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21 enero, 2015 2:00 am
A los estudiantes y profesionales dominicanos de economía
-Parte I-
Para poder abordar la creciente desigualdad actual de las riquezas, primero es necesario definir qué queremos decir con “riqueza”. La riqueza es el stock de todos los activos de las personas, incluyendo de entrada, nos detenemos en estas: hogares, ahorro de pensiones, cuentas bancarias, menos todas las deudas. La riqueza puede ser auto alcanzada por medio del trabajo y el ahorro, pero también, hereditaria.
Estamos en una era marcada, en el mundo, por una creciente desigualdad de ingresos, disminución de la movilidad social y una concentración el poder corporativo traducido en dominio de otros poderes sociales. Evidencia de esto se aprecia en la correlación, casi perfecta, de la productividad con los aumentos salariales desde 1948-1963. Lo que no ocurre en el periodo 1976-2013, cuando los salarios quedaron estancados y la productividad era ocho veces mayor que éstos.
Una desigualdad moderada constituye un incentivo fundamental para aumentar la producción general de una nación. El problema estriba cuando esta desigualdad concentra riquezas y salarios en manos de un porcentaje menor a la mayoría de la población (0.01% y el 1%) evitando un crecimiento económico importante y creando problemas sociales impulsados por la falta del adecuado consumo y el estancamiento de los salarios. Al mismo tiempo, nos enfrentamos a un sistema político cada vez más disfuncional globalmente, que es, aparentemente, incapaz de hacer frente a estos desafíos económicos fundamentales. Los pudientes se hacen más pudientes a costa de los trabajadores, y esto se evidencia en el crecimiento de sus riquezas.
Las informaciones sobre las declaraciones de impuestos (Saez y Zuchman ) y de la Encuesta de Finanzas del Consumidor de la Junta de la Reserva Federal, concluyen con lo mismo: los muy pudientes se hacen mucho más pudientes. La desigualdad de la riqueza se está incrementando tanto que es la peor en la historia de Estados Unidos que es mayor que la del 1929, año en que detonó la Gran Depresión. El 0.1% más pudiente controla el 22% de la riqueza nacional, cantidad superior a la riqueza controlada por el 40% de los norteamericanos de menor recursos.
Saez y Zuchman plantean que entre 1989 y 2013, aunque hubo un estancamiento con la recesión financiera del 2008, hubo un crecimiento en ese periodo lo que contribuyó a crecentar la desigualdad, pues la misma se concentró en el tope de 10% ¿y qué pasó con el resto de la población? Ocurrió un fenómeno único: desde el final de la Segunda Guerra Mundial de 1945 hasta el 1986 había una relación íntima entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de los salarios. A partir del 1986 ocurre un decoplamiento de la productividad y los ingresos reales de los cuatros quintiles inferiores (representa el 80% de las personas activamente productivas), mientras que la productividad aumentó casi 300%, y el salario real, virtualmente, no aumentó.
Hoy vemos los ecos de una reacción negativa entre las brechas de riqueza en los debates para crear e implementar profundas reformas que permitan la construcción de una sociedad más productiva y mucho más equitativa. Pero la reactivación de una verdadera distribución democrática para hacer frente a la desigualdad económica requiere una visión más amplia de reformas participativas; o sea, requiere del empoderamiento de la mayor cantidad posibles de ciudadanos, por dos razones:
1. En una sociedad no participativa, el ciudadano se siente anulado en su derecho de ser parte-dueño del proceso de decisión y, consecuentemente, le impide convertirse en agente dinámico de participación en los cambios de políticas.
2. De no ser así, el ciudadano ejerce su poder real solo una vez cada cuatro años. Por lo cual, se convierte en una persona apática y, en cierto modo, devaluado.
El empoderamiento permanente de los ciudadanos es la diferencia entra la democracia ritual y la democracia real-participativa.
En el próximo artículo abundaremos los efectos de la desigualdad extrema de los ciudadanos de una nación.
Investigador Asociado:
Rodolfo Namnum R.
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