Una anomalía
- 2 de diciembre de 2016
Todos los medios de comunicación importantes en los Estados Unidos adversaron a Donald Trump, por lo tanto, su elección constituye una derrota significativa para las corporaciones dueñas, directores, redactores y periodistas de esos medios. Ese hecho representa una experiencia que no debe repetirse no porque Donald Trump importe o sea irrelevante sino porque algo ha quedado demostrado. Y ¡que es eso que ha quedado demostrado? Que los grandes medios pueden ser derrotados, que un individuo atrevido, con imaginación y con recursos puede desafiar el poder y la influencia de esos medios, desautorizarlos, burlar su influencia e imponer una solución distinta. Y ese es muy mal ejemplo.
El famoso establishment americano e internacional también adversó a Donald Trump y también perdió y de nuevo, ese hecho tiene una tremenda significación. No importa que mañana Trump, renegando de sus promesas, traicionando al electorado que votó por él, gobierne a favor y para beneficio de ese establishment. El asunto es que, no debió haber ganado. Nadie que no endosara y respaldara explícitamente los intereses del establishment, nadie que no hubiera concertado previamente una serie de acuerdos sobre política con ellos, nadie que no hubiera quedado desde el principio supeditado a ellos debía haber sido electo. Que un loco, un aventurero, un radical o hasta un “aburrío” se hubiera postulado para la presidencia no importa nada. El asunto es que nadie que no estuviera como la señora Clinton amarrado de pies y manos a ese establishment podía ni debía haber ganado. Por lo tanto, el establishment perdió incluso si mañana resultara Trump su mas fiel y mejor servidor.
Tanto hablar del establishment obliga, al menos, a explicar qué y quiénes son. No son solamente los ricos, ni las familias tradicionales, ni los magnates financieros, ni la élite intelectual, ni la comunidad tecnológica mas avanzada. En el establishment concurren personas de estas y otras procedencias pero la cualidad o condición que los define como parte del establishment es la creencia o posibilidad aceptada y admitida por otros de que esas personas están en capacidad de decir, recomendar, pautar y de cualquier manera postular quien será presidente y quienes serán gobierno y a favor de quienes lo harán. Por tanto, dentro de ese establishment también hay directores de periódicos, comentaristas, educadores, rectores de universidades, intelectuales y teóricos adscritos a algunos de los “think tanks” y así por el estilo. Ese establishment, no solamente pauta quien y quienes sino también con cuales ideas, con cuales propuestas y con cuales formas, modales y atuendo deberá comportarse.
El establishment dicta lo que es “políticamente correcto” e interactúa con los grandes medios de comunicación creando una especie de entente donde uno define, el otro difunde y entre ambos arrastran las capas medias, profesionales e intelectuales, ejecutivos, tecnócratas y funcionarios del sistema que hacen carrera respetando las reglas y sometiendo sus conductas a lo que es “políticamente correcto”. El efecto de ese esfuerzo combinado es que resulte electo quien ellos quieren y haga lo que ellos entienden con el apoyo y concurso de esos otros millones de personas adscritos al sistema pero que no son parte del establishment aunque sean beneficiarios marginales del mismo. Por lo tanto, Trump no debió ganar porque el representa el triunfo de la irreverencia, el irrespeto, la violación de las normas, conducta y discursos políticamente correctos. Con Trump se vino abajo además del discurso, una agenda “light”, civilizada, moderna, “justa”. Con Trump se vinieron abajo los modales, la conducta y muchos de los “valores” del establishment.
Trump es una anomalía y el sistema que no es otra cosa que la organización y el funcionamiento de ese establishment y este actúa para deshacerse del intruso de la misma manera que el cuerpo humano trata de deshacerse de la intrusión de un factor alérgico. Deshacerse de Trump cooptándolo, invalidándolo, anulándolo o matándolo no requiere ni siquiera un esfuerzo de reflexión, ni consensuar, madurar y decidir nada; es una respuesta automática del sistema frente a un intruso. Ni siquiera la sumisión plena del intruso los dejaría enteramente satisfechos a menos que a la hazaña de haber ganado con todos en contra, este señor añada la del embaucamiento masivo. Ya veremos, pero como dicen los capitanes de aeronaves comerciales a los pasajeros cuando se acercan a una tormenta: fasten your seat belt as we face a bumpy ride due to bad weather and turbulence ahead.
http://acento.com.do/2016/opinion/8406562-una-anomalia/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario