16 de marzo de 2015 -
Ni las precariedades económicas ni el largo trayecto que realiza todas las semanas le ha impedido a esta Madre visitar a su hijo y llevarle lo que él necesita para su estadía en el penal.
Franchesca Martínez/Especial para Acento.com.do
SANTO DOMINGO, República Dominicana. Con el deseo de reencontrarse y llevar un poco de aliento a los internos, decenas de personas se trasladan, los miércoles y los domingos, desde diferentes zonas del país hasta La Penitenciaria Nacional de la Victoria, ubicada en el sector que lleva su nombre.
Una hora y cuarenta y cinco minutos es el tiempo que le toma a Sandra García trasladarse desde su residencia, ubica en el municipio Los Alcarrizos. Gasta RD$200.00 de pasaje, ida y vuelta, y dice que en muchas ocasiones se le hace muy difícil conseguirlos ya qué es madre soltera y no tiene trabajo.
Las precariedades económicas ni el largo trayecto que realiza todas las semanas le ha impedido a esta Madre visitar a su hijo y llevarle lo que él necesita para su estadía en el penal.
Cargando sobre sus hombros un bulto de color rosado donde lleva ropa y comida, camina García desde donde abandona el carro público hasta el portón metálico que limita el acceso al recinto militar.
Dos filas, una para las mujeres y otra para los hombres, siendo más numerosa la línea de las femeninas.
“Antes se pasaba muchísimo trabajo para hacer la fila, el sol nos daba, pero ahora es más cómodo porque ya lo techaron, aunque sigue igual de lenta. Uno pasa mucho trabajo aquí, pero es mi hijo y tengo que venir a verlo”, expresa García, mientras se cubre del sol con una toalla que logra sacar de su bulto.
Ya estando en la fila, espera a que llegue su turno donde dos mujeres vestidas de uniforme militar realizan un chequeo y les solicitan sus documentos personales a todo el que se encuentra allí.
Mientras qué, una jovencita de 17 años, espera por aquellos que desean guardar los efectos con los cuales no se permite la entrada al penal. Cuenta, que este es su trabajo y cobra RD$ 25.00 pesos por cada artículo guardado.
Un improvisado mercado situado a una esquina de la cárcel les permite a los visitantes abastecerse de lo que desean llevar a sus seres queridos. Ropas, zapatos, comida, sabanas, almohadas, jabones, cremas, ropa interior, artículos de cocina, entre otros se venden en el “mercadito”.
Los vendedores se quejan por la baja en sus ventas, sin embargo manifiestan que los domingos es cuando logran un incremento en sus productos por la cantidad de personas que visitan ese día
Ropa, comida, artículos de limpieza, y dinero en efectivo, son solo algunos de los pedidos que les requieren los internos a sus amigos y familiares, quienes esperan el miércoles y el domingo de cada semana para ir a visitarlos.
Asimismo, un grupo de cristianos de diferentes congregaciones religiosas van y les predican a cada uno de los privados de libertad, con la finalidad de llevar un mensaje positivo para que cuando salgan de la cárcel no vuelvan a tomar el camino que los condujo a tan horrible lugar.
El horario de visitas inicia a las 7:00 de la mañana y finaliza a las 4:00 de la tarde. A los menores de edad sólo se les permite la entrada los domingos, que es cuando visitan a sus familiares.
En los alrededores, cuatro menores de edad hacen el trabajo de cargar los bultos y maletas a los visitantes. Cuando le preguntan que por qué lo hacían, afirman que prefieren hacer esto antes que robar.
La cárcel de la Victoria fue construida en el 1952 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo, es una de las cárceles más grande del país, la cual aloja en la actualidad a más de 5,000 internos.
http://acento.com.do/2015/actualidad/8231059-un-dia-de-visita-en-la-carcel-de-la-victoria-entre-penurias-y-esperanzas/
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