un discurso anti-corrupción, y hoy día -como gobernantes- lucen apabullados y rendidos ante el pragmatismo de un sistema que se nutre de la corrupción.
Y, así las cosas, la ciudadanía va perdiendo la fe -si le queda alguna- en los políticos, y de paso va perdiendo la fe en un sistema que ha sido trampeado por los políticos para que la corrupción progrese sin sanción. Por lo que no es sorprendente que esa ciudadanía haya comenzado a expresar -y de paso, desahogar- su frustración en las calles, como ocurrió el pasado domingo en una multitudinaria marcha que no ha dejado ninguna duda del nivel de frustración que arropa a los dominicanos... Lo peor de todo: no hay quien le ponga el cascabel al gato.
@pedrosilver31
Pedrosilver31@gmail.com
http://www.diariolibre.com/opinion/en-directo/quien-le-pone-el-cascabel-al-gato-AK6095398
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