Por JUAN TH
El
presidente de facto del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) quiere poner
los oídos “en el corazón del pueblo” para escuchar sus quejas y sus demandas
prorrogadas por más de 50 años, pero desde una posición muy lejana del poder, ahora
que su estatura política es la de un pigmeo, con un 3 o un 4 por ciento de
popularidad. ¡Y bajando!
¿Ahora
cuando muy pocos quieren escucharlo, cuándo no tiene auditorio, cuándo los
fanáticos se han marchado del parque totalmente desilusionados y cansados? ¿Ahora
quiere escuchar, cuando antes no quiso?
Cuando
corrió donde Leonel Fernández a discutir clandestinamente, sin tener calidad
orgánica ni autorización del presidente del partido, de la Comisión Política ni
del Comité Ejecutivo Nacional, no consultó ni habló con nadie.
Cuando
apareció con el presidente Fernández y firmó el “Pacto de las Corbatas Azules” no se lo
dijo a nadie, ni escuchó a nadie.
(Ese
día debió ser expulsado deshonrosamente y su nombre borrado de todos los libros
y documentos del PRD para que la historia no lo registrara).
Cuando
se convirtió en Caballo de Troya para impedir el triunfo del PRD y de su
candidato a la presidencia, no oyó a nadie.
Cuando fue sigiloso al Banco de Reservas por
instrucciones de Leonel, como Judas, donde
le entregaron 15 millones de dólares en
condiciones inimaginables para una institución bancaria, no consultó ni le
pidió opinión a nadie.
Cuando
aprovechó la tumba de Peña Gómez para decir que no se montaría en una patana a
buscar los votos necesarios para que ganar las elecciones, no puso el oído “en
el corazón” de las bases del PRD que anhelaban volver al Palacio Nacional.
Cuando
su grupo salió a las calles con las alforjas repletas de dinero entregado por
el gobierno a impedir el triunfo de Hipólito Mejía, no habló, ni oyó a nadie.
(Al
PRD solo le faltaron menos de tres puntos para ganar las elecciones y sacar del
poder al PLD).
Cuando
expulsó sumariamente al liderazgo tradicional del PRD no escuchó; cuando sacó
del padrón a miles y miles de militantes, simpatizantes y dirigentes, tampoco
escuchó a nadie.
Cuando
le puso candado a la Casa Nacional, secuestró y asesinó la democracia interna,
le impidió la entrada a Guido Gómez Mazara,
llenó de sicarios el local y ordenó disparar a mansalva a los
perredeístas. Entonces era sordo, ciego y mudo.
Ahora,
cuando nadie lo quiere ver ni en pintura, cuando nadie lo quiere escuchar ni en
canciones, el traidor quiere de nuevo coger al pueblo de pendejo, porque como
diría difunto Facundo Cabral, cree que de verdad el pueblo, es pendejo.
20
de marzo de 2015. SANTO DOMINGO
Juan
Taveras Hernández
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