viernes, 29 de mayo de 2015

Danilo Medina trancó con doble y derrotó a Leonel Fernández

SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- Aun quienes solo conocen los rudimentos del popular juego de dominó saben que, extrapoladas sus reglas al ámbito político, en las negociaciones que pusieron fin aparente al conflicto en el oficialista  Partido de la Liberación Dominicana, el presidente Danilo Medina trancó con doble blanco y ganó la partida.
Menos de 72 horas después de un discurso autorreferencial desde la primera hasta la última frase, el expresidente Leonel Fernández ha debido recoger sus bártulos principistas y avenirse a un acuerdo que solo le deja en las manos las fichas del perdedor.
En primer lugar, y sin considerar los 15 puntos del documento firmado por los 35 miembros del Comité Político, Fernández no tiene ahora, ni tendrá en el futuro, modo alguno de explicar su inopinada renuncia a reivindicar como precepto democrático innegociable la sujeción de la reforma al referendo aprobatorio. La suya es deserción pura y simple. Aun cuando la embocen, nada podrá ocultar el rictus de la derrota política. Danilo Medina, artífice de su triunfo en 1996, se cobra con creces, pero sin aspavientos, la deuda contraída por Fernández en el 2008. El hombre del “palo” tiene la sierra en las manos, y la usa.
Revisados los 15 puntos del acuerdo, es tarea ardua espumar aquellos que definan el perfil “ganador” de Fernández. Que aligeren la pesada carga de su admitido desistimiento a continuar jugando una partida sin posibilidad de ser ganada.   Que preserven su estatura de “líder” iluminado, émulo ético de José Martí cuando frente a los indecorosos partidarios de modificar la Constitución para allanarle el camino a Medina, levanta el “principio” insobornable de no producir cambio alguno sin antes consultar al soberano.
“Eso, naturalmente, sería sumamente peligroso para el porvenir de nuestro pueblo. Sería nefasto. Sería catastrófico, ya que dejaría las posibilidades abiertas para que en la posteridad surja algún aventurero que modifique de nuevo la Constitución, pero esta vez para establecer la reelección indefinida, e intentar perpetuarse en el poder”, afirmó enfático en su discurso para referirse a la aprobación de la Ley de convocatoria sin mayoría calificada y sin convocar un referendo aprobatorio popular que impidiera un “ Trujillo del siglo XXI, que vendría a cercenar nuestras libertades, a mutilar nuestra dignidad y a truncar nuestro porvenir como pueblo”.
 Nada, absolutamente nada en el acuerdo pactado a unanimidad por el todopoderoso Comité Político peledeísta, obliga a considerar orgánica la ley que convoca la asamblea revisora (aprobada ya sin remisión por el Senado antes de conocerse el resultado de la componenda), y la exigencia al referendo enceguece (no solo brilla) por su ausencia.
¿Concesiones?
Trancado el juego con el  doble de Medina en el primero de los 15 puntos del acuerdo, el segundo  es una concesión para dummies.  El lenguaje en que está redactado es ambiguo y  saca a la superficie su propósito políticamente caritativo. El inicio “oportuno” (¿las calendas griegas?) de la modificación de los artículos constitucionales 270, 271 y 272, en particular este último, obligan a convocar un referendo aprobatorio que, si esta sociedad se pone las pilas –y no hay que dudar de que las tenga puestas cuando el momento llegue— podría tirar por la borda el sueño leonelista de meterse en un bolsillo los derechos ciudadanos.
Tomados uno por uno los acuerdos referidos a la repartición interna de poder, la perspectiva para Leonel Fernández no es más halagüeña.  Ni siquiera el punto 12, relativo a la conformación de los equipos de campaña que, en este 2016, deja en sus manos la dirección de las candidaturas congresuales y municipales, es ganancia con réditos futuros. Que esas candidaturas estén económicamente bien provistas depende del Ejecutivo, es decir, de Danilo Medina y su equipo. Sin recursos, la dirección de campaña que toca a Fernández en las próximas elecciones está “pintada en la pared”. Holograma del deseo del expresidente. Carta en la manga de Medina, el dueño de la sartén y del mango.
Seamos realistas: en el PLD, la mística boschista de los círculos de estudios de impronta leninista fue mandada a paseo hace tanto tiempo como 1990, cuando las desbordadas apetencias de una pequeña burguesía que abría los ojos a las ventajas personales del poder hicieron renunciar a un Juan Bosch, desconcertado y dolido por el fracaso de su obra.
El  martes 26, la votación en el Senado sobre la ley de convocatoria fue un apoplético revés para Fernández. Inhabilitado –21 contra 10 fue demasiado—, el acuerdo anunciado este jueves es el triunfo incontestable de un silente estratega, para algunos taimado, sobre el embobamiento de este Narciso tropical, canoso y mulato.

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