"Macri fortalecido por el veto" pero debe tener presente que tiene un Congreso difícil
VFN - Las cosas cambian, cuando los cambios son impulsados desde la sociedad. La Argentina no quiere más relato. Venga de quien venga, pero menos aún de quienes hicieron uso y abuso durante más de una década.
Probablemente, el veto del presidente Macri a la pomposamente denominada Ley Antidespidos que sancionó el Congreso con el voto de la oposición inicie un camino de actividad política por parte del gobierno que parece haber tomado conciencia de sus carencias al respecto.
Para algunos, los mismos que llevaron el país al desastre en la “década irremisiblemente perdida”, se tratará de calificar al veto como un nuevo avance de la derecha, de los sectores concentradores de la riqueza y demás excusas por el estilo.
Son quienes lamentan que la “culpabilidad” por la difícil situación económica no recaiga sobre el gobierno que acaba de cumplir el primer octavo del mandato conferido por la elección popular.
Es que no comprenden que la sociedad argentina está harta de las mentiras y de la chapucería que, es cierto, festejó en buena medida durante demasiado tiempo.
En algún momento, según el gobierno a principios del segundo semestre, la inflación dejará de roer el poder adquisitivo de la mayor parte de los habitantes de este país. Mientras tanto, casi todo el mundo asume con resignación que no queda otra que pagar la factura que legó el corrupto gobierno anterior.
Y es allí, donde quienes soportan estoicamente la inflación alta y la recesión productiva aguardan una compensación por parte del gobierno.
Saben que más allá de algunas correcciones valorables –tarifa social federal, incremento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, devolución parcial del IVA para los sectores de menores ingresos-, no es mucho más cuanto puede hacer el gobierno para no caer en el populismo demagógico que infestó la vida social, política y económica de los argentinos hasta diciembre pasado.
Entonces reclaman lo mismo que reclamaban en 1983 cuando se supo la verdad sobre la represión ilegal llevada a cabo desde el Estado: juicio y castigo a los culpables.
No se trata esta vez de crímenes de lesa humanidad. Se trata de la más monumental corrupción que se haya verificado en los doscientos años de vida independiente del país.
Y eso no puede quedar impune. No solo por un imperativo moral, sino porque la corrupción fue uno de los orígenes de las dificultades actuales. Se trata entonces de justicia, pero también de reivindicación.
Al principio, el gobierno pareció ignorar el pasado. La zoncera aquella consistente “en que nadie quiere hablar de cuanto pasó”, fue propia de un concepto de marketing que no suele coincidir con los momentos políticos que vive una sociedad.
Los “clichés” como tales tienen vigencia hasta que la pierden. No son eternos. Como no es eterno el peronismo, pese a sus distintos ensayos, en el gobierno.
El presidente Macri comprendió el momento. Comprendió que la sociedad lo apoya, aún en el duro trance actual, a condición que mantenga una diferenciación lo más radical posible frente al kirchnerismo.
El veto a la Ley Antidespidos fue no solo una demostración de fuerza presidencial frente al peronismo en su conjunto: kirchnerista, gremial, político y hasta eclesiástico.
No fue el mero uso de una prerrogativa constitucional. La demostración de fuerza quedó evidenciada en la reacción popular: ninguna. Una aprobación tácita por demás elocuente. Solo una porción de los gremios estatales, nucleados en las dos ATE, duda entre llamar o no a un paro general. El resto –el grueso- de los sindicatos prefiere dar por finalizada la controversia.
Consecuencias
Dentro del gobierno, todos alaban, ahora, la jugada de Macri. Solo que para algunos fue correr demasiados riesgos, mientras que para otros se trató del impulso necesario para avanzar de una vez por todas con los cambios que hacen falta.
Cierto, hoy el presidente cuenta con una mayoría social confortable pero no cuenta con mayorías legislativas, ni con un Poder Judicial verdaderamente independiente
De allí que no todo está al alcance de la mano. Probablemente, aún no será posible avanzar demasiado en materia de calidad educativa si la relación de fuerzas no da para modificar el estatuto del docente.
O habrá que resignarse a presenciar movilizaciones y cortes de calle por parte de los gremios estatales jamás predispuestos a analizar productividad pero siempre listos para reducir –con honrosas excepciones- prestaciones a la sociedad que paga su salario.
En todo caso, parece haber llegado la hora de acabar con las violencias que perpetran grupos amparados en dichos gremios estatales. Lo ocurrido en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires durante la semana que acaba de finalizar es, lisa y llanamente, intolerable.
El ataque a pedradas contra el edificio, la rotura de la verja y demás daños no solo es producto de unos inadaptados protegidos desde las organizaciones sindicales. Es también consecuencia de la inacción del gobierno frente a quienes invaden el espacio público.
A veces queda la sensación de una complicidad entre el gobierno que no ordena la represión y los “barras bravas” que viven de la violencia.
¿En qué quedó el famoso e inaplicado protocolo de la ministra Bullrich?
El gobierno debe comprender que la sociedad cambió. Hoy nadie, salvo el kirchnerismo residual, se rasgará las vestiduras si el Estado cumple el rol que debe cumplir: el de asegurar la tranquilidad pública y el de garantizar la libre circulación de personas y bienes.
Es hora que el gobierno lo entienda. Para que el veto no quede solo.
Externas
En materia de política exterior, la administración Macri parece resuelta. Revisó las alianzas y las puso donde correspondía. Es decir en función del interés nacional y no de supuestas similitudes ideológicas.
China es hoy un mercado fundamental y, como tal, las relaciones con el gigante asiático gozan de mayor consideración que las anudadas con Rusia o Venezuela.
Los vientos también aquí cambiaron de dirección. Ya no quedó espacio para los gobiernos populistas que alimentaban la demagogia a través de la dilapidación de los recursos provenientes de los otrora altos precios de las materias primas que exportaban.
Superado el kirchnerismo en la Argentina, toca el turno del chavismo que ya ni siquiera puede garantizar más de dos días semanales de energía en las dependencias del Estado.
Hoy el populismo corrupto agita el fantasma de los golpes de Estado para intentar, pese a todo, permanecer en el poder.
Así, por obra y gracia del relato –es decir, la mentira desenfadada- el populismo corrupto latinoamericano considera que la destitución de Dilma Rousseff mediante los mecanismos constitucionales para ser sometida a un juicio político, es un golpe de Estado.
O que el impresentable chavista Nicolás Maduro está también al borde de una asonada debido a la requisitoria de firmas que lleva a cabo la oposición para su destitución de acuerdo a lo previsto por la propia constitución chavista, mal llamada bolivariana.
Hoy Venezuela se acerca peligrosamente a la violencia política. Siete de cada diez venezolanos se pronuncian por el final de un gobierno que no asegura ni los abastecimientos básicos para la población.
Pero, no se trata solo de una lección para los venezolanos. Toda la región debe contemplar lo que allí pasa como una experiencia propia. A duras penas acaban de aprenderlo los uruguayos del Frente Amplio, en particular el ex presidente José “Pepe” Mujica y su ex canciller Luis Almagro, hoy secretario general de la Organización de Estados Americanos.
Ampararon a todos los populistas corruptos y hoy deben diferenciarse de ellos aún mediante exabruptos como el de Mujica cuando señaló que “Maduro está más loco que una cabra”.
Resulta auspicioso que el aventurerismo, disfrazado de progresista y revolucionario, retroceda en la consideración de unas sociedades siempre prestas a creer en algún salvador providencial, en lugar de confiar en la capacitación y el esfuerzo.
Políticos
El panorama semanal resultó favorable al presidente. Su decisión de vetar la Ley Antidespidos fue un triunfo, a tal punto que, en el Congreso Nacional, mucho se teme que Macri emplee el veto como un arma política de aquí en más.
Sin dudas, si Macri veta aquellas leyes confeccionadas por la oposición que van al encuentro de cuanto votó en diciembre el electorado, es probable que el veto se convierta en una herramienta y que el presidente casi no pague precios por ello.
Es la oposición la que debe tomar conciencia de su derrota electoral. Por un tiempo, y ojalá resulte prolongado, el populismo no tiene cabida.
Y hablar de la oposición es hablar de toda la oposición. Del kirchnerismo residual claro, de acá en más preocupado por salvar la ropa. Es decir por no terminar en prisión. Del peronismo que gobierna provincias y municipios que necesita que al gobierno le vaya bien para recibir fondos y obras.
Pero, sobre todo, de Sergio Massa, cuyo doble juego –legítimo, por cierto- de opositor/oficialista recibió el golpazo del veto presidencial.
Esta vez, Massa evaluó mal las consecuencias. Pensó que Macri jamás se atrevería al veto y que, por ende, sería él quien quedaría como el emergente de una ley hecha para nada.
El tiro salió mal y lejos de salirse con la suya, el ex intendente de Tigre quedó como furgón de cola de un kirchnerismo dispuesto a cualquier cosa con tal de desviar la atención de sus problemas delictivos.
Massa debe, de acá en más, pensar y repensar cada paso con la mayor justeza posible. Difícilmente resista quedar nuevamente pegado con los K. Si ello ocurre, su eventual aliada Margarita Stolbizer deberá emigrar hacia otras latitudes. Y su caudal de votos anti k quedará seriamente comprometido.
Más aún cuando comienza la danza de nombres para encabezar las listas del 2017 y que, en la provincia de Buenos Aires, la boleta incluye un cuerpo de senadores nacionales, en la oportunidad.
Si se mantiene el deseo de recomposición ética de la sociedad, Elisa Carrió aparece como la más favorecida a la hora de las preferencias populares. Por cierto, una rival durísima para Massa.
No será la única en competir dentro del espacio Cambiemos pero, de momento, triunfa en las preferencias por largo margen.
Mauricio Macri hizo una rarísima apuesta en política y le salió muy bien. Fue María Eugenia Vidal. De la nada se convirtió en gobernadora del principal distrito del país.
Pero, difícilmente, Macri intente una operación similar. Menos aún, con la Carrió al frente de las encuestas.
Jorge Macri, el primo del presidente e intendente de Vicente López, hará todo lo posible para encabezar la lista de senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires. El éxito no está asegurado.
¿Y Vidal? Obviamente continuará como gobernadora pero aspira a terciar en la pelea senatorial. Sin candidato original, en algún momento se mencionó a Cristián Ritondo, sus preferencias caminan hacia el lado de Carrió.
Después de todo, Carrió no es PRO y, por lo tanto, no es rival interno. De su lado, los radicales no ven nada mal la posibilidad de apoyar a Carrió, al fin y al cabo, originalmente pertenece al tronco del viejo partido de Alem e Yrigoyen.
Al parecer descartaron, al menos de momento, la posibilidad de una instalación de Ernesto Sanz en la provincia de Buenos Aires para competir por la senaduría.
Quienes rodean al ex candidato presidencial, prefieren un derrotero que conduzca a su jefe a la frustrada, en una oportunidad, Jefatura de Gabinete.
En el análisis que formulan consideran que si bien Marcos Peña no fracasó, ni nada que se le parezca, Sanz dotaría de política al espacio Cambiemos, algo que para los radicales brilla por su ausencia.
El veto de Macri no parece darles la razón. El gobierno no quiere un gran pacto con la oposición y las fuerzas sociales porque desconfía de cualquier portazo en la primera de cambio. Prefiere la negociación ley por ley.
Los radicales, aunque en el gobierno, opinan lo contrario, al menos quienes rodean a Sanz.
De momento, Cambiemos no presenta resquebrajamientos. Con Elisa Carrió como francotiradora pero que mide muy bien el alcance de sus disparos. Con Ernesto Sanz y algunos radicales ofreciéndose como recambio. Con el partido FE, del sindicalista “Momo” Venegas, haciendo de enlace con las centrales obreras. Y con tres gobiernos provinciales de la UCR y dos del PRO.
Impensable hasta no hace mucho, con todo el peronismo en la oposición.
Un conjunto destinado a priori destinado a durar poco, pero que se afirma y avanza.
Claro, nadie quiere que vuelva el kirchnerismo, salvo los más que alicaídos K que necesitan escaparle a la cárcel.
http://www.visionfederal.com/index.php/otras-noticias/6326-macri-fortalecido-por-el-veto-pero-deber-tener-presente-que-tiene-un-congreso-dificil
Luis Domenianni
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