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17 marzo, 2015 2:00 am
-1 de 3- Mientras los Estados Unidos fundan en los siglos XVII y XVIII sus primeras universidades, la de Harvard en 1636, y la de Yale en 1701, la América española conoce, en el siglo XVI, sus primeras instituciones de educación superior, la Pontificia Universidad de Santo Domingo (1538), la Real de San Marcos de Lima y la de México, erigidas estas dos últimas en el año 1551 con sólo unos meses de diferencia. Cuando surgen los grandes institutos tecnológicos de los países industrializados, la autonomía, la libertad de cátedra y la jurisdicción especial de la que disfrutaban las universidades latinoamericanas eran cuestiones de viejo abolengo, de siglos de existencia. El modelo de Universidad que nos legaron los religiosos dominicos del Real Convento de la Española sufrió, al inicio de la llamada era de Trujillo, su primer embate con la introducción en el mismo de una serie de cuestiones ajenas a nuestras tradiciones. Puede afirmarse que la Universidad de Santo Domingo en tiempos de Trujillo se mantuvo apaciblemente instalada en las tradiciones napoleónicas con su secuela de centralismo a ultranza, uniformidad, y falta de estímulo. La vetusta Universidad de Santo Domingo se vio convertida en uno de los principales bastiones de una cruel dictadura que parecía no tener fin. Mientras todo esto ocurría, los estudiantes de los demás países de la América española luchaban por extender por todo el continente la insurgencia de la reforma universitaria. El fuego de la reforma se encendió, a principios de 1918, en Córdoba, una sórdida ciudad argentina adormecida por un pasado sopor hispánico y clerical. La Reforma Universitaria de Córdoba franqueó sus límites, extendiéndose primero a toda la Argentina, y asumiendo después bríos americanistas, teniendo como referentes la revolución mexicana y la soviética. Pero, transcurrieron varias décadas antes de que sus vientos soplaran aquí. Supimos de ella después del ajusticiamiento del tirano. El inicio de un acontecimiento social como el de una reforma universitaria podría mostrársenos engañoso. Sus resultados inmediatos podrían no llenar las expectativas. Por eso no hay que desanimarse ni perder de vista el carácter predominantemente político de un fenómeno como ése. Nos viene a cuento lo expresado por el narrador argentino Tomás Eloy Martínez en una de sus novelas: “nada es nunca como se espera, nada es tan siquiera lo que parece que es” Las grandes movilizaciones en reclamo de los derechos y libertades públicas que se produjeron aquí días después del ajusticiamiento de Trujillo implicó un gran movimiento en el que participaron estudiantes y catedráticos universitarios junto a cientos de personas ajenas a esos menesteres. En esas circunstancias se produjeron hechos que identificaron la Universidad con el interés popular. Al principio, los logros no fueron tantos aunque la población universitaria registrara un aumento considerablemente y se observara una creciente toma de conciencia que impulsaba la incorporación de los universitarios a las luchas que el pueblo dominicano libraba contra los remanentes de la dictadura. Ese primer intento de Reforma de la Universidad Autónoma de Santo Domingo no produjo los resultados esperados, pero, se constituyó en la mayor escuela ideológica para los sectores más avanzados de la pequeña burguesía, y en un exitoso proyecto de movilidad social. Pero, frente a las nuevas realidades, el hecho de tener la Reforma de Córdoba como referente no era lo más conveniente. Sin que sus dirigentes pudieran percatarse, el estudiantado de entonces había comenzado a modificar su perfil, y las relaciones económicas, sociales y culturales comenzaban a experimentar modificaciones sustanciales. El país comenzaba a ser otro. Concentrando los múltiples y complejos temas de una reforma universitaria en su orientación renovadora cabe preguntarse: ¿Podría encararse con éxito los graves problemas que afectan a la educación superior de un país con una reforma universitaria que tenga un pasado como referente?
http://hoy.com.do/hacia-una-nueva-reforma-de-la-uasd/autor/jesus-de-la-rosa/
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En el bienio transcurrido del 25 de septiembre del 1963 al 24 de abril de 1965, la Universidad Autónoma de Santo Domingo sufrió severas restricciones en su funcionamiento como consecuencia del Golpe de Estado Militar que derrocó el Gobierno Constitucional del Presidente Juan Bosch. Conquistas democráticas logradas antes de la ocurrencia de tan funesto acontecimiento como la libertad de cátedra, la autonomía y el fuero universitario estuvieron a punto de desaparecer. Organizaciones estudiantiles y magisteriales encabezaron grandes manifestaciones de protestas reclamando el retorno al poder del mandatario depuesto. Connotados líderes estudiantiles participaron en insurrecciones armadas contra el gobierno de facto del Triunvirato. Las conflictivas diferencias entre las autoridades universitarias encabezadas por el rector José Ramón Báez y el sector estudiantil organizado respeto a principios, normas y valores se manifestaban en diversas formas. Una, comprendía acciones represivas como las cancelaciones de matrículas y el desconocimiento de los derechos de las agrupaciones estudiantiles; y, otra, la de impedir el ingreso a la docencia de destacados profesionales militantes de partidos políticos de izquierda.
El 24 de abril de 1965, las fuerzas políticas que habían sido desplazadas del poder por el Golpe de Estado Militar del 24 de septiembre de 1963, dieron inicio, mediante la sublevación de importantes sectores de las Fuerzas Armadas, a las acciones revolucionarias orientadas a la puesta de nuevo en vigencia de la Constitución de 1963 y la vuelta de nuevo al poder del depuesto presidente Juan Bosch. Fue en el seno de aquella Gesta patriótica que se generó la idea de un movimiento que renovara la Universidad Autónoma de Santo Domingo. El doctor Tirso Mejía Ricart, citado por Jacobo Moquete en su obra “El Movimiento Renovador Universitario” así lo explica: “De hecho fue en mi casa del centro de la ciudad de Santo Domingo, recién llegado yo de Europa, donde un grupo de intelectuales diseñaba la estrategia política del Movimiento Constitucionalista, y se preparaban los documentos para la negociación con que terminó esa revolución democrática del año, 1965, abortada por la intervención norteamericana, que se organizó dicho movimiento universitario como secuela y única conquista real que permaneció de la anterior, con la participación de los profesores Andrés María Aybar Nicolás, Hugo Tolentino Dipp y Marcelino Vélez Santana, entre otros” Pero, ¿cómo se formalizó el Movimiento Renovador? El doctor Rafael Kasse Acta, Viceministro del Gobierno Constitucionalista del coronel Francisco Alberto Caamaño, nos lo cuenta: “Durante la Revolución de Abril, específicamente a finales de julio o a principios de agosto, un grupo de universitarios nos reunimos con el Coronel Francisco Alberto Caamaño, Presidente de la República, para planearle el tema de la Universidad. La reunión se llevó a cabo en el Edificio Copello, sede del gobierno constitucionalista, “asistimos los doctores Marcelino Vélez Santana, Jottin Cury, Hugo Tolentino Dipp, Andrés María Aybar Nicolás, Tirso Mejía, Rafael Calventi y otros más que no recuerdo” A la pregunta de cuáles serían sus planes para la Universidad al término de la contienda, el coronel Caamaño contestó: “la democratización de la enseñanza en la UASD debía ser una realidad para que los hijos de los obreros y campesinos encontraran la oportunidad de educarse”. Fue en ese momento en que, según el doctor Kasse Acta, quedó sellado el inicio del Movimiento Renovador Universitario.
Inmediatamente después de la entrada en vigencia del Acto Institucional firmado por el renunciante presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó y el provisional entrante Héctor García Godoy poniendo fin a la Guerra de Abril, los universitarios retornaron al Campus armados de la disposición de realizar las transformaciones que requería la Universidad Primada de América.
http://hoy.com.do/hacia-una-nueva-reforma-de-la-uasd-2/
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