En los pasillos
José Luis Taveras - 10 de enero de 2017
Las vistas panorámicas suelen ser engañosas. En ellas se mezclan los elementos y matices de lo observado; en los detalles, en cambio, se descubren las texturas y contornos puros de la realidad.
Un artista gráfico me dijo en una ocasión que lo único confiable de las perspectivas amplias eran las dimensiones porque las demás propiedades de lo visto no se revelan notoriamente. Para apoyar su juicio me habló de las fotografías aéreas que suelen ser estéticamente generosas con los paisajes. Desde entonces, esa enseñanza ha animado mi juicio crítico: estimo con mucho celo los detalles antes de dar una apreciación de conjunto sobre las cosas.
Bajo esa premisa observo y escucho las declaraciones cotidianas de nuestros líderes políticos y empresariales. Noto, como detalle generalmente inadvertido, que la mayoría de sus pronunciamientos se producen en pasillos. Esa costumbre no discrimina el rigor, la trascendencia ni la pertinencia de los temas. Generalmente son reacciones a abordamientos apretujados y repentistas de la prensa. Las respuestas suelen ser destempladas, vagas y mecánicas. Parece que la idea es declarar por declarar o ganar mención pública.
Con una copa de vino en una recepción, en medio del bullicio de una feria, en el recio ambiente de una inauguración se ven los hombres que dirigen el Estado y la economía improvisando soluciones a problemas serios. Y no es que deban ser inaccesibles a la prensa; es que cada tema tiene su momento, escenario y discurso. Los tópicos de relieve e interés públicos se tratan en ruedas de prensa convocadas para anunciar posiciones y decisiones institucionales derivadas de deliberaciones, estudios o conclusiones y no como pareceres sueltos de funcionarios ávidos muchas veces de nombradías.
En los pasillos, el liderazgo público y privado ha hablado de todo: salarios, endeudamiento externo, presupuesto, gasto público, política fiscal, corrupción, seguridad ciudadana y fronteriza; sin embargo, para citar algunos casos, apenas se conocen las sombras de sus intenciones en las ya caducas reforma fiscal y alza salarial. No dudo de que si el país fuera una potencia nuclear el presidente anunciara la guerra de Armagedón desde la tarima navideña de Telemicro.
Hace poco el Ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, al ser inquirido en uno de los pasillos del Palacio sobre el caso Odebrecht, dio una declaración insolente que reveló un desprecio mordaz por un tema de agenda pública en varios países del hemisferio. Al decir que la gente “estaba en comida” el funcionario le dio voz a la visión política de su gobierno: esa que asume que los dominicanos, como manada de borregos, nos conformamos con atenciones de subsistencia y que pone en el justo lugar el interés del presidente Medina por la corrupción: detrás de un lechón asado.
Los pasillos, como corredores de paso, proponen prisa e irreflexión. En nuestro medio, son, sin embargo, tribunas de la improvisación de funcionarios fantoches, esos que además de hacer del cargo su propia hacienda, convierten la gestión pública en una ocupación frívola y deportiva. Recuerdo al periodista francés Paul Masson cuando dijo: “los funcionarios son como los libros de una biblioteca: los situados en los lugares más altos suelen ser los más inútiles”. http://acento.com.do/2017/opinion/8417632-en-los-pasillos/
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