Para quienes nos reivindicamos feministas, el proceso de deconstrucción-construcción es una tarea continua. Las feministas hemos ido construyendo nuestra identidad a partir de experiencias de vida o bien desde nuestro acercamiento a los feminismos teóricos. En ambos casos, la praxis no ha estado disociada del discurso analítico, y por el contrario la una nutre al otro.
Lo más importante de esta reflexión e incidencia sobre la realidad, es que las luchas de las mujeres históricamente se han traducido en la conquista de sus derechos, en la transformación y apropiación del espacio, de sus cuerpos, y del sistema que las oprime. Parece que cuando se habla de esta opresión, las mujeres somos calificadas de radicales y exageradas, pero las situaciones de desarrollo y construcción de nuestras identidades están atravesadas por diferentes niveles en los cada una de nosotras vemos en mayor o menor medida, mermada nuestra emancipación. Esta situación en la que cada una nos inscribimos nos lleva a cuestionarnos continuamente los privilegios que tenemos con respecto a otras mujeres, pues no es lo mismo ser mujer, universitaria, trabajadora, a mujer, indígena en un contexto rural. La desigualdad es evidente, de ahí que los procesos emancipatorios de las mujeres tienen que ser pensados desde la situación de cada una de nosotras.
Lo anterior resulta de vital importancia, cuando se habla por una parte de homologar el movimiento feminista haciendo parecer que las luchas de las mujeres son iguales en todos los sentidos, que unas y otras reivindicamos nuestras condiciones de la misma forma. Por ello, hablar de feminismo y no de feminismos, es volver a incurrir en el silenciamiento condicionante de muchas de nosotras.
En tal sentido, las luchas que asumimos deben de ir pensadas en estas condicionantes y privilegios, en no ser impositivas las unas con las otras, puesto que la sororidad, concepto llevado y traído en el movimiento feminista, es una irrealidad cuando no permitimos la emancipación de las mujeres a partir de su propia condición.
Dosis feminista 1: a propósito de las apropiaciones, nuestro cuerpo es uno más de esos espacios de decisión, aquellos que cuestionan o criminalizan el aborto, deberían cuestionar a los hombres, hijos del patriarcado que abandonan a sus hijas e hijos, que no se hacen responsables pero que demandan responsabilidad de aquellas a las que no se les permite decidir. Para muchos hablar sobre el aborto, implica adoptar una posición política que implica costos, sin tomar en cuenta la criminalización que se ejerce sobre las mujeres. #YoAborté #Denunciameesta
Dosis feminista 2: de igual forma, en tanto el Estado criminaliza mujeres, también silencia sus desapariciones y muertes. Aunque las autoridades en San Luis Potosí, se empeñen en no visibilizar los feminicidios o investigar los asuntos de trata de personas, con fines de explotación sexual, su existencia en nuestro Estado es evidente. #Niunamenos
Dosis feminista 3: Abya Yala era el nombre que los pueblos originarios le dieron a lo que hoy conocemos como América.
Twitter: @UryQuely
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Urenda Queletzú Navarro
Historiadora del Derecho, Profesora Investigadora de la UASLP, feminista y mamá de Arya Sofía.
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