¿Existía esta crisis humanitaria hace una década atrás?
Esa es la pregunta clave pues los medios occidentales se centran en las consecuencias de una masiva movilización de seres humanos hacia las costas europeas sin realizar ninguna interrogante o análisis real, preciso, correcto, que se interne en la esencia del conflicto.
Plantear el problema existente a través de la sensibilidad y la emoción, sin profundizar en su génesis, posibilita evadir la verdad pues es la mejor manera de evitar analizar el origen de esta pavorosa situación. Así se concentra la prensa y la televisión en comentar sobre la crisis humanitaria debido al alto número de personas que emigran en condiciones infrahumanas de determinados países como un producto de la guerra que se produce en dichas naciones y el deseo de llegar hasta las sociedades perfectas, sueño vendido por el cine y la propaganda. Hasta allí llega el escaso razonamiento al cual tienen acostumbrado al público euroestadounidense: mirar sin comprender.
El problema de la tragedia humanitaria comienza con la invasión a Afganistán lo que genera una oleada de desplazados internos que se proyectan hacia otros territorios con el fin de salvar sus vidas. Posteriormente comienza la intervención en Irak con el fin de "pacificar la región y eliminar un gobernante déspota", continúa en el proyecto destructor de Libia, Siria, y persiste hoy con la masacre continuada en Yémen.
Lo cierto es que la región tenía líderes fuertes como Sadam Hussein, Moamar Gadaffi y Bashar al-Assad. No obstante, las potencias occidentales veían con complacencia su gestión en la medida que no tocaran los negocios transnacionales: cabe recordar que Libia estaba considerada en un primer lugar en desarrollo social y distribución de la riqueza nacional. El "gran error" fue cuando estos dirigentes consideraron que ya era hora de detener el saqueo a sus pueblos y optaron por restringir a las empresas financieras e industriales que se apoderaban de los recursos naturales, oponiéndose a sus designios. En ese momento y no en otro se hizo una campaña mediática para destruir a los "sátrapas" que de un día para otro se convirtieron en terroristas.
La historia siguiente es conocida: más de dos millones de niños, mujeres y civiles asesinados por obra de las potencias en su "lucha por la libertad", estímulo a la violencia descarnada de Al Qaeda yEstado Islámico como constructores del desorden deseado, desplazamiento ciudadano en inmensas cantidades debido al régimen del terror instaurado por los grupos terroristas en búsqueda de la vida como único fin de superviencia.
Por tanto, los responsables son los victimarios y de ello deben hacer causa común Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, España, Alemania, entre otros, respondiendo al clamor de millares de refugiados. Las detenciones en los trenes en Hungría hacen presagiar el retorno del fascismo en su más alta escala.
En una grave ofensa a la humanidad éstos han planteado seriamente incluso el bombardeo de barcos o navíos con el fin de detener la "inmigración". Finalmente han propuesto el negocio: pagar a Grecia e Italia para que ellos reciban a esta muchedumbre. Lo concreto es que los causantes de la tragedia se escudan en la hipocresía de la buena voluntad con cifras mínimas para acoger.
La solución es nítida: detener la intervención extranjera en estas naciones, suspender los apoyos a los "rebeldes moderados" o terroristas buenos (¡¡!!), asumir el costo de la inversión económica, social y cultural por las lesiones causadas, reconocer su estatus de refugiado entregándole los mismos derechos de los nacionales y establecer nuevos valores de convivencia ante la diversidad y, especialmente, la categoría de inclusión que en las potencias occidentales no se conoce ni se aplica.
Mientras la ONU sigue con la retórica de la nada y los victimarios no reconocen su culpabilidad, la historia deberá recordarse: el mar Egeo y el Mediterráneo se han convertido en el descanso eterno de quienes han aspirado junto a sus familias a vivir en algún lugar en paz. Seguramente su muerte deberá hacer temblar a los líderes occidentales que se precian con una sonrisa satisfactoria en la plenitud de su nutrición sin recordar que las victimas estarán presentes por siempre. Los tiempos también les llegarán y el juicio humano provendrá.
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