Hace unos días el Presidente de La Suprema Corte de Justicia, a quien me presentaron hace como dos años, y cuando nos presentaron al estrecharme la mano miró hacia otro lado.
Apuntes del doctor Julio C. Barnett
Cómo me hubiera gustado escribir como Colombo, sucinto, breve, conciso y mas nada que agregar, o como Don Emilio Lapayese en sus 100 Palabras, con quien compartía horas estupefacto, escuchando de su boca el comportamiento de los políticos del patio, además aprendiendo de toda esa inmensa cultura universal que derrochaba por los poros. Pero también me hubiese gustado escribir como alguien a quien admiro por su conocimiento profundo de la filosofía y su manejo magistral del lenguaje. El profesor Andrés L Mateo, quien, si hubiese sido mi maestro me hubiera quemado en todas las materias, no porque no fuera un excelente profesor, que de seguro lo es, sino por lo bruto que soy para la filosofía.
¿Y qué tiene que ver esta introducción con el título del artículo? Bueno, con éste, hago una catarsis de mis egoísmos y envidias y que después de ver plasmados en la televisión y medios escritos, tanta miseria humana producto del famoso No Ha Lugar; me doy quenta que mis defectos no son tan malos en comparación con los trastornos de conducta y personalidad que se han estado suscitando desde el miércoles o jueves de la semana pasada, lo que hace que no pueda desconectar nuestra maltratada realidad con la de Jean Valjean y Cossette en la magistral obra de Victor Hugo “Los Miserables”.
Uno
Dr Moscoso Segarra, excúseme que este sea el único título que voy a usar con usted, porque estoy seguro que usted se lo ganó y si se graduó con honores esta parte no se escamotea; si existe una maestría o un doctorado excuse mi ignorancia, lo desconozco. Ahora bien de lo que usted puede estar seguro es que para con usted las palabras “Magistrado”, “Honorable” ,etc., no existen esas palabras, porque usted no ha sido merecedor de las mismas, como no ha sido merecedor de ese birrete con borla azul ni esas bocamangas del mismo color.
Hace unos días el Presidente de La Suprema Corte de Justicia, a quien me presentaron hace como dos años, y cuando nos presentaron al estrecharme la mano miró hacia otro lado. Al decir de mi padre, me acuerdo como ahora, cuando le presenten un hombre o una mujer usted debe mirar a los ojos hasta taladrarle el cerebelo; habló ante un grupo de jueces no sé de donde, sobre el comportamiento de los jueces y la ética. Eso estuvo muy bien, lo que no definió el presidente de la Suprema Corte de Justicia fue la palabra “ética” y de donde venía y a que orates se les ocurrió aplicarla “siglos atrás”, en el ejercicio de todas las profesiones y en nuestro comportamiento diario
Actualmente podemos definirla como la ciencia que se ocupa de la moral, de algo que compete a los actos humanos exclusivamente, y que los califica como buenos o malos, siempre y cuando estos actos sean libres, voluntarios y conscientes. Debo aclarar aquí para que no se originen confusiones, que no es lo mismo actos humanos que actos de los hombres. Los actos humanos son producto de la reflexión, son voluntarios (usted decidió hacerlo). Los segundos pueden ser actos involuntarios, de donde puede entenderse de que no podemos hablar de la moralidad de los niños, ni de los enfermos con Alzheimer, ni de los esquizofrénicos.
Dr. Moscoso Segarra, para terminar esta cuestión de ética tan difícil de entenderla y mucho mas difícil de aplicarla en todos los estamentos de nuestra sociedad, principalmente en la política partidista, la que usted aparentemente practica; hace venticinco siglos en la antigua Grecia nuestro amigo Sócrates (al menos lo considero mi amigo) dijo mas o menos lo siguiente: “El hombre llegará a la sabiduría suprema, cuando sea capaz de distinguir lo que está bien, de lo que está mal “.
Dos
Sin que tenga nada que ver con la megalomanía y/o mitomanía tengo que hacer señalamientos que competen a mi familia, como notará el lector soy de apellidos Barnett y Rivas, nada rimbombantes ni extraordinarios y la primera y única vez que salió a relucir fue después de unas declaraciones a la prensa de mi hermana Melba, un expresidente dijo mas o menos: “no son ciertas esas declaraciones de una señora de un apellido exótico”. Después nadie ha oído hablar de esos apellidos a menos que hayan sido en el plano profesional.
¿Qué nos enseñaron los viejos Barnett Rivas?: a comportarnos bien entre los compañeros, los varones peleábamos muchísimo en el barrio y la escuela como todos los tígueres, tratar con respeto a los adultos. Decir siempre la verdad y nunca decir mentiras, (quizás por eso no pertenecemos a partidos políticos). Y en la escuela a respetar a nuestros profesores como si fueran ellos mismos. No se me olvida una expresión de mi madre cuando uno quería justificar una nota baja o mala conducta: “El profesor siempre tiene la razón, por algo él o ella lo hacen”. Y por último las palabras mágicas: estudiar, estudiar, estudiar si quieren ser algo en la vida.
Pasó el tiempo y me casé con una muchacha de apellido Fernández, de los Fernandez de San Francisco de Macorís, pero de los Fernández que desafiaron al tirano y la tiranía. De los Fernández del 14 de Junio, los de la 40 y la Victoria.
¿¡Cómo educaron los Barnett Fernández a sus hijos? Igual que como lo hicieron sus antecesores, igual que la gran mayoría de los buenos dominicanos que habitan en esta isla que han tenido la oportunidad de ir a la escuela, igual que la mayoría de los dominicanos que pudieron estudiar Moral y Civica, igual que todos los dominicanos que saben que las leyes se hicieron para cumplirlas. En fin, igual que todos los buenos dominicanos que fueron o no a la escuela.
Quiero que el amable lector pueda entender, que he escogido estas dos familias porque son las dos más próximas a mí, pero también que entiendan que los hijos Barnett Rivas jamás podrán cuestionar a sus padres de su falta de honestidad, de su irresponsabilidad, de su poca integridad como seres humanos, de su poco interés en hacer cumplir leyes o de no cumplirlas.
De la misma manera la descendencia Barnett Fernández tampoco podrán cuestionarnos en esos aspectos, porque como dice el vox populi: “Siempre hemos tratado de caminar por la raya”.
No puedo cerrar estas líneas sin decirle al abogado de Santiago, Dr. Jose Luis Taveras: Que al igual que él en su muy bien ponderada carta al Dr Alejandro Moscoso Segarra, éste lo complaciera con su decisión, pero creo que al final ambos quedamos decepcionados.
http://acento.com.do/2015/opinion/editorial/8236450-dos-apuntes-para-el-doctor-alejandro-moscoso-segarra/
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