martes, 27 de febrero de 2018

Tríada fundacional de la República | por Tony Raful

Puntos de vista martes, 27 de febrero de 2018

Tríada fundacional de la República

 Tony Raful
  • Tríada fundacional de la República
     Tony Raful
“Por el polen libre de sus huesos gloriosos/por sus esfuerzos, su cruz, su apostolado/Hay que volver la cara hacia las hojas verdes de febrero...” (Juan Sánchez Lamourth)
El 27 de febrero de 1844, es el peldaño primario del nacimiento de la Patria, precedido de las luchas y batallas de identidad libradas en el seno de nuestra formación social histórica. Es en la primera fase de la tríada fundacional de la República, que produce la  ruptura con la dominación haitiana, con la visión totalitaria y opresora de una isla unificada bajos los mandatos de sus opresores, cuya delimitación clara y precisa, expresa la existencia de dos nacionalidades, de dos culturas, de dos pueblos bajo una separación de costumbres, de lenguas, de creencias y de vidas diferentes. El 27 de febrero de 1844 se cristalizó la nacionalidad dominicana, que venía gestándose en el vientre de la historia. Ingentes esfuerzos, luchas denodadas, intensas, marcaron la idea de un proyecto de independencia, apuntalaron una vocación de identidad que anunció el “trabucazo” de Mella en la Puerta de la Misericordia, y que  sellaron las batallas del 19 y 30 de marzo en Azua y Santiago, como referentes cardinales del alumbramiento de una nación libre y soberana. La reciedumbre moral de Juan Pablo Duarte, su irrenunciable e invariable idea de oposición a todos los protectorados, amparos y proteccionismos, su  rectilínea concepción de que era preferible que se hundiera la isla entera, antes que la República Dominicana, fuera posesión de imperios,  de dominios foráneos, ilustra una coherencia histórica ciclópea, que todavía hoy debe servir de modelo ético y nacionalista.  Las contradicciones sociales que afloraron en el ciclo  de la “Primera República”, pusieron de relieve la lucha del sector democrático representado por Duarte, versus,  el grupo social de los hateros representados por el chacal Pedro Santana. Indoblegable en sus principios, Duarte no cejó en sus ideas, a pesar de ser víctima de intrigas y maledicencias, regresó arma en mano a combatir la Anexión a España. Para que se concretara la Independencia Nacional el 27 de febrero de 1844, hubo sedimentos históricos de valor social y político esenciales. La impronta de 1821, de la llamada “Independencia Efímera”, constituye un hito en las luchas patrióticas, porque ya existían los elementos definitorios del proceso  acumulativo de identidad social y político de la nación, los compendios embrionarios de la Patria, las corrientes impulsadoras del sentimiento de independencia. La idea de forjar la Patria al calor  del proyecto bolivariano de la Gran Colombia, fue  correcto por  las dimensiones históricas del refulgente ideal de las emancipaciones libertarias. Lamentablemente, las deudas de Bolívar con Haití, impidieron materializar el proyecto de  ese gran patriota que fue José  Núñez de Cáceres, intelectual y maestro, cuya docencia de ilustre ejemplo fructificó en las aulas de los centros de estudios de México, aherrojado al exilio. La  Guerra de la Restauración de 1861 a 1865 contra la dominación española y la Anexión, hecho histórico bochornoso, con el cual Santana  vendió la Patria al opresor, constituye un jalón histórico de participación de las masas campesinas en la lucha por una Patria libre. Este fenómeno histórico precedido por el basamento de las luchas consignadas en la Constitución de Moca de 1857 y 1858, cuya reforma fue una avanzada de ideas progresistas y sociales de avanzada. La Restauración de la República, es el segundo polo fundacional de la Patria, del mismo modo que la Independencia de 1844 fue la clarinada creadora de la identidad nacional y sus fundamentos doctrinarios. En 1844 contra el poder extranjero haitiano totalitario que pretendió engullir nuestra latente nacionalidad. “La Restauración” contra el imperio colonialista español y produjo una camada de héroes  inolvidables encabezados por Luperón y Gaspar Polanco.  Las luchas sucesivas desgarradoras por el poder,  el bajo nivel político, y los intereses más oscuros,  atentaron contra las perspectivas democráticas de la nación,  haciendo retroceder el reloj de la historia, reponiendo al viejo caudillo del atraso político en el poder.  La Guerra de abril de 1965, precedida por las escaramuzas de resistencia y valor sin igual de  Máximo Cabral y Carlos Daniel en la batalla de la Barranquita, y los héroes llamados “gavilleros” del Este que defendieron el honor nacional en 1916 contra la soldadesca extranjera, fueron también sedimento patriótico, para la defensa de la Patria en 1965, Guerra Patria por la Soberanía Nacional dominicana, donde se realzaron los valores de la dominicanidad y se le rindió tributo permanente con las armas en la mano a los fundadores de la Patria. Los tres acontecimientos cumbres, la “Independencia Nacional” en 1844, la “Restauración de la República” 1865 y la “Guerra de abril” de 1965, tienen nombres en la historia, encabezados, titulares y gentilicios, Duarte, el Padre  de la nacionalidad y el forjador de la Patria, Gregorio Luperón, el adalid, el héroe victorioso de la lucha, el campeón del nacionalismo dominicano, y en abril del 1965, Caamaño, el puño en alto jurando ante los restos de Duarte Sánchez y Mella, defender el territorio sagrado de la Patria o morir por ella. En 1844 contra los haitianos, en 1865 contra los españoles y en 1965 contra el intervencionismo norteamericano.
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