El historiador británico Arnold J. Toynbee decía que “la apatía puede ser superada por el entusiasmo, y el entusiasmo sólo puede ser despertado por dos cosas: en primer lugar, un ideal, que la imaginación tome por asalto, y en segundo lugar, un plan inteligible para llevar a la práctica ese ideal”. Tenemos el ideal: todos aspiramos a participar de los beneficios de un verdadero desarrollo; nos falta el plan. Este es el asunto medular en la dialéctica de nuestro pensamiento social: planear el cómo antes de decidir en el quién. Nuestra crisis no es de hombres; es de ideas, de planes socialmente concertados, de pactos vinculantes a los que se aten los sujetos del Estado y las políticas públicas. El caudillismo es la expresión política más sintomática de la crisis de las ideas y del colapso de las instituciones; un exceso de la confianza de los pueblos en sus líderes por la falta de fe en sus propias capacidades. No necesitamos redentores ni iluminados; precisamos planeadores. Se nos ha hecho tarde para cerrar ciclos y borrar nombres; no dejemos que los ímpetus alucinados de los instintos sociales impongan su imperio, aunque quizás así, bajo su sombra, nazca por fin el entusiasmo que nunca ha parido la desidia acomodada. Si ese es el plan, entonces, adelante, sigamos indiferentes, por ser la ruta más rápida y segura para llegar a ese desenlace. ¡God bless Dominican Republic! +
http://acento.com.do/2016/opinion/8403424-fracaso-mas-exitoso/
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