BERLÍN — Durante décadas imperó la “cultura del silencio” en la escuela católica de música donde el hermano de un futuro papa dirigía un reconocido coro de chicos, lo cual fomentó un ambiente en el que 547 niños fueron abusados, según un abogado que realizó una investigación sobre el maltrato.
El número estimado de niños que sufrieron abusos fue mucho mayor al de una cifra que el investigador divulgó el año pasado: 231.
El coro Domspatzen –que significa los “gorriones de la catedral”–, de Ratisbona, data del siglo X y se sigue presentando los domingos en las misas de la catedral gótica del siglo XVI. De 1964 a 1994, el director musical del coro fue el reverendo Georg Ratzinger, cuyo hermano menor, Joseph Ratzinger, fungió como el papa Benedicto XVI de 2005 a 2013.
El padre Ratzinger, de 93 años, se ha disculpado por darle bofetadas a los niños durante su trabajo y dijo que dejó de administrar castigos físicos cuando la iglesia los prohibió en 1980. El sacerdote ha negado tener conocimiento de los abusos sexuales, y la nueva investigación no lo implica.
La situación fue revelada en 2010 cuando, por una intensa presión de las víctimas, la diócesis recurrió a un abogado externo llamado Ulrich Weber para que condujera una investigación independiente.
Durante los últimos dos años, Weber y un equipo de colegas realizaron entrevistas a las víctimas y a otros exalumnos, además de examinar archivos que datan de 1945 a 1992.
En total, Weber evaluó 616 reportes de abuso: consideró que menos de una decena no eran plausibles y determinó que otros eran cuestionables, pero no se podía descartar el abuso. En el resto de los casos, 547 en total, se determinó que los reportes de abuso eran verosímiles con base en las entrevistas u otras evidencias que los corroboraron. De estos casos, se cree que hubo abuso sexual en 67. Los otros involucraron diversas formas de castigo corporal, entre ellas jalones de orejas y palizas con un bastón.
Los abusos sexuales fueron desde “las miradas lascivas o el abuso verbal, pasando por la consumación obligada de pornografía y los tocamientos sexuales no deseados, hasta el sexo forzado”, indica el informe. Además del abuso físico y sexual, muchas víctimas sufrieron daños psicológicos, acoso e intimidación por parte de compañeros que reproducían la jerarquía y el estricto estilo de educación de la escuela. “Además del miedo al castigo, los niños se encontraban bajo presión, tanto por su desempeño académico como por sus logros musicales”, dice el reporte.
Al igual que en otras instituciones donde se han revelado patrones de abuso de larga duración, una combinación de vergüenza, secretos e impunidad favoreció que se cometieran los maltratos en la escuela de música de Ratisbona.
El abuso era un tabú y solo se discutía entre algunas víctimas, quienes se sentían excluidos por sus otros compañeros. Los abusos más graves sucedieron con los estudiantes de la escuela primaria en las décadas de 1960 y 1970, en su mayoría niños de entre 9 y 11 años que vivían lejos de sus hogares.
“En las tres áreas de la escuela —coro, educación musical e internado— hubo mucha gente que participó de forma activa en los abusos”, aseguró Weber. En la investigación se encontró que 49 personas perpetraron los abusos, la mayoría curas que servían como maestros y administradores, y que realizaban otros trabajos en la escuela.
En el informe, decenas de exalumnos describieron los años de primaria como una “prisión”, un “infierno” o un “campo de concentración”, mencionó Weber. “Mucha gente describió esta época como el periodo más oscuro de su vida, en el cual dominaron la violencia, el miedo y la impotencia”, afirmó Weber.
Los sobrevivientes expresaron su alivio cuando el informe vio la luz, pero uno de ellos, Udo Kaiser, dijo que el reporte no podría restaurar sus infancias robadas. “Todo lo que estuve diciendo durante los últimos 30 años, cuando nadie me creía, todo por lo que estuve peleando los últimos siete años ahora es público”, dijo Kaiser en una entrevista telefónica desde su casa en Múnich.
El informe de 440 páginas no se centra en el padre Ratzinger o en si el cura se hizo de la vista gorda ante los abusos, aunque sí contiene una sección enfocada en los recuerdos que tenían las víctimas de él. Para algunos, el padre Ratzinger era la personificación del perfeccionista musical que buscaba el éxito sobre todas las cosas, mientras hay otras personas que lo recuerdan como alguien que no dudaba en abofetear y no sentía remordimientos de lanzar al coro una silla o un atril.
Muchos recuerdan que escogía a sus favoritos, por lo tanto los mejores cantores no tenían problemas con él, mientras los demás eran golpeados o abofeteados por cantar mal una nota.
Cuando Weber comenzó su investigación, el padre Ratzinger lanzó críticas y llamó una “locura” al intentar investigar cuántas bofetadas se habían “distribuido” en la institución asociada con el coro. No hizo ningún comentario inmediato respecto de los últimos hallazgos.
Sin embargo, algunas víctimas dijeron que no todos los alumnos habían sufrido abusos, y hay quienes tienen recuerdos agradables del tiempo que estuvieron en la escuela y de su participación en el coro.
Según el informe, lo anterior coincide con la cultura de mantener el abuso a puertas cerradas, lo cual implicaba que a quien no fuera víctima le costara concebir qué se hubiera podido llevar a cabo el abuso. Con el paso de los años, esta “realidad dividida” llevó a malentendidos y rupturas entre los alumnos, algunos de los cuales no podían comprender lo que había pasado una vez que comenzaron a emerger las revelaciones.
La diócesis de Ratisbona ha pagado 450.000 euros a las víctimas por medio de un fondo que se estableció después de que la situación se hizo pública.
La escuela también ha querido cambiar su cultura, por lo cual en años recientes instituyó pasos para prevenir y reportar los abusos, así como para que el enfoque de la escuela no solo abarque la música, sino también el bienestar de los niños, aseguró Roland Büchner, director actual del coro.
“Condeno completamente los abusos"
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