jueves, 22 de enero de 2015

Piénselo, haga memoria - Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Para el año 2004 el gobierno que encabezaba Hipólito Mejía había realizado la más formidable y justa distribución de los fondos públicos en los dos años anteriores, invirtiendo en cada comunidad del país las sumas necesarias aplicadas a las necesidades más sentidas de las comunidades.
Ninguna obra de relumbrón. Ninguna obra elefantiásica. Ninguna obra faraónica. La Feria de la Paz y Confraternidad el Mundo Libre deslumbró al país, pero quebró a Trujillo.
Fruto de una planificación cuidadosamente llevada a cabo, el gobierno de Hipólito tenía para el año 2004, la popularidad más alta alcanzada por gobierno alguno hasta entonces. El pueblo reconocía la buena labor. El pueblo reconocía la distribución justa y honrada de los fondos del erario.
Esa buena labor de la administración del Presidente Mejía fue la que rebozó de votos de su partido las elecciones de medio término. En la ocasión, ganamos todas las senadurías del país menos la del Distrito Nacional. Navegábamos a toda vela, con buen viento de cola.
Ganamos, sin comprar ningún candidato, líder, dirigente de ningún partido, en un ejercicio honesto, transparente, democrático y decente del quehacer político.
Ningún militar o policía incumplió su papel, abusó de su autoridad e intervino en cuestiones político-partidarias. El Presidente no lo permitía, no creía en esos procedimientos, era y es un demócrata por decisión y por convicción.
La crisis bancaria, que corroía el sistema financiero nacional, emergió durante ese gobierno pero venía desde cuando el sinuoso e infame Leonel Fernández vendió el Banco de Comercio y, además, sus funcionarios del sector gubernamental descuidaron la vigilancia de las operaciones bancarias puestas bajo su dirección: las autoridades monetarias y financieras.
Cuando explotó lo del Banco Intercontinental el problema crecía bajo tierra mientras las complicidades aumentaban y finalmente colapsó ante el cúmulo de operaciones que debieron descubrir, denunciar y castigar las autoridades monetarias y financieras.
El Presidente Hipólito Mejía afrontó el problema para beneficiar a los miles de depositantes que podían perder los ahorros de toda su vida e impidió un sunami económico, pero hemos permitido que siga la confusión, que se señalen culpables que no existen, que se distraiga la atención, que se intenta ocultar la verdad de una actuación, responsable, transparente y firme.
Durante la última crisis financiera de los Estados, el Presidente Barack Obama adoptó la misma decisión dura, difícil, salvadora, que Hipólito Mejía: acudir con todos los fondos necesarios a contener la estampida y a poner el bote a flote.
El salvataje de los bancos norteamericanos fue posible por tratar el caso con visión de futuro, con transparencia y con sentido humano. Obama lo hizo muy bien, ya lo había hecho Hipólito.
La crisis nacional requiere de un hombre como Hipólito, que tome la decisión.
http://hoy.com.do/pienselo-haga-memoria/

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