Trump, inmigración y remesas: ¿Se prepara RD ante los efectos de esta guerra avisada?
Las remesas familiares se han convertido para los países que analizamos en estos escritos, en una fuente de divisas de primera magnitud, proviniendo la mayor parte de estas -más del 70%- de EE.UU.
A la vez que estos ingresos han llegado a ser vitales para la supervivencia de miles de hogares de la región, también han contribuido a distorsionar los modelos económicos nacionales, creando una gran dependencia sobre el subsidio que son las remesas y disminuyendo la responsabilidad de los gobernantes de proveer las necesidades básicas de toda la población, exportando cada vez un número mayor de sus nacionales[57].
Las comunidades que más temprano comenzaron a enviar volúmenes mayores de remesas desde EE.UU. fueron la dominicana, la salvadoreña y la mexicana. Estas fueron las primeras en migrar hacia el norte y esto se nota en el número de residencias permanentes obtenidas por estos países a raíz de la amnistía concedida por Estados Unidos a través de la ley IRCA de 1986[58].
Como puede apreciarse en el Gráfico 11, por ejemplo, las remesas dominicanas se multiplicaron por 2.4 veces de 1991 a 1994, pasando de US$330 millones, 3,4% del PIB, a US$798 millones, 5,5 % del PIB; las mexicanas se triplicaron entre 1980 y 1990, de US$1,039 millones, 0,5% del PIB, a US$3,096 millones, 1.2% del PIB; y las salvadoreñas se quintuplicaron de 1988 a 1995, US$210 millones, 5% del PIB, a US$1,063 millones, 11,2% del PIB.
Ya para el 2015, las remesas representaban un porciento significativo del Producto Interno Bruto para varios países de la región: Haití, 24,7%; Honduras, 18%; El Salvador 16,6%; Guatemala, 10,3%; y República Dominicana, 7,8%. Si bien para México solo equivalían a un 2,3% del PIB, estas se afianzaron como la segunda fuente de divisas, desplazando el petróleo, el turismo y la inversión extranjera[59].
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