viernes, 19 de febrero de 2016

Andrés L. Mateo / Por GUIDO GÓMEZ MAZARA

Andrés L. Mateo

Por GUIDO GÓMEZ MAZARA
En una sociedad donde la pobreza material representa la fuente de mayor perturbación, la gente es muy propensa a debatirse entre la defensa de sus ideas y el pacto con una realidad que, casi siempre, intercambia silencios por una mejoría económica. Con la gravedad de que el presupuesto nacional tiende a doblegar conceptos, sirviendo en un rejuego de argumentos para el acomodo, a un ejército de oportunistas que opinan bajo el impulso del que paga.
El intelectual comprometido sirve de contrapeso al poder. Desde siempre, los pensadores han padecido el dilema interno entre sus convicciones y la militancia. Por eso, en la medida que la legítima agenda partidaria se constituye en un material del trabajo en un hombre de letras, se disminuye su obra y corre el riesgo de transformarse en panfleto.
Las simpatías ideológicas y adhesión organizacional no pueden obstruir la materia prima de un creador literario. Múltiples ejemplos adornan esa fascinación por arrodillarse frente al poder. Ahora bien, no todos se doblegaron ante las diversas manifestaciones autoritarias. El período donde las letras hipotecaron su esencia cuestionadora para servirle a ese ventarrón de intolerancia que comenzó en febrero de 1930 encontró un exponente del decoro intelectual, como Américo Lugo.
Un segmento intelectual del país tiene todo el derecho de adherirse a las propuestas presidenciales que entiendan. Lo ideal sería que sus razones sirvan de base para un debate sensato donde las discrepancias respetuosas aporten al perfeccionamiento del modelo democrático. Vale la pena recordarlo porque el caso dividió a una gran parte de los intelectuales latinoamericanos que, hasta ese momento, desconocían los excesos de la revolución cubana, pero el caso de Heberto Padilla colocó a escritores, poetas, ensayistas y creadores literarios ante el dilema de la intolerancia y el respeto a las voces disidentes.
Con el libro Fuera de Juego, de Heberto Padilla, y su posterior represión, el mundo intelectual nunca entendió a un Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero y Alfredo Fouché Guevara siendo libres creadores en sus respectivas obras y policías del pensamiento ante un escritor crítico a la revolución. No obstante, los gestos decorosos de Octavio Paz y Carlos Fuentes, cuando la represión y excesos del poder hicieron del PRI una dictadura perfecta, constituyen muestras claras del intelectual verdaderamente comprometido.
Al poder le viene bien la disidencia. Y es que tantas voces conectadas a la nómina pública que forma parte del vasto equipo de adherentes a la causa oficial provocan un desbalance dañino. Construir a fuerza del dinero una verdad única representa una puñalada trapera a la democracia.
Conozco a Andrés L. Mateo, su obra y conducta ciudadana expresan un estilo y compromiso que retrata toda la estructura del pensamiento en una generación que asaltó la escena nacional cargado de sueños y proyectos de redención social, olvidados por el afán de acumulación y la ruptura con toda norma ética. Su pluma resulta aterradora porque ausculta nuestras miserias institucionales y navega en medio de tanta podredumbre, sin andar conectado a las redes de complicidades.
El juicio de la historia se torna muy duro frente a la gente que anda de salto en salto, e intercambia coherencia y respeto por estatus. No se puede olvidar por lo triste del espectáculo, pero la grandeza de Francisco del Rosario Sánchez se desdibujó desde el momento que aceptó postrarse frente al verdugo de su hermana, María Trinidad Sánchez: el inefable Pedro Santana.
Cuentan que terminada la dictadura, los “poetas” trujillistas como Miguel A. Jiménez, Abad Méndez, Juan Bautista Lamarche, Altagracia Vda. Noboa y Héctor Castro pretendían enterrar sus versos. A ellos, la vergüenza no los dejaba vivir porque eclipsaba su dimensión intelectual.
Cuando terminen el festín volverán a cambiar de amo. Y Andrés L. Mateo seguirá igualito. Como siempre, cuestionador audaz y vocero de las cosas que nos avergüenzan y pocos se atreven a decir.
http://hoy.com.do/andres-l-mateo-5/

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