El arte de Delia Weber ( III)
Dejándonos pendiente contestar las preguntas que ella misma se hacía “¿Quién era? ¿Qué había hecho? ¿Dónde había vivido?”.
“La primavera fue una fuerte eclosión. Reventaron los botones al sol y las rosas se abrieron desprendiendo sus pétalos”. Delia Weber, Pensamiento inédito, s/f.
DELIA WEBER Y LOS “COLORES SONOROS”.
En la tercera etapa del arte de Delia Weber [1], que estableceremos de 1960 a 1980, conoceremos a una pintora en permanente soliloquio, próxima, inmersa en el bosque, en el paisaje con insistente lirismo. Aquí está la Delia impresionista que evoluciona hacia el expresionismo abstracto.
Integran su paleta para esta época cuatro colores fundamentales: rojo, verde, amarillo y azul, y ocho colores intermedios.
Weber muestra su arte yuxtaponiendo en el lienzo pinceladas para lograr los efectos del color-luz. Sin embargo, prevalecerán en sus cuadros dos “colores sonoros”: los azules nocturnos y los violetas.
Sin embargo, para 1969 ya había abandonado las sombras penetrantes de la noche, las sombras quejumbrosas, los recuerdos obsesionantes [2], para que el mar, las rosas, el agua, el bosque, sean sus nuevos símbolos, los cuales van a exaltar con juegos cromáticos. El blanco-luz será el signo de su liberación. Los tonos celestes, lilas, anaranjados y púrpuras darán a sus cuadros un gran colorido.
En septiembre de ese año, presenta su primera exposición individual (y, tal vez, la única) cuyos títulos celebran su integración a la atmósfera lírica del paisaje. Hay en estos trabajos una abolición de los objetos, hasta cierto punto, una inclinación manierista.
La crítica María Ugarte, en ocasión de la exposición que Delia Weber presentó en septiembre de 1969 en el Palacio de Bellas Artes, compuesta de 42 óleos expresó:
“La riqueza cromática de la paleta de la señora weber, es quizás, la característica más visible de su pintura actual. Y en el conjunto de sus trabajos hay un evidente predominio de los azules que son para ella el tránsito natural hacia la pureza del blanco”.
Pedro René Contín Aybar escribió un artículo titulado “Exposición de Delia Weber”, en el cual refería:
“Delia Weber expone sus últimas obras en el palacio de Bellas Artes después de un largo silencio, diríase, que nos hacía pensar que estaba alejada de la pintura.
“Cuando la conocí, hace ya largos años frecuentaba ella la academia de pintura y dibujo de Celeste Woss y Gil, donde se iniciaron muchos de los actuales pintores dominicanos […]
“Pero Delia era algo más que una estudiante de pintura. Delia es una mujer excepcional, rodeada siempre de un aura misteriosa como los personajes de Maurice Maeterlinck, con grandes y bellos ojos “que le darían a Dios lecciones de inocencia”.
“Admiradora ella del poeta belga, como del admirable Rabindranath Tagore, escribía poemas y piezas de teatro, a su semejanza, y me hablaba con voz de olvidados tonos ensoñadores en un delicioso francés de parloteo hasta cuando pude convencerla de que era dominicano.
“Su casa [3] olía a especias: sándalo, pachulí, canela, clavel y la luz se amortiguaba, porque a casa de Delia no era posible que nada desentonase, que nada alterase la amable quietud de su maravillosa presencia.
“En su pintura, sin embargo, entonces, había relativa violencia. Una violencia contrastante y duros colores un poco atierrados [sic], a veces.
“Pero en esta exposición del palacio de Bellas Artes, Delia viene con un bello color brillante, admirablemente entonado, donde los contrastes (algunos cuadros están llenos de colores) están en perfecto equilibrio, como en Árboles en el río, por ejemplo.
“Es delicioso el Paisaje en violeta y casi todos los paisajes están llenos de sugerencias, de hermosos hallazgos pictóricos, de intensa emoción y de encomiable disposición de tonos.
“Como en sus poemas y sus dramas, Delia pinta Flores, árboles, o hace fantasías cromáticas, llenos de sugerimientos [sic] que obligan al espectador a contemplarlos con detenimiento y le sumen en una deliciosa sensación de amor, de bondad, de alegría, de esperanza. [4]
“Delia Weber ha logrado formar un conjunto de bellísimos cuadros entre los cuales predomina una perfecta armonía de forma, color y dibujo”
“Todos ellos tiene fuerza, sentido de composición, ordenamiento, lozanía, y, sobre todo, una gran espiritualidad”. [5]
TRANSFORMACIÓN DEL ARTE WEBERIANO.
Delia Weber amaba a la ternura y a la sabiduría verdadera. De ahí que esta frase que copiamos de Maurice Maeterlinck, fue el epígrafe de su texto en prosa poética (inédito) que tituló “Interior”: “No se ama verdaderamente sino haciéndose mejor; y hacerse mejor es hacerse más sabio” (MM).
En el paisaje marino, que se hace el paisaje emblemático de esta experimentada transformación del arte weberiano, la artista afirma la esencia de su ser, para participar de la inmutabilidad, de la individualidad marcada por esta metamorfosis, abierta a toda inmanencia. [6].
Por tanto, de manera íntima y voluntaria inicia su tránsito diciendo: “Espacio abierto…/ (…) El camino, dulce y agrio, de playas y piedras, se muere al sol crepuscular. Y al hilo del canto se parte en la urdimbre del tiempo. /Toda cuenta ajustada. /Todo adiós resuelto/. Ya, inmensamente lejos…/ ¿Y los grandes amores que dejo sobre la tierra de muertos, cómo los reconozco?/ ¿Y los grandes amores idos cómo los encuentro en el océano infinito del ser vivo?” (Delia Weber, poema “En Fuga”, inédito, s/f).
A partir de ese momento vital, de irresistible entrega a la espontaneidad de su espíritu, encontramos en su arte cuatro símbolos-claves: 1. el mar o el agua, 2. el crepúsculo o la hora violeta, 3. el interior nocturno del azul y 4. La montaña o cima blanca.
Primer símbolo. El mar es la liberación innombrable, la huida premeditada de lo cotidiano, la vivencia fascinante, la aventura espiritual posterior a la ausencia, un signo de vida, la intensa infinitud del mundo.
Segundo símbolo. El crepúsculo es el descanso, la re-construcción del yo, reminiscencias elípticas, la vida expresiva, conciencia intuida, extrañeza pero al mismo tiempo fascinación y éxtasis en el mar borrascoso.
Tercer símbolo. El interior nocturno del azul es espacio de revelación, conocimiento, umbral hacia lo absoluto, efluvios del mundo, sensaciones ocultas, entes de habitual acontecer, lo inefable con su intimidad de motivaciones, acercarse al mito, a la existencia insinuada.
Cuarto símbolo. La montaña o cima blanca es el lugar de lo verdadero.
Los 42 lienzos que conformaron esa muestra representaron -sin dudas- la etapa de madurez de Delia Weber dentro del impresionismo. Su creación artística estuvo enmarcada a partir de entonces en el “antes” y en el “después”, diferenciándose de las anteriores por los signos que entremezclándose constituye su soliloquio, su silencio roto.
Luego nos encontramos con una colección de acuarelas fechadas desde el año 63 hasta el año 74, en las cuales advertimos un expresionismo lírico-abstracto que marcará su última etapa.
Estas acuarelas –las conocimos gracias a su hijo Enrique Coiscou, que se dedicó al arte de la xilografía, cuando él compartía en su hogar en la avenida Rómulo Betancourt, próximo a la avenida Núñez de Cáceres- son una apoteosis de la luz en perspectiva elegíaca, recurrente y mistificadora de la imagen; son una exploración del espacio poético, de la supra temporalidad de la edad y la disposición lineal retrospectiva en las búsquedas interiores.
En estos trabajos priman los tonos pasteles, el color azul claro, el violeta, el amarillo y el anaranjado. Parece que fueran tropos o citaciones recurrentes a algunas de las polarizaciones básicas del arte weberiano: presente/pasado, sombra/luz, como registro de “lo visto y lo vivido”, de lo visto y de lo imaginado.
UNA ÚLTIMA NOTA
He tratado de hacer un bosquejo de los símbolos visuales del arte pictórico de Delia Weber. Esta es una primera aproximación. No obstante, pienso quemirar sus obras es como leer el sentido de las palabras en sus poemas, que es lo mismo que leer en orden su nostalgia de ternura, la búsqueda expresiva e indagatoria de los espacios donde se multiplica su función poética, la percepción de lo ajeno, la materialidad visible irremediablemente weberiana, ostensible y, quizás, cronológicamente, en contrapunto.
Cierto es, que el lenguaje es gestación, que el arte obedece a las posturas y contradicciones de una época. Pero no menos cierto es, que la realidad es una máscara que requiere su desrealización.
Sólo la mirada en el rugido de la oscuridad puede encarnar al verbo, a las líneas de la divagación elucubrativa para habitar las orillas del presentir a través del lenguaje. Considero, finalmente, que es el presentir el corpus del mundo visto y vivido por Delia Weber, dotado de dualidad y un micro universo que se entrevé. [8]
Delia Weber falleció el 28 de diciembre de 1982, en su casa de paterna, de la calle Arzobispo Meriño No. 84, en horas de la mañana. Había nacido el 23 de octubre de 1900. Fue sepultada en el Cementerio Cristo Redentor por los suyos (sus hijos Rodolfo, Enrique, Antonio y Salvador Coiscou Weber, sus nueras, sus nietos y sus amigos entrañables).
Quedó suspendida en un largo sueño, buscando “la verdad íntima del Universo”. Entregó su corazón de manera callada, plegó su alma al encanto del sueño. Dejándonos pendiente contestar las preguntas que ella misma se hacía “¿Quién era? ¿Qué había hecho? ¿Dónde había vivido?”.
Y, creo, como Delia misma dejó escrito que “El pasado no muere. Está grabado no sé donde, con caracteres indelebles”, que hemos podido cumplir un poco su voluntad, recordando un sentir de ella al final de su vida: “… Y como si alguien se compadeciera desde ignotas regiones de mi estado [empecé a] sentir un alivio y una fe, disponiéndome [a] dormir profundamente y soñar toda la vida de aquel ser, hasta con detalles de poca importancia”. [9]
NOTAS
[1] Delia Weber a la edad de 50 años. 100x84mm. Fotografía de Salvador Castillo C. Colección Coiscou-Batlle, & Herederos de Delia Weber, fotografía a la custodia de Ylonka Nacidit-Perdomo, Investigadora Senior de Género.
[2] El estudiante. Óleo/cartón. 1932. Colección Familia Coiscou Lantigua. Reproducido de la obra Colección Centenario Grupo León Jiménes. Danilo de los Santos (Santiago de los Caballeros: Vista Color, 2003): 395.
[3] Margaritas. Óleo/masonite. 18x20cm. 1968. Colección Maricusa Ornes Coiscou.
[4] En la casa de Delia Weber se constituyó el 12 de febrero de 1941 el Club Literario Recreativo Alfa & Omega. Era una tertulia que celebraba conciertos de piano y violín, recitales poéticos, momentos musicales, conferencias, orientaciones sobre libros, celebraciones de efemérides, a través de las emisoras nacionales HIN y HI1N, y posteriormente por HIZ, Allí concurría toda una generación de jóvenes amantes de las letras y las bellas artes, y estudiantes de la Escuela Normal. Delia Weber fue la Consejera y Asesora de la Sociedad que Presidió su hijo Rodolfo Coiscou Weber. La sociedad fue clausurada a fines de 1952, luego de que el dictador Trujillo lo acusara de instigador en contra del gobierno, y propagador de la doctrina comunista, por lo cual fue encarcelado en la Penitenciaría Nacional La Victoria. Muchos de sus miembros pertenecían al movimiento clandestino Juventud Democrática.
[[5] Pedro René Contín Aybar. “Exposición de Delia Weber” (¿Suplemento deEl Caribe?, s/f [¿1969?], páginas 14 y 15, (dos hojas sueltas del archivo hemerográfico de Delia Weber. La publicación reproduce doce fotografías de Napoleón Leroux de las obras “Margaritas”, “Del agua”, “Paisaje crepuscular”, “Arbustos en el río”, “Flores”, “Paisaje azul”, “Bodegón”, “Hora violeta”, “Girasoles”, “Flores”, “Cima blanca” y “Rosa” de la pintora).
[6] Paisaje Marino. Colección León Jiménes.
[7] “Clase de Geografía práctica con la Universidad con el Prof. Laudelino Fernández”. Post Card, Tarjeta de Visita, tamaño 84×134 mm. Colección Coiscou-Batlle, & Herederos de Delia Weber, fotografía a la custodia de Ylonka Nacidit-Perdomo, Investigadora Senior de Género.
[8] Manuscrito del Poema “Por el Sendero…” de Delia Weber, 1925.
http://acento.com.do/2015/opinion/8230880-el-arte-de-delia-weber-iii/
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