La fuerza del voto en blanco
INÉS AIZPÚN
Si los congresistas quieren que votemos obligao para arrogarse legitimidad, deberán permitir que el voto en blanco contabilice para los porcentajes de las votaciones. Los ciudadanos podrán expresar así su voluntad de votar... pero oponiéndose a la oferta de los partidos.
El voto obligatorio es puro populismo, el voto del rebaño. La caricatura del original “un hombre, un voto”. Las normas electorales tienen cambios cada cuatro años, siempre en base a las necesidad de los partidos políticos de continuar con un sistema que les otorga patente de corso en los temas que les interesa. Desde cómo se eligen a los candidatos que aparecerán en las boletas, a la financiación de sus actividades.
Votar es un derecho... y un deber si se consigue una conciencia ciudadana desarrollada. Pero nunca una obligación. Dejemos eso a las dictaduras que se legitiman con farsas.
El voto en blanco debe contabilizarse porque es un mensaje poderoso: “sí, creo en la democracia, defiendo mi derecho a elegir, ratifico mi decisión de elegir... pero las opciones que ustedes me presentan no son suficientemente adecuadas”. El voto en blanco es un mensaje directo al sistema partidista: “su propuesta no es suficiente, no me sirve”. Es un rechazo a los programas de los partidos o a sus candidatos. Pero es un respaldo a la democracia.
El voto en blanco es más poderoso que la abstención. Es un voto activo, es una declaración de principios tan poderosa como votar por el partido en el gobierno o a la oposición. El voto en blanco, bien contado, es un mazazo a la clase política con un mensaje más contundente que quedarse en casa el día de la votación. Y el mensaje es tan claro para el gobierno como para la oposición.
IAizpun@diariolibre.com
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