Bonaparte Gautreaux Piñeyro |
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24 enero, 2015 2:00 am
Mi hijo mayor, el Coronel (r) de la Policía Nacional, Julio Heberto Gautreaux Martínez, contaba el miércoles último a unos amigos que cuando le cambiaron la zona de patrullaje en la Policía de Nashville, Tennessee, donde trabajó como Detective luego de graduarse en el Buró Federal de Investigaciones (FBI), acudió una noche a tomar un refrigerio en un bar de la zona. Era nuevo en esa jurisdicción.
Cuando fue a pagar le dijeron que el servicio y el consumo era un agasajo de la casa, lo que, con cortesía y firmeza, no aceptó.
El otro detective con quien andaba, que salía de la zona, insistió en que era costumbre de ese restaurante agasajar a los policías con un piscolabis. Julio Heberto insistió y no aceptó la oferta.
Días después lo llamaron desde el restaurante, para que interviniera pues había dos hombres escandalizando en el lugar y le pedían que fuera a someter a la obediencia a los revoltosos. El policía a quien sustituyó le pedía que interviniera en el asunto, a lo que él le respondió que del restaurante tenían que llamar al 911, como dice el reglamento, para que lo autorizaran a intervenir.
La verdad es que en nuestro país la corrupción crece por donde quiera, como la verdolaga, y vemos cómo camina y vemos sus resultados en mansiones, automóviles de marcas desconocidas hasta la llegada del Partido de la Liberación Dominicana al poder y etc.
Denunciamos la corrupción de los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer, pero los balagueristas de los doce años eran niños de teta ante los peledeístas, en la práctica de la corrupción. Además a estos corruptos no les preocupa guardar las plumas de la gallina robada al erario.
Día sí y otro también, se publican noticias escandalosas sobre actos de corrupción confirmados y documentados por la Cámara de Cuentas de la República y no pasa nada. Ahora se habla de un desorden fraudulento cometido en el Ayuntamiento de La Vega, antes fue denunciada una situación similar desarrollada en el Ayuntamiento de San Francisco de Macorís, para citar sólo dos casos recientes… y el “castigo” que recibirán los responsables no pasará de la publicación en medios de prensa.
Los culpables parece que se limitan a “sufrir” las molestias de la publicación, que ni siquiera sienten bochorno por sus acciones.
La verdad es que en los gobiernos del PLD el choteo es un ejercicio político permanente. Las autoridades que deben perseguir el robo al erario son ciegas, sordas, cómplices y sinvergüenzas.
El Presidente Hipólito Mejía da en el blanco constantemente cuando denuncia, critica, fustiga uno de los grandes males que afectan a la sociedad dominicana: la corrupción, ese mal que impide el progreso del pueblo.
http://hoy.com.do/el-pld-y-los-gobiernos-del-choteo-2/
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