En el depauperado departamento del norte de Francia se registra uno de los mayores avances de la ultraderecha
El socialista Bernard Ogiez, de 70 años, ejerce su séptimo mandato como alcalde de la pequeña localidad de Pont-A-Vendin (3.200 habitantes) en la histórica zona minera de Pas-de-Calais. Es el departamento donde hoy se espera uno de los mayores avances del ultraderechista Frente Nacional (FN). En marzo pasado, Ogiez fue elegido con más del 50% de los votos. Dos meses después, en las europeas, el 58% de sus vecinos votó al FN, más del doble que la media nacional (25%). ¿Qué había pasado? “No me lo explico, no lo entiendo”, repite el alcalde en su pequeño despacho del precioso ayuntamiento del pueblo.
En la calle General de Gaulle, la del consistorio, tres jóvenes sí creen entenderlo. “El año pasado se instalaron cientos de inmigrantes aquí. Se aprovechaban de las ayudas sociales a costa de nuestro trabajo. Esa fue la clave”. Lo explica Eddy Grenier, de 30 años, que votó en las europeas al FN, aunque enseguida aclara que él no es ni racista ni xenófobo. El alcalde recuerda que, en efecto, llegaron al pueblo 70 caravanas de inmigrantes que soliviantaron a la población hasta que fueron expulsados meses después por la policía.
Elección clave
30% de votos del FN. La ultraderecha aspira hoy a consagrarse como la principal fuerza de Francia en las elecciones departamentales con el 30% de los votos, según los sondeos. Un porcentaje similar le dan a la UMP de Nicolas Sarkozy, que en la segunda vuelta (el día 29) sería el gran ganador.
4.108 consejeros. Se eligen dos en cada uno de los 2.054 cantones existentes en 99 departamentos.
Escaso poder para el FN. El auge ultraderechista (ganó las europeas en 2014) sólo se traducirá en uno o dos gobiernos de departamentos, pero afianzará al partido para próximas elecciones.
Derrota socialista. La izquierda perdería la mitad de los 61 departamentos que gobierna.
Paridad. Por primera vez, cada candidatura está formada por un hombre y una mujer para asegurar la paridad.
La reacción frente a las caravanas fue lo que destapó el fenómeno que desde hace años se registra en la zona que el pasado siglo empleaba a miles de personas en las clausuradas minas de carbón. El paisaje está salpicado de decenas de montañas de desechos extraídos de las galerías tras separar el carbón. Fue aquí donde en 1906 ocurrió el más grave accidente minero de Europa, que costó la vida a 1.099 personas y marcó para siempre la historia de la región. Zonas como esta, que han sufrido el cierre de industrias y mantienen una actividad rural de escasa riqueza, son el caldo preferido del Frente Nacional.
Hoy, el paro en varios pueblos de Pas-de-Calais duplica la media nacional del 10,4%. La zona registra uno de los más bajos niveles de ingresos per cápita del país. En la calle Jean Jaurés, a solo cien metros del ayuntamiento de Pon-A-Vendin, hay siete casas en venta y media docena de comercios y negocios cerrados.
Comunistas y socialistas han controlado la política de estos pueblos durante décadas. Hoy, en cambio, el Frente Nacional galopa sin freno. Algunos de sus líderes son precisamente excomunistas. Es el caso de Jose Evrard, de 70 años, jubilado de Renault, militante del Partido Comunista Francés (PCF) durante 26, vicealcalde de Billy-Montigny durante 10 y ahora candidato del FN a las elecciones departamentales de hoy por el cantón de Harnes.
En su casa, donde despide a tres militantes del FN que salen para repartir carteles, Evrard explica que la izquierda tradicional ya no defiende los intereses de los ciudadanos. “Se han entregado a Bruselas, que nos trata como a Grecia, exigiéndonos más austeridad”. Hijo de un minero que fue miembro de la resistencia, como el padre del alcalde Ogiez, Evrard sostiene que hay que expulsar a sus países a los cientos de inmigrantes que esperan en la cercana ciudad de Calais para pasar al Reino Unido. “No podemos acoger a toda la miseria del mundo”, agrega.
En los pasquines que se han llevado los militantes del FN de la casa de Evrard, los mensajes son explícitos: “Peligro islamista, consecuencia de la inmigración masiva. Protejamos a los franceses”. “Detener la inmigración, restaurar las fronteras, expulsar a los clandestinos, suprimir ayudas médicas y alojamientos gratuitos [a los inmigrantes]”.
Ogiez asegura tener “miedo” por el creciente auge de la ultraderecha y agrega que él no habla “jamás” con ningún político del FN. “En mi familia hubo deportados en la guerra, en los orígenes del FN había colaboracionistas… No puedo”. El principal feudo de los ultraderechistas en la zona es Henin-Beaumont (26.000 habitantes), con un alcalde del FN, Steeve Briois, desde marzo del año pasado. En el principal bar de la localidad, Jean Lucien L. —pide no difundir su apellido— opina que se aproxima “un desastre”, pero que no quiere hablar del FN en presencia de otros vecinos. “No me fío”, susurra.
Enfrente del bar, Pascal Wallant, jefe de la oficina de La Voix du Nord, el periódico local, afirma que parte del éxito del FN se debe precisamente al aislamiento al que es sometido por otras fuerzas políticas. “Les convierten en víctimas y es peor”, dice. Wallant cuenta que, desde finales del siglo pasado, el FN ha creado en la región “una red de adeptos” que se ha implantado con fuerza.
Por eso, Marine Le Pen, la líder del FN, ha elegido sistemáticamente la zona para presentarse como candidata. Sus resultados describen bien la deriva. Logró el 10,9% de los votos en las europeas de 2009, el 22% en las regionales de 2011 (es consejera regional de Nord-Pas-de-Calais), el 23,9% en las presidenciales y el 35,17% en las europeas de 2014. Hoy estará en Henin-Beaumont.
A una treintena de kilómetros de la frontera belga, el discurso frentista de Evrard suena aquí más radical: salir del euro, crear el franco-euro, recuperar la soberanía frente a “la dictadura de Bruselas”, “Francia es de los franceses”, “poner aduanas en la frontera”, “proteger nuestros productos”… El miércoles, el primer ministro, Manuel Valls, participó en un mitin en Carvin, a cinco kilómetros de Pont-A-Vendin. “El FN miente a los obreros, a los comerciantes, a los agricultores”, clamó.
Lo mismo piensa el alcalde Ogiez, pero teme que lo peor aún está por venir: “La gente se ha sentido abandonada por la izquierda y cree que el FN les defenderá. No hay trabajo, futuro ni esperanza…y la gente prefiere escuchar cantos de sirena”. http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/21/actualidad/1426967090_978106.html
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