Estamos frente a una sociedad caracterizada por atajos, donde el silencio y la edulcoración es la pantomima de un ventrílocuo que se regodea en el engaño y proclive a unos egos que ya no guardan el sentido del ayer.
Vivimos en esta sociedad, de caballo de Troya en caballo de Troya. Una sociedad bajo el amparo del truco, de la mentira, de la simulación, el engaño y la triquiñuela. Una sociedad que recompone de manera sempiterna las añejas relaciones negativas del poder; actualizándolas permanentemente para no bosquejarse verdaderamente en lo que es y significa la democracia. La democracia es la antípoda del caciquismo, caracterizado este último por el miedo y la amenaza, por ser el dador y dispensador de los favores.
El caciquismo cuya expresión personalizada era el caudillo se constituía en el puente entre la comunidad y el poder público. Hoy, ese caciquismo se recrea en un nuevo neocaciquismo donde tiene como centro el Estado mismo, a través del dominio de un grupo que se disemina por el rol tan estelar de los medios de comunicación. La visibilidad de los actores es general y ello hace que sean menos; empero, con más poder.
En el neocaciquismo el Estado clientelar sustituye a los caudillos de las comarcas y el miedo y la amenaza (la coerción) se anida en la persuasión, la cooptación de una hegemonía cimentada en el aparato del partido que es que guía de manera esencial los resortes principales del Estado. El neocaciquismo es la reproducción en la vida moderna del caciquismo que constituye una rémora para la construcción de una democracia basada en la justicia, en la equidad, en la igualdad de oportunidades, en la transparencia y en el imperio de la Ley. Si el caciquismo era el caudillismo primitivo, como señala Rodrigo Borja en su Enciclopedia de la Política, donde el caudillo rico, terrateniente, daba dinero y especies para alcanzar que los seguidores fueran incondicionales; en la etapa actual los neocaciquistas utilizan el Estado como bandera para la incondicionalidad y no se desdibuja la diferencia con el aparato partidario
Los aquelarres de esta vesania defienden a sus miembros y sus directivos más allá de toda actitud razonable. Los hechos, datos, cifras y escenarios incontrovertibles no existen. Para ellos, toda crítica es POLITICA y nada más, como si ellos no fueran la fuente y génesis de la política. La política es solo silogismo de una realidad que le golpea palmariamente.
El neocaciquismo, negación de la democracia, se expresa a través del barrilito, del cofrecito, de un Estado que paga al 45% de sus empleados RD$5,117.00 pesos mensuales; en cambio, ese mismo Estado tiene funcionarios ganando un millón de pesos y actualmente, en el trabajo del Banco Mundial “Los olvidados: Pobreza crónica en ALC” nos dice que República Dominicana tiene una pobreza crónica de 25.6%, mientras que el promedio de la Región es de 21.6%. La pobreza transitoria en nuestro país es de 8.6% y el promedio de la Región es de 4.2%.
Es ese neocaciquismo que descompone la democracia y subvierte su horizonte para apalancarse y reproducirse en una mayor concentración de la riqueza y en una exagerada desigualdad social; pautando un empobrecimiento social que acogota el alma e impide alzar los vuelos de los sueños, de las utopías y esperanzas. Un 80% de la población no percibe que podrán salir de sus condiciones materiales de existencia. ¡Y… ese es el gran peligro para el stablishment!
El estudio del Banco Mundial “Los olvidados: Pobreza crónica en ALC” de Renos Vakis, Jamele Risolini y Leonardo Luchetti nos dice que “Una faceta adicional de la dramática reducción de la pobreza es el surgimiento de una amplia clase media en ALC, la cual se incrementó de alrededor del 23% de la población en el 2003 a 34% en el 2012…” En otro estudio denominado Cuando la prosperidad no es compartida nos dice que el promedio de clase media en Dominicana es 23% y que la pobreza en la Región es de un 28% de promedio y nosotros de 42.7%. Esto es sin contar los sectores “vulnerables” que se mueven en un péndulo entre clase media y pobre que son 23%.
La actual concepción del Estado, neocaciquista, que no le interesa articular la sociedad con el Estado a través de políticas públicas más allá del neocaudillismo, exacerbado en la figura del Presidente como el Dios salvador, que anhelamos su llegada para la salvación de los males y para que ellos se conjuren con su presencia y disposición. El coro de la complacencia del crecimiento económico, que todos sabemos que es necesario pero no suficiente, genera una atonía trepidante, lo que se verifica en el conformismo social. Un andamio de desidia caracteriza el estado mental de una buena parte de los dominicanos y dominicanas.
Estamos frente a una sociedad caracterizada por atajos, donde el silencio y la edulcoración es la pantomima de un ventrílocuo que se regodea en el engaño y proclive a unos egos que ya no guardan el sentido del ayer. La cultura de ningunear se le agota en su partida y su final. Las perplejidades que estamos viendo no son si no los tornados, huracanes, vientos y olas de uncambio social que se advierte en medio de la crisis del sistema de partidos.
Los conciliábulos de la partidocracia que expresan en sus decisiones y acciones un encefalograma plano que le impide ver la realidad y las necesidades de la sociedad y solo ver sus intereses particulares y su bienestar de vida, en el auge declinante de su neocaciquismo que genera el empobrecimiento social, augura la emergencia de un nuevo espacio oficial de la política. ¡Coadyuvemos a un nuevo estado mental donde la gente entienda que una mejor sociedad es posible y que el caos y la pobreza crónica no son un designio del destino!
http://acento.com.do/2015/opinion/8230634-neocaciquismodemocracia-y-el-empobrecimiento-social/
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