21 de enero de 2015
La única vía de cambiar este país es poniendo en tensión a diversos actores sociales, a los cuales la perversidad en que funcionan las instituciones del sistema los mantiene en el inmovilismo y la marginación del debate político e intelectual.
Las opciones de los partidos y grupos políticos electoralmente pequeños son reducidas, pero si asumen una participación desde una perspectiva unitaria podrían tomar una que potenciaría a cada uno de sus integrantes, al tiempo de potenciar la única manera de incidir en un cambio político/institucional del país: logrando resultados electorales que determinen una decisiva presencia de ellos en el Congreso y en los municipios. Eso, independientemente de quien resultare elegido presidente de República en las próximas elecciones.
Deben tomar esa decisión porque, aunque no necesariamente será siempre así, en la presente coyuntura tienen ante sí una insoslayable realidad: cualquier agrupamiento de fuerzas opositoras que realmente aspire a desplazar el presente gobierno debe contar con el PRM, el cual registra una intención de votos que a veces sobrepasa el 30% y hasta rondando el 40% (independientemente del candidato que éste presente) esta realidad no la cambian las razones ni las buenas intenciones.
Ninguno de ellos, hasta ahora, registra una intención de votos que ronde o supere el 2%. El sentido común y más que este, el sentido de la política, indica que no tiene ninguna lógica que una colectividad que tenga el 30-40% del electorado sacrifique el candidato que quieren sus militantes y cuerpo electoral, para apoyar el candidato de otra el cual no llega al 2%. Así de claro, así de crudo.
Sin embargo, ese 2% es imprescindible para que el 30-40% tenga éxito electoral. Eso significa que la calidad de esa cantidad puede ser políticamente determinante, siempre que así lo entiendan las fuerzas envueltas en una lógica de inevitables relaciones políticas. Pero, en este caso, para que ese supuesto 2% sea determinante, al tiempo de tener pertinencia política, tiene que estar unido. Si así sucediese podría incidir en modo sustantivo para sacar lo mejor que podría tener la fuerza o candidato de mayor peso electoral y para lo que entiendo más importante: lograr unos resultados electorales decisivos para tener un Congreso y unos ayuntamientos esencialmente diferentes a los actuales.
En la primera de estas instituciones se deciden la composición de otros poderes del Estado que son claves, en la segunda es donde mayores posibilidades de relacionar directamente el poder con las necesidades de la gente, es el lugar privilegiado de la política moderna. Si aquí no es así, es porque como expresión de corrupción se tiende a hacer una pésima selección candidatos para representarnos en esos lugares. Sólo a través de un Congreso y unos municipios dirigidos por personas serias y competentes podría iniciarse un proceso serio de institucionalización del país en términos democrático. Un presidente no puede hacerlo solo ni mucho menos con malos elegidos.
En tal sentido, los partidos pequeños y grupos alternativos podrían explorar la alternativa de presentar una lista unitaria de candidaturas congresuales y municipales con sus mejores miembros, comenzando por sus actuales potenciales candidatos presidenciales. Ello así, si éstos son conscientes de que no alcanzarían la presidencia de la República con sus propias fuerzas y que aún alcanzándola, con malos elegidos al Congreso y municipios no producirían cambios sustanciales en el país.
Deben también, presentar candidaturas de importantes figuras de la sociedad civil que tengan una trayectoria y una clara vocación de servicio a los mejores intereses de la nación. Con tesón, flexibilidad, generosidad e inteligencia podría combinarse una diversidad de candidatos con reales posibilidades de ser electos y de ese modo integrar un bloque de gente seria y competente en un Congreso inédito. Una suerte de Constituyente… Lo mismo sucedería en los municipios.
La única vía de cambiar este país es poniendo en tensión a diversos actores sociales, a los cuales la perversidad en que funcionan las instituciones del sistema los mantiene en el inmovilismo y la marginación del debate político e intelectual. Eso podría lograrse a través de una propuesta de participación electoral con posibilidades de éxitos, dada la legitimidad de los candidatos. Cualquier participación electoral de los sectores alternativos, donde cada quien vaya por su lado estaría condenada a ser meramente testimonial, no política. Pueden explorarse otras alternativas, pero cualquiera que se tome deberá ser política, con posibilidades de resultados tangibles y en ese tenor tiene que ser necesariamente unitaria. http://acento.com.do/2015/opinion/8214701-las-posibles-alternativas-de-los-alternativos/
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