Equidad electoral: el gran desafío
La equidad es uno de los pilares de la integridad electoral, que es, en la actualidad, uno de los parámetros para poder calificar positivamente unas elecciones.
Cuando en la Revolución Francesa se proclamó el sufragio universal, la humanidad dio su primer paso hacia la anhelada igualdad del hombre. A partir de este trascendental acontecimiento, cada adulto tendría el derecho de participar en las consultas democráticas de su país, sin importar su raza, condición social, sexo o creencias. Sin embargo, el camino hacia la materialización plena de esta conquista ha sido largo y lleno de sacrificio, como en el caso del voto femenino, que en muchos países se hizo realidad casi a finales del siglo XX.
Como es bien sabido, el sufragio se divide en activo y pasivo. El primero es el que ejerce el ciudadano cuando vota por uno o varios candidatos, y el segundo el que ejerce cuando se postula como candidato a un cargo de elección popular. Los dos tipos de sufragios, como en el pasado, a pesar de ser indispensables para la democracia representativa, se encuentran muy lejos de ser considerados como íntegros.
El sufragio activo esta contaminado por el clientelismo. Esta vieja práctica, cada vez más decisiva, y la manipulación del votante mal informado, son elementos que atentan contra la auténtica voluntad de los electores. En este caso, el voto resulta vendido a cambio de una contraprestación que le arrebata la libertad al ciudadano.
Por su parte, el sufragio pasivo se ve lesionado desde el momento en que el candidato resulta elegido por la voluntad de las élites de su partido, en lugar de la de los militantes y dirigentes del mismo. No obstante, la principal lesión a este tipo de sufragio la provoca la competencia desigual que, muchas veces, se da entre el candidato del partido gobernante de turno y el de la oposición, como consecuencia del uso ilegal de los bienes del Estado y de los municipios en la contienda electoral.
Esta práctica, puesta por el constituyente bajo el control de la Junta Central Electoral y las juntas electorales municipales, de conformidad con el artículo 211, es la principal causante de la inequidad en la campaña electoral. De igual manera dispuso, categóricamente, en el párrafo IV del artículo 212, lo siguiente: “La Junta Central Electoral velará porque los procesos electorales se realicen con sujeción a los principios de libertad y equidad en el desarrollo de las campañas y transparencia en la utilización del financiamiento. En consecuencia, tendrá facultad para reglamentar los tiempos y límites en los gastos de campaña, así como el acceso equitativo a los medios de comunicación”.
La equidad es uno de los pilares de la integridad electoral, que es, en la actualidad, uno de los parámetros para poder calificar positivamente unas elecciones. Por esta razón, la Enciclopedia Electoral ACE considera que la equidad “implica un conjunto de normas basadas en principios democráticos y un sistema jurídico e institucional que proteja y promueva elecciones justas y equitativas”.
Cuando el órgano electoral haya concluido el escrutinio y, posteriormente, comunicado a la nación y al mundo los resultados de las elecciones del 15 de mayo, siempre que haya garantizado, previamente, la equidad en la campaña, podrá decir que las mismas fueron exitosas. http://acento.com.do/2016/opinion/8324929-equidad-electoral-el-gran-desafio/
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