sábado, 28 de marzo de 2015

El simulacro perfecto / POR ALFONSO TORRES

POR ALFONSO TORRES

Comite y sentencia
El discurso no solo es lo que se expresa oralmente, abarca la totalidad del hablante, incluyendo el espacio y el tiempo desde donde se habla. Se suele errar cuando se interpreta el discurso desde la óptica periodística que reduce la verdad a las declaraciones de los personajes, las estadísticas de una encuesta, los resultados de una determinada investigación. El espacio público es por excelencia el espacio de la simulación (Baudrillart), allí se va a brillar y a luchar por el reconocimiento, por eso el sujeto, como ya no puede realizarse ni encontrar la plenitud en los grandes relatos ideológicos de la modernidad, incluyendo la ciencia, se presenta en la ausencia de su mismidad. El espacio público, como lo definió Hannah Arendt, resulta del juego político, en este tiempo el simulacro perfecto.
Toda proposición del hablante político tiene pretensión de verdad, y lo es en cierto modo aunque sea mentira. Cuando los pueblos creen en las mentiras de los políticos éstas se convierten en verdades. Desde el punto de vista discursivo, políticos son todos aquellos que pretenden imponer verdades en el espacio de lo público, lógicamente esto no quiere decir que no existan discursos que no sean políticos, pero aun en los discursos de la ciencia, el periodismo, el derecho, el arte o la religión se hace casi imposible deslindar las fronteras que separan unos y otros, en el fondo lo que se discute son los protocolos comunicacionales a través de los cuales se condensan los significados producidos por los agentes sociales en la retícula de las relaciones de poder.
En la sociedad dominicana contemporánea se ha puesto de moda un discurso que reniega de lo político, donde el sujeto intenta proyectarse como una persona que nada tiene que ver con esa palabra, partiendo de que todo político es corrupto y habla mentira, y como “no soy corrupto ni mentiroso” entonces “no soy político”. El fenómeno llega hasta los propios dirigentes de los partidos políticos, algunos de los cuales no temen decir en público que no son políticos. Pareciera que hasta los propios políticos no quieren que les llamen por lo que son, sino por lo que no son, es la presentación del sujeto en la ausencia de su mismidad y es precisamente desde donde surge el simulacro, el lugar que antes ocupaban las ideologías.“Hasta los propios políticos no quieren que les llamen por lo que son, sino por lo que no son, es la presentación del sujeto en la ausencia de su mismidad y es precisamente desde donde surge el simulacro”.
¿Tendrá esto que ver con lo que se conoce como la naturaleza humana? ¿Podría explicarse o por el contrario habría que asumirlo como una aporía? Si se piensa, por ejemplo, en que la sociedad dominicana y sus líderes atraviesan por un “shock neuropolítico” causado por la saturación del discurso del partido-Estado, sería posible entender por qué toda la atención del país se concentró la noche del jueves en la reunión del comité político pasando de ahí al desenlace este viernes de la acusación del procurador Francisco Domínguez Brito contra el senador Félix Bautista, ambos de la dirección del partido-Estado. Los gritos de impotencia y la reacción dispersa de la ciudadanía y de los actores políticos contra el “no ha lugar” develan la imposibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos enmarcados en la contradicción de los bandos reunidos en el comité político. El órgano reunido la noche anterior de la sentencia emitida por un juez, también del partido-Estado, resume simbólica y discursivamente la supresión o anulación de todas las instituciones, allí, en la reunión de ese órgano, estaba el Estado, su asamblea nacional, su congreso, su sistema de justicia y electoral, sus medios de comunicación, sus fuerzas armadas, en fin, la voluntad soberana del pueblo delegada en un órgano hereditario con la suprema misión de hacernos felices a todos y todas. Es como si solo quedara esperar frente al televisor la exhibición del simulacro del que conscientes o no somos parte.
Protesta
Ataud de la lucha contra la corrupción.
En el debate entre Foucault y Chomsky en la Universidad de Ámsterdam (1971), Foucault puso en cuestionamiento el concepto de “naturaleza humana” utilizado por Chomsky para fundamentar su teoría lingüística y de la justicia. El pensador francés, ya en esa época, sospechaba lo que el poder podría producir y reproducir en la mente, aunque su campo de estudio era la psiquiatría y no las neurociencias, por medio de las cuales sabemos hoy que la batalla del poder se libra en la mente humana, vale decir, en la mente pública.
De ahí que podemos valernos de la neuropolitica para plantear que la saturación discursiva del partido-Estado en la mente de los agentes sociales ha creado una híper-realidad en la que el simulacro se convierte en la condición de su reproducción. En esa burbuja simulada nada es verdad ni es mentira, todo depende de lo que la gente crea y de cómo estas creencias se conviertan en mayoritarias o no. En ese juego las principales herramientas utilizadas por el partido-Estado para fijar las verdades en la mente publica, hasta ahora, han sido las encuestas y los enmarcados de las emociones, o mejor, de los afectos colectivos.
Apelan al concepto de Patria cuando necesitan mover a su favor las energías neuroemocionales de las “masas”, dictaminan con estudios “científicos” los candidatos más “populares” a los que el pueblo termina votando, establecen lo que es legal o no al margen de la Constitución y las leyes, ellos mandan y la mayoría obedece sin mediación procedimental (como soñaba Habermas la democracia), definen el comportamiento políticamente correcto al tiempo que obligan por “medios persuasivos” a que la multitud acepte salarios de miseria por su fuerza de trabajo, con lo cual hacen que el único sentido de la vida sea vivir para trabajar y no trabajar para vivir. Así se crean los marcos discursivos de los agentes sociales, que suelen comunicarse en el espacio público con el mismo lenguaje y la misma gramática del partido-Estado, reproduciendo su lógica, sus conceptos y sus verdades. La reproducción de ese discurso dominante arropa principalmente las capas medias ilustradas, blanco principal de la sociedad teledirigida, llegando al punto de la saturación y creando la híper-realidad. Es entonces cuando todo se convierte en simulacro. Esto solo se puede romper si otros agentes sociales y políticos adquieren la capacidad de lograr que sus verdades otras entren en disputa por las creencias y los afectos de las mayorías.
http://nuestrotiempo.com.do/2015/03/27/el-simulacro-perfecto/
Alfonso Torres

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Periodista. Ha sido editor de economia de los periodicos Listin Diario y El Caribe, también fue reportero de Hoy y 7dias.com.do.

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