lunes, 16 de enero de 2017

Entre el escritorio y el aeropuerto, Facebook

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Entre el escritorio y el aeropuerto, Facebook

Creación, edición, promoción y globalización son algo más que una rima fácil

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Participantes en el encuentro Bogotá 39, en 2007. De izquierda a derecha y de delante hacia atrás, en primera fila: Antonio García y su esposa, Ronaldo Menéndez, Fabricio Mejía, Juan Gabriel Vásquez, Wendy Guerra, Santiago Roncagliolo y una responsable de Bogotá 39. Segunda fila: Ricardo Silva, Pilar Quintana, Adriana Lisboa, Claudia Amengual, una responsable de Bogotá 39, Cristina Fuentes, del Hay Festival, y sobre sus piernas, Santiago Nazarián; Ena Lucía Portela, Yolanda Arroyo, Claudia Hernández, Karla Suárez y Piedad Bonnett. Tercera fila: Álvaro Bisama, Iván Thays, Rodrigo Hasbún, Carlos Wynter Melo, Gonzalo Garcés, Jorge Volpi, Óscar Collazos, Alejandro Zambra, Slavko Zupcic y John Jairo Junieles. Cuarta fila: Pablo Casacuberta, José Pérez Reyes, Álvaro Enrigue, Eduardo Halfon, Rodrigo Blanco y Pedro Mairal. 
En 1996 dos jóvenes escritores chilenos, Alberto Fuguet y Sergio Gómez, lanzaron una antología de narradores en lengua española que —apostando por la ciudad frente al campo, el rock frente al folclore y el realismo sucio frente al realismo mágico— resultó polémica desde el título: McOndo (Mondadori). Presentado en un McDonald’s de Santiago, el libro incluía a 17 autores de 10 países, todos hombres, entre ellos, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán, Santiago Gamboa, Ray Loriga, Jordi Soler o Jaime Baily. En noviembre pasado la FIL de Guadalajara (México) celebró los 20 años de aquella antología con un coloquio en el que Fuguet recordó que, para armar la selección, tuvo que llamar a los agregados culturales de distintas embajadas para encontrar información sobre novelistas que no abominaran de la cultura de masas.
Si esa precariedad, dijo, explica la escasez de autores y la ausencia de autoras, la precariedad misma se explica por el aislamiento entre los países. “Hoy los libros viajan gracias a Internet y los escritores, gracias a los festivales”, dijo también. No es casualidad que el Hay Festival estuviera detrás de una iniciativa como Bogotá 39, que terminó convirtiéndose en una antología del cuento latinoamericano publicada en 2007 por Ediciones B y de la que forman parte nombres —entonces menores de 40 años y hoy ya consagrados— como Wendy Guerra, Andrés Neuman, Guadalupe Nettel, Ena Lucía Portela, Juan Gabriel Vásquez, Jorge Volpi o Alejandro Zambra.
La propia FIL lanzó en su última edición el programa Ochenteros, en el que 20 narradores nacidos en los años ochenta —la mitad exacta, mujeres— cambiaron impresiones sobre su trabajo. En casi todas las sesiones se habló de la contradicción de tener una mano en la obra y la otra en su difusión, ya sea por la vía de los viajes o por la de las redes sociales. Word, Facebook y los billetes de avión ocupan distintas ventanas del mismo ordenador.
Como apuntó Edmundo Paz Soldán en el debate en torno a McOndo, “el mercado se ha instalado en el inconsciente del escritor”. Creación, edición, promoción y globalización son algo más que una rima fácil. Algún día se estudiará la influencia de los aeropuertos en la historia de la literatura. El pájaro de Twitter es ave migratoria y el Atlántico es cada vez más pequeño. No parece mala noticia.
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