Las patologías de México afloran tras el huracán Trump
La corrupción, el aumento de la violencia y otros problemas estructurales marcan la actualidad del país, de lleno en procesos electorales
México
Un fiscal detenido en la frontera de Estados Unidos por traficar con heroína, cocaína, metanfetamina y marihuana; un gobernador, otro más, prófugo de la justicia; la fosa más grande hallada en el país, en Veracruz; la constatación de que la violencia crece sin parar en el final del sexenio de Enrique Peña Nieto… Después de que el vendaval Trump haya amainado –por el momento-, las arenas movedizas del sistema mexicano han provocado que las patologías del país emerjan de nuevo en las últimas semanas. Con mucha fuerza y en medio de varios procesos electorales, lo que augura un final huracanado del mandato del presidente mexicano.
Los últimos compases del pasado año y el arranque de 2017 estuvieron marcados por la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump. Los ataques y amenazas del nuevo presidente de Estados Unidos hacia el vecino del sur consiguieron que la actualidad mexicana fuese pautada día sí día también por las astracanadas del líder de la mayor potencia mundial. Pese a que la incertidumbre aún continúa, la economía, lejos de venirse abajo se ha mantenido estable, en vísperas de la previsible renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC), aún sin fecha concreta.
Mientras todo eso ocurría, el interior del país era un volcán en erupción. El fiscal de Nayarit, Edgar Veytia, será el primer responsable policial de uno de los Estados claves en el tráfico de droga de México en ser juzgado en Estados Unidos después de su detención, la pasada semana, en el paso fronterizo de Tijuana y San Diego. El Departamento de Estado lo acusa de tráfico de drogas y esta semana decidirá si lo juzga en Nueva York, al igual que al Chapo Guzmán. Unos días antes, César Duarte, exgobernador de Chihuahua, uno de esos rostros que Peña Nieto vendió como el ‘nuevo PRI’ se sumaba a la lista de políticos mexicanos en busca y captura, al parecer después de huir a Estados Unidos. Al mismo tiempo, uno de sus socios se atrincheraba en el Congreso para tratar de no ser detenido por corrupción. El otro Duarte, Javier, exgobernador de Veracruz, lleva prófugo más de cinco meses. Una suma de factores negativos que, da la sensación, hacen insostenible el México actual.
“La llegada de Trump supuso una distracción que Peña Nieto no supo capitalizar, por timidez o por miedo, pero tenía una oportunidad de agrupar al país en torno a un enemigo común”, asegura el analista mexicano Emilio Lezama, para quien México vive “una crisis política aguda, sustancial; el modelo está agotado, el cansancio es evidente y se va a expresar”.
La gran batalla se dará el próximo año, con las elecciones presidenciales, en la que el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, dos veces candidato, es el favorito en todas las encuestas del momento. La antesala se celebrará en apenas dos meses con los comicios en varios Estados, entre ellos el más importante, el de México, don de más de 11 millones de mexicanos están llamados a votar. El futuro de la casa de Peña Nieto, donde el hoy presidente fue gobernador y que el PRI lleva gobernando desde hace 90 años, es el objeto de deseo de todos los partidos. Una derrota del partido gobernante supondría un batacazo de cara a las presidenciales. La contienda se juega a cara de perro. “El periodo electoral ha empezado y se han roto todos los pactos de silencio posibles”, opina el también analista Fernando García Ramírez, quien no duda en que de aquí al próximo año asomarán muchos más casos de corrupción, uno de los temas que capitalizarán el camino hacia Los Pinos. “Estoy completamente seguro, habrá acusaciones muy concretas entre partidos. Otra cosa es la repercusión en la vida civil. ¿Cómo va a afectar más allá de los medios si ni siquiera hay un fiscal anticorrupción?”
Ramírez, no obstante, considera que la crisis que vive México “no es aguda, sino que se ha convertido en algo cotidiano”. “La novedad, quizás, es que este año se ha elevado el número de ejecuciones en México”, añade. Diez años después de que Felipe Calderón ordenase la salida del Ejército a las calles para combatir el narco, unido a la atomización de los cárteles en decenas de grupos sangrientos, la violencia no cesa. El pasado año fue el más violento del sexenio de Peña Nieto: se registraron 20.789 homicidios dolosos y una tasa de 17 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Solo en Veracruz, donde hace unas semanas se confirmó la existencia de la fosa más grande del país, se contabilizaron 1.522 homicidios dolosos por los 615 del año anterior. Todo hace indicar, de hecho, que este año será el más violento que se recuerde en México. Una mejora, a juicio de García Ramírez, se antoja complicada: “Sería artificial, solo posible si hay un pacto entre los grupos de poder más fuertes del narco y el PRI, que les puede hacer ver que si la situación no mejora, pueden llegar otros al poder y no se sabe qué pasará”.
Los primeros años de Peña Nieto en Los Pinos se caracterizaron por su ímpetu reformista. Algunos de sus proyectos, como la reforma energética o el nuevo modelo educativo, han salido adelante; otros se quedaron a medio camino y los hay también que se estancaron. El final del sexenio se antoja un Himalaya para el presidente de México, con un vecino del norte imprevisible y un país en el que las patologías emergen cada vez con más fuerza.
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