Menores de edad que iniciaron su vida sexual a los 13 años. En República Dominicana hay 199,580 madres adolescentes registradas, según el informe de Unicef “Estado Mundial de la Infancia 2016”
Addy, la niña de ojos almendrados, la de risas silentes y pintalabios rosado, de la que aún sale un soplo de inocencia, inició su vida sexual a los 13 años de edad, y a los 14 ya andaba con su vientre abultado en espera de un bebé.
Ella y otras tres jóvenes tienen una historia común con aire de tragedia. Una historia que se escribe con tristeza entre los dedos.
La vida les cambió antes de que llegara la primavera. Addy, Estela, Antonia y Emilsa, cuatro niñas-madres que, por una u otra razón, tuvieron que cambiar la camisa de uniforme por la bata de embarazo, el lápiz por el biberón y las salidas entre amigos por la visita al gineco-obstetra.
Contrario a lo que plantea la generalidad de estudios sobre embarazo en adolescentes, este caso no se trató ni de abuso sexual ni de incesto. Concluía el octavo grado de la primaria. Era una noche de viernes santo, tomaban entre amigos y al amanecer Addy había entregado su cuerpo a un joven de 15 años que acababa de conocer.
“Pasó debajo de tragos. Un viernes santo bebíamos, nos pasamos (de alcohol) y sucedió. Tuvimos relaciones sin protección; ahí yo salí embarazada. Me enteré cuando tenía tres meses y dos semanas de embarazo. Cuando lo supe, no quería tenerlo (al bebé) por mis estudios y por mi familia”.
La adolescente, nacida a mediados del año 2000, se protegía con pastillas anticonceptivas, pero esa noche fue distinto. Los tragos revueltos en la mente y el estómago, desvanecieron cualquier precaución de ambas partes. Addy pasó de inmediato a formar parte de las 199,580 madres adolescentes que hay registradas en República Dominicana, según el informe de Unicef “Estado Mundial de la Infancia 2016”.
Los comentarios en el barrio empezaron a tocar las emociones de Addy, que se juntaron todas en un mismo día. “Por un lado quería tener el bebé, por otro no. Escuchaba muchos rumores, de que si uno abortaba podía morir o tener problemas nerviosos o psicológicos. No sabía exactamente qué hacer”.
Addy acudió con su novio a hacerse la sonografía. No el joven con quien tuvo relaciones sexuales el viernes santo y apenas conocía, sino con su pareja habitual. Además de los sentimientos encontrados y una nueva criatura, llevaba dentro una duda: ¿quién de los dos sería el padre de este bebé en camino que estaba ya en sus tres meses y dos semanas de gestación?
El hijo de Addy ya se acerca a los dos años de edad y ella recién cumplió sus 17. Vive con sus padres, dos hermanos (de cinco y once años), intenta concluir el bachillerato y sueña con ser psicóloga. El padre biológico rehusó asumir la responsabilidad del hijo y así lo ha hecho hasta este momento.
“Nunca fue a mi casa, nunca la buscaba. Sabía que la niña era de él. Dijo en ‘un coro’ que no se iba a hacer la prueba de ADN, que no quería”, cuenta la madre menor de edad. Se enteró que ahora está interno por conflictos con la ley. “Si yo hubiese sabido eso ni lo saludo, lo habría evitado totalmente”, reflexiona.
“Nunca fue a mi casa, nunca la buscaba. Sabía que la niña era de él. Dijo en ‘un coro’ que no se iba a hacer la prueba de ADN, que no quería”, cuenta la madre menor de edad. Se enteró que ahora está interno por conflictos con la ley. “Si yo hubiese sabido eso ni lo saludo, lo habría evitado totalmente”, reflexiona.
“Tuve relaciones, normal, con mi novio en su casa y salí embarazada”
La Encuesta Demográfica y de Salud (Endesa), 2013, plantea que de cada 1,000 embarazos en República Dominicana, 90 corresponden a adolescentes entre 15 y 19 años de edad.
La mayor tasa de fecundidad, según este estudio, la presentan las mujeres que tienen entre 20 y 24 años de edad y las que van desde los 25 hasta los 29 años. En el primer caso unas 151 por cada mil y en el segundo grupo 122. Le siguen las menores de edad antes citadas.
El caso de Estela va en la misma dirección que el de Addy, solo que con algunas diferencias. Su primera relación sexual también fue a los 13 años, vivía con sus padres y tenía conocimientos –por la escuela y familiares– de los métodos anticonceptivos.
“Tuve relaciones, normal, con mi novio en su casa y salí embarazada. No usábamos protección, pero yo me cuidaba con pastillas anticonceptivas”, explica esta adolescente de 17 años, que según afirma llevaba ya cuatro años de noviazgo con el joven que la embarazó.
Estela asegura que estaba feliz cuando se enteró. “Me enfrenté a mi mamá y a mi papá. Iba contra el mundo. Decía yo voy a parir a mi hijo e incluso cuando yo salí embarazada mi mamá y el papá de mi hijo me dijeron que no, que a qué yo iba para la escuela, si era a pasar vergüenza”, describe.
“Él me llevó para su casa, vivíamos ahí, empezamos a tener problemas y nos dejamos porque no nos entendíamos. Mi hijo tiene ya un año y 7 meses. Nos dejamos cuando tenía ocho meses. Me ayuda con los gastos”.
Habla con precisión y su rostro al natural deja salir un destello de su infancia. La experiencia de un embarazo precoz, por lo que externa, la hace sentir como una persona cualificada para aconsejar a demás jóvenes que atravesaron su situación.
Estela ya está en cuarto de bachillerato. Dice con determinación que no quiere más hijos. Se planificó desde que dio a luz y su mayor deseo ahora es estudiar arte dramático.
Cuando casi concluye la entrevista, pide la palabra para decir algo más. “A los jóvenes yo le exhortaría a que se prepararán mejor, que aguanten sus ansías, que vivan sus etapas felices porque aunque yo esté estudiando he pasado mucho trabajo para venir para acá –a la Fundación Pediátrica Por un Mañana– paso hasta hambre”, aconseja.
“Prepárense para que no pasen tanto trabajo después de tener sus hijos. Hagan sus planes con sus esposos para que no pasen trabajo con hombres malos que uno se encuentra”, enfatiza.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las muchachas de 15 a19 años en todo el mundo. Los bebés de madres adolescentes se enfrentan a un riesgo considerablemente superior de morir que los nacidos de mujeres de 20 a 24 años.
Antonia, ahora con 24 años, tuvo su primer hijo a los 18 y sus padres no recibieron la noticia de la mejor manera. “Para mí no fue muy buena la experiencia porque mi mamá y mi papá son una gente muy recta. A uno no lo dejaban salir para parte”.
“Cuando mi papá recibió la noticia (de su embarazo) se puso muy agresivo. No me quería dejar salir, me perseguía a donde quiera, entonces yo un día me fui”.
Las críticas en su sector eran tan fuertes que sembraron en la mente de Antonia la idea de abortar. “Como yo no salía y siempre estaba trabajando y era estudiante en mi casa, cuando salí embarazada, que empezó a notarse, la gente decía: ´mira ella era una santa y está embarazada´ y yo pensé sacármelo (abortar la criatura) porque no sabía qué hacer. Pero no usé ningún método, ni inventé. Tenía miedo de decirle a mis amigas estoy embarazada y que se lo contaran a mi mamá”.
Cada año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos tres millones de muchachas de 15 a 19 años se someten a abortos peligrosos.
Un condón roto
“Es increíble. Nosotros nos protegíamos, pero ese día se rompió el preservativo”. Así fue que Emilsa quedó embarazada a sus 17 años y se dio cuenta por un retraso menstrual.
“Mi primera relación sexual fue a los 13 años. Estaba en el Liceo Las Américas comenzando el primero de bachiller, me aloqué y salí embarazada. Pensé en sacarme la barriga. Mi mamá fue quien me dio la mano”.
Su hijo ya tiene ocho años de edad y del padre ni el rastro. Lo describe como “un delincuente” que nunca la “ayudó” con su hijo.
“Él se fue lejos, yo no le dije, luego se enteró que yo estaba embarazada y tú sabes que esos ‘delincuentes’ siempre piensan que los hijos no son de ellos para no mantenerlos porque son unos callejeros. Hacíamos ‘coro’, éramos un ‘agarre’. Yo estaba en el liceo, nos veíamos a escondidas”.
Pensó que se le caía el mundo encima. Se decía “Dios mío, yo no estoy preparada para esto” y sus amigas le sugerían té para abortar.
“Las amigas mías me decían bébete tal té, hasta que mi mamá me dijo que no, que ella nos tuvo a toditos nosotros y que si no hubiese sido así nosotros no estuviéramos aquí. Después de ahí fue que yo me fui adaptando. Ya mi hijo tiene ocho años, tengo otra hija de cuatro años, y no me arrepiento de haberlos tenido”, cuenta Emilsa, quien actualmente tiene 25 años y dice que quiere ser comediante o profesora en educación inicial.
“Hay que cuidarse por las dos cosas: por las enfermedades y por el embarazo no deseado”, concluye joven, que aunque ya está en la adultez fue también una niña-madre dominicana.
Unos 16 millones de muchachas de 15 a 19 años y aproximadamente un millón de niñas menores de 15 años dan a luz cada año, la mayoría en países de ingresos bajos y medianos, plantean investigaciones de la OMS.
República Dominicana está por encima de la media de América Latina en embarazo en adolescentes
Rosa Elcarte, representante de Unicef en República Dominicana, habla con Metro de tres perfiles de madres adolescentes. La interesada en quedar embarazada, la que quedó sin querer y la niña abusada o explotada sexualmente.
Rosa Elcarte, representante de Unicef en República Dominicana, habla con Metro de tres perfiles de madres adolescentes. La interesada en quedar embarazada, la que quedó sin querer y la niña abusada o explotada sexualmente.
“Nos llamaba mucho la atención, cuando analizábamos La Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR), oficiales del país, que cuando se pregunta a las chicas embarazadas, el 50% dice que si quería quedar embarazada y el otro 50% que no”, señala.
“Cuando la niña ve que todas sus compañeras lo han hecho, ella dice, pues cuanto antes mejor. En ese ‘quiero embarazarme’, lo que quieren decir es ‘mi proyecto de vida es embarazarme y conseguir una pareja’ y eso a mí me parece terrible”, puntualiza Elcarte, quien hace énfasis en la necesidad de que en las familias no se eduque a las niñas para tener marido sino con un proyecto de vida que les permita crecer profesionalmente y ser independientes en lo económico.
Elcarte, también pediatra, hace un pronóstico, a partir de lo observado por Unicef, sobre la realidad a la que después de un embarazo precoz tendrán que asumir las menores de edad. “Muchas de ellas dejan el colegio, no encuentran un trabajo importante, acaban siendo abandonadas por sus parejas, su hijo, al ser hijo de una madre poco estudiada y pobre, tiene el doble riesgo de morir antes de los cinco años, su hijo al ser hijo de una madre pobre tiene mayor riesgo de abandonar la escuela y su hija al ser hija de una madre pobre y con poca educación tiene mayor riesgo de también ser una embarazada adolescente”, enfatiza.
“Esta niña que se ha unido por un -entre comillas- proyecto de vida es una fábrica de pobreza. Con el abandono de la pareja se rompe el sueño de que tengo un hijo y resuelvo todos mis problemas. Ya no solo tengo un hijo sino que mis problemas se complican mucho más”, subraya esta especialista, preocupada por el hecho de que en República Dominicana el 41.10 % de las niñas embarazadas pertenece a la clase pobre.
Con respecto a otras naciones, en embarazo precoz, este país lleva la delantera. Según Elcarte “República Dominicana está por encima de la media de América Latina en embarazo en adolescentes y en uniones tempranas somos casi los primeros con niñas por debajo de los 18 años de edad. Cuando hablamos por debajo de los 15 años somos el más alto de Latinoamérica en cuanto a uniones tempranas con cifras similares a las de África subsahariana”, destaca.
Una investigación de Unicef que aún no llega a su fase final hace más crítica la problemática. “Estamos haciendo un estudio y no tenemos las cifras concluyentes pero aproximadamente entre 12 y 14 niñas menores de 15 años cada día del año pasado, tuvo un hijo. Da como escalofríos ¿no? Y esos embarazos, la inmensa mayoría, no son con niños de 15 y 16 años. Habrá alguna pero la inmensa mayoría es por abuso sexual. Aún sea un abuso sexual tolerado en una unión temprana sigue siendo abuso sexual”, recalca.
La marginación social, acompañada de angustia, soledad y sensación de señalamiento, también entra en juego en este tema multifactorial. Elcarte considera que “no es tanta la marginación de la niña al momento de estar embarazada sino después cuando ya tiene un hijo; su pareja la abandona, sus padres la echan de la casa. Ahí es donde están las implicaciones psicológicas; cuando fracasa ese sueño”.
“Estas adolescentes no tienen compromiso con el cuidado del bebé, porque muchas veces no es un embarazo programado”.
Luego de diferenciar el embarazo en adolescentes menores de 15 años y las que van desde los 15 hasta los 19, la doctora Lilliam Fondeur, ginecóloga-obstetra conversó con Metro sobre las implicaciones físicas de una gestación temprana.
“Las implicaciones en general van relacionadas porque hay una mayor incidencia de cesáreas ¿por qué? porque la pelvis muchas veces no dilata lo suficiente y sobre todo, el trabajo de parto, que es un trabajo, esas niñas no están concienciadas para poder manejarlo. Se les tiende a hacer difícil manejar las respiraciones, manejar el tiempo y sobre todo tener un parto sin temor”, explica Fondeur, especialista en Reproducción Asistida.
Fondeur cita otras complicaciones médicas en las menores de edad. “Es más frecuente en la adolescencia la hipertensión del embarazo, conocida como preeclampsia, eclampsia y que el pueblo conoce como frenesí; también la diabetes gestacional”.
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